'Ya', la agon¨ªa de un diario cat¨®lico
El autor analiza el papel desempe?ado en la sociedad espa?ola por el peri¨®dico cat¨®lico que la semana pasada vio interrumpida una historia de 61 a?os de labor informativa.
Cuando desaparece un diario, tambi¨¦n se mutila un poco la libertad de cualquier ciudadano, pero con la virtual desaparici¨®n de Ya se esfuma tambi¨¦n un importante retazo de la historia de Espa?a. Pocos ¨®rganos diarios de prensa han tenido a sus espaldas m¨¢s de 60 a?os de vida, y es todav¨ªa m¨¢s infrecuente el caso de quienes han seguido una l¨ªnea doctrinal y de principios que, aunque con tumbos y errores, ha tratado de permanecer invariable. Importa, a la hora de hacer un balance, tratar de descubrir las razones por las que se ha llegado a este final, triste para todos, pero de modo especial para el catolicismo espa?ol. Resulta, adem¨¢s, relativamente sencillo hacerlo porque la agon¨ªa del diario ha sido larga y porque existen ya libros -principalmente salidos de la pluma de Jos¨¦ Mar¨ªa Garc¨ªa Escudero, uno de sus mejores y m¨¢s asiduos colaboradores- que proporcionan una informaci¨®n ponderada y veraz.Ya naci¨® en enero de 1935 como una especie de hermano menor de El Debate, el diario de la ma?ana inspirado por ?ngel Herrera Oria desde la segunda d¨¦cada del siglo. La trayectoria de este personaje en la vida espa?ola del siglo XX fue con posterioridad no poco controvertida, pero siempre represent¨® un intento de modernizaci¨®n del catolicismo espa?ol en el seno de una sociedad liberal en la que era necesario competir con sectores muy plurales. La Editorial Cat¨®lica, que ¨¦l fund¨®, cre¨® toda una red de diarios regionales que siguen teniendo un presente y un previsible futuro muy pr¨®speros en manos, en la actualidad, de la cadena de El Correo. Ya naci¨® con el prop¨®sito de ser una especie de contrapunto, con m¨¢s gruesos titulares, aparici¨®n vespertina, gran volumen de informaci¨®n e incluso un tono de papel amarillento, adaptado a la lectura con luz el¨¦ctrica, al tono m¨¢s sesudo y doctrinal de El Debate.
Resulta, por tanto, una paradoja que ¨¦ste desapareciera y no, en cambio, el hermano menor. La raz¨®n hay que atribuirla a la peculiar situaci¨®n en que el catolicismo pol¨ªtico se encontr¨® a partir del momento en que estall¨® la guerra civil. Ya fue suspendido por las autoridades republicanas a causa de las noticias que dio acerca de la muerte de Calvo Sotelo. Durante la guerra hubo, en el seno del bando acaudillado por Franco, serias controversias acerca de la titularidad de las acciones de la Editorial Cat¨®lica. S¨®lo una vez concluido el conflicto recuperaron la titularidad de las mismas los m¨¢s directos seguidores de Herrera, porque los mon¨¢rquicos m¨¢s cr¨ªticos del colaboracionismo pol¨ªtico durante los a?os de la Rep¨²blica consiguieron una temporal victoria sobre ellos durante el periodo b¨¦lico. En el nuevo r¨¦gimen era l¨®gico que la l¨ªnea de la editorial fuera vista con prevenci¨®n porque el propio Herrera estuvo en contra de la sublevaci¨®n de julio de 1936.
Luego, concluida la guerra, este mundo, siguiendo una l¨ªnea de colaboracionismo que tambi¨¦n fue obra de Herrera, se adapt¨® a las circunstancias. El Debate s¨®lo sali¨® un d¨ªa, pero luego debi¨® desaparecer, y, en cambio, se toler¨® Ya, que debi¨® tener a su frente, por decisi¨®n gubernativa, a directores como Juan Jos¨¦ Pradera, que no s¨®lo no coincid¨ªan con la l¨ªnea de la editorial, sino que eran directos antagonistas de la misma. S¨®lo en 1952 pudo la empresa nombrar a quien quiso, Aquilino Morcillo, que habr¨ªa de desempe?ar la direcci¨®n durante nada menos que 22 a?os, pero ni siquiera se puede decir que el d¨ªario tuviera una l¨ªnea propia hasta, que la ley Fraga en 1966 le permiti¨® expresarse con mayor tolerancia de las autoridades.
Ahora, transcurridos 30 a?os desde aquellos momentos, no suele tenerse en cuenta el importante papel que en la pretransici¨®n hacia la democracia desempe?¨® el catolicismo pol¨ªtico, pero cualquiera que sea capaz de rememorar aquellos tiempos tiene pocas dudas al respecto. En los editoriales y las colaboraciones de Ya se defendieron actitudes como la necesidad de que el r¨¦gimen de Franco se institucionalizara y se abriera a la Monarqu¨ªa como una f¨®rmula de convivencia; tambi¨¦n se apoy¨® la superaci¨®n de la guerra civil. En pol¨ªtica m¨¢s menuda y cotidiana, el peri¨®dico fue reticente con respecto a Carrero y, en general, la l¨ªnea tecnocr¨¢tica, y tuvo cierta confianza inicial en Arias. De esta manera se comportaba como una m¨¢s de las familias del r¨¦gimen reclamando una cuota del poder y advirtiendo en contra de los intentos de monopolio por parte de otras. Lo que result¨® m¨¢s positivo respecto del futuro es que el mundo de Ya -su consejo editorial, sus colaboradores habituales, sus informaciones... contribuy¨®, por directa influencia de la modificaci¨®n de mentalidad producida en el catolicismo despu¨¦s del Concilