Normalidad
Supongo que han le¨ªdo la historia del auxiliar de vuelo de Iberia que reclama para su compa?ero sentimental los tres billetes gratis a los que tienen derecho los c¨®nyuges de los trabajadores heterosexuales de la empresa. La opini¨®n pol¨ªticamente correcta consiste, evidentemente, en ponerse de parte de este caballero. O sea, que estamos ante una oportunidad de oro para enviar a paseo la correcci¨®n pol¨ªtica y reivindicar una evidencia: no s¨®lo no hay que darle billetes gratis al novio del que se queja, sino que hay que retir¨¢rselos a las parientas de los dem¨¢s trabajadores. Si uno quiere viajar, aunque se gane la vida en una compa?¨ªa a¨¦rea, que se retrate en taquilla como todo el mundo.Iberia tiene ahora la oportunidad de acabar con un favoritismo injusto dejando a todos sus empleados sin billetes gratis, gesto que la sociedad espa?ola aplaudir¨¢ como algo que contribuye a la consolidaci¨®n de la democracia. Y por lo que respecta a la reivindicaci¨®n homosexual, sigamos siendo pol¨ªticamente incorrectos. ?A qu¨¦ viene tanta aspiraci¨®n a la normalidad en algunos sectores del colectivo? ?Para qu¨¦ reproducir horrores del mundo heterosexual como el matrimonio, las cenas con la suegra o la segunda residencia? Como sabe todo heterosexual que hace un alto en el bar a la salida del trabajo antes de volver a casa, la normalidad puede resultar muy agobiante. Darle esquinazo a la normalidad y disfrutar del amor mientras dura resulta estimulante. Pero a este paso el heterosexual que act¨²e as¨ª estar¨¢ peor visto que el homosexual que aspira a casarse y formar una familia. Y luego le tocar¨¢ al homosexual remiso a la adopci¨®n.
La sociedad, homosexual y heterosexual, parece haber encontrado a su nueva bestia negra: el individualista que vive como quiere y paga sus billetes de avi¨®n.
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