Un populista con ambiciones hist¨®ricas
El presidente Bor¨ªs Yeltsin ha desempe?ado simult¨¢neamente el pape de padre de los rusos y de luchador contra el comunismo durante la campa?a electoral que le ha hecho despertar como un oso despu¨¦s de un prolongado letargo invernal.En febrero, sus allegados estaban desmoralizados y valoraban en bien poco el futuro del dirigente, que en diciembre de 1995, cuando se celebraron las elecciones parlamentarias en Rusia, estaba en el sanatorio recuper¨¢ndose de su segundo infarto del a?o. Ante la perspectiva de ser barrido por sus camaradas de anta?o y enemigos de hoy, Yeltsin ha vuelto a demostrar que uno de sus principales rasgos de car¨¢cter es crecerse ante las situaciones extremas, que son el elemento natural de un jugador amante de los riesgos como ¨¦l. "S¨®lo puedo existir en una situaci¨®n de tensi¨®n profesional", confiesa Yeltsin en sus memorias. A sus 65 a?os, el presidente se ve a s¨ª mismo como un hombre "resuelto, decidido y duro".
Sin embargo, la forma c¨ªclica en la que se expresan estas cualidades -estados de hiperactividad y profundas depresiones- ha tenido ya un elevado precio para los rusos. Yeltsin ha dejado que algunos conflictos graves se fueran pudriendo largo tiempo para tratar despu¨¦s de resolverlos de un plumazo, no siempre con ¨¦xito. Ejemplos de ello son los enfrentamientos con el S¨®viet Supremo de la Federaci¨®n Rusa de octubre de 1993, que produjeron un deseo de revancha a¨²n latente, y la guerra que todav¨ªa contin¨²a en Chechenia tras la entrada de las tropas federales en diciembre de 1994.
En v¨ªsperas de las elecciones, Yeltsin trata de resolver precipitadamente los problemas sociales que se han acumulado durante los a?os de la reforma en Rusia. Lo intenta con una lluvia de billetes y regalos, desde coches y tractores a ayudas para la construcci¨®n de iglesias y viviendas, e incluso indultos para algunos procesados. Yeltsin ha estado brillante. De nuevo ha firmado decretos en la carrocer¨ªa de un tanque, como lo hizo en su momento estelar, en agosto de 1991, cuando plant¨® cara a los golpistas sovi¨¦ticos del Comit¨¦ Estatal de Situaciones de Emergencia y pas¨® a la historia como primer cruzado anticomunista de Rusia.
Quienes conocen bien a Yeltsin temen que, en caso de lograr la victoria, el presidente se relaje y vuelva a desaparecer de la vista del p¨²blico como lo ha hecho tras periodos de tensi¨®n anteriores. Algunos opinan que las apuestas en juego -y tal vez alguna conversaci¨®n seria con los m¨¦dicos-, han producido cambios cualitativos en Yeltsin y en la relaci¨®n de ¨¦ste con su familia. Na¨ªna, su esposa, y sus dos hijas, han asumido responsabilidades p¨²blicas de las que se inhib¨ªan antes y act¨²an como grupo de apoyo para el l¨ªder ruso. A Na¨ªna, una discreta mujer que no se mete en pol¨ªtica, se la ve m¨¢s segura que antes, y las dos hijas, Tania y Lena, han participado directamente en la campa?a del padre, prest¨¢ndose a entrevistas y acompa?¨¢ndole.
Yeltsin ama el poder. En 1991, Klavdia Vas¨ªlevna, la ya fallecida madre del presidente, me cont¨® que Yeltsin, siendo un adolescente, volvi¨® un d¨ªa de la tienda escandalizado por los privilegios de los que gozaban los "jefes" y prometi¨® que ¨¦l mismo ser¨ªa "jefe" alguna vez. "Ser el primero estuvo siempre en mi naturaleza", reconoce el l¨ªder en su autobiograf¨ªa. Cuando Gorbachov le llam¨® a Mosc¨², en 1985, para ocupar el puesto de jefe de la secci¨®n de Construcci¨®n del Comit¨¦ Central del PCUS, Yeltsin se sinti¨® "abominablemente", ya que el cargo se le quedaba peque?o despu¨¦s de haber dirigido la organizaci¨®n comunista en Sverdlovsk, una provincia con una potente industria de Defensa. Gorbachov le puso despu¨¦s al frente de Mosc¨², y ah¨ª, Yeltsin ya respir¨® "de otra manera".
En 1987, en un pleno del Comit¨¦ Central en el que se preparaba el 70? aniversario de la Revoluci¨®n de Octubre, Yeltsin tir¨® la toalla p¨²blicamente porque la perestroika era saboteada por los conservadores del partido. Gorbachov lo defenestr¨® de las altas esferas de poder y aquella expulsi¨®n del para¨ªso comunista fue el gran capital de Yeltsin, que volvi¨® a la pol¨ªtica, con el apoyo de millones de electores en las urnas, como diputado del Congreso de la URSS en 1989 y como diputado y luego jefe del S¨®viet Supremo de Rusia en 1990.
Desde este puesto, Yeltsin se enfrent¨® directamente a Gorbachov y al Estado sovi¨¦tico y prepar¨® el camino para ser elegido presidente de Rusia el 12 de junio de 1991. Menos de seis meses despu¨¦s, el 8 de diciembre de 1991, en el coto de caza de Belov¨¦zhskaya Pusha, Bielorrusia, Yeltsin en compa?¨ªa de sus colegas eslavos de Bielorrusia y Ucrania consum¨® la desaparici¨®n de la URSS. En sus memorias, el l¨ªder ruso recuerda que el ambiente de conspiraci¨®n era tal que no hab¨ªa ni siquiera una fotocopiadora. Los documentos se reprodujeron con ayuda de dos m¨¢quinas de fax. Pocos d¨ªas despu¨¦s, el 25 de diciembre, se arriaba por ¨²ltima vez la bandera sovi¨¦tica del Kremlin y se izaba la bandera rusa y Yeltsin ocupaba el puesto de Mija¨ªl Gorbachov. El l¨ªder sovi¨¦tico quer¨ªa un mes para abandonar el Kremlin. Yeltsin, sin embargo, le dio una semana.
Hoy, nadie sabe cu¨¢nto tiempo tardar¨ªa Yeltsin en abandonar el Kremlin en caso de perder en las urnas. En su autobiograf¨ªa, al describir su relaci¨®n con el centro neur¨¢lgico del poder ruso, "el s¨ªmbolo de la firmeza, duraci¨®n y resistencia del rumbo pol¨ªtico", Yeltsin escribe una frase que hoy parece cargada de misteriosas premoniciones: "Para desalojar a alguien del Kremlin se necesita por lo menos un nuevo Comit¨¦ Estatal de Emergencia". La afirmaci¨®n de la libertad juega un papel fundamental en la personalidad de Yeltsin, que naci¨® en el pueblo de Butka, en los Urales, y que por su ind¨®mito car¨¢cter pertenece m¨¢s al tipo de ruso siberiano que al europeo. A diferencia del comunista Guennadi Ziug¨¢nov, que act¨²a de acuerdo con un sistema de concepciones cerradas y basadas en manuales pol¨ªticos, Yeltsin lo hace mediante intuiciones formadas a partir de la vida misma. Yeltsin tiene clara su meta. Aspira a figurar en la galer¨ªa de los grandes reformadores rusos -Pedro I, Catalina la Grande, Alejandro II-, con el m¨¦rito de ser capaz de acabar lo que ellos empezaron y no pudieron llevar a t¨¦rmino. Yeltsin no pierde de vista sus objetivos, pero en el camino hacia ellos da pasos confusos. Uno de sus rasgos es la improvisaci¨®n. Jactanciosamente, Yeltsin se aventura a menudo presentar como realidades ideas que son s¨®lo proyectos inexplorados. En los ¨²ltimos a?os, Yeltsin apenas ha recurrido a las cualidades que fueron la clave de su ¨¦xito en 1989, 1990 y 1991: la irreconciliable actitud hacia los privilegios de los poderosos y el carisma popular que posee para relacionarse con sus ciudadanos. La intolerancia ante los privilegios fue sustituida por una actitud m¨¢s comprensiva hacia ellos y, en vez de salir a la calle y relacionarse con la sociedad, Yeltsin se encerr¨® en el Kremlin y ¨¦l mismo reconoce haber tenido la sensaci¨®n de estar en una "campana de vidrio", rodeado de agentes de seguridad y de gentes que pretend¨ªan dirigirle y hacerle la vida m¨¢s c¨®moda hasta producirle la sensaci¨®n de que viv¨ªa "entre algodones".
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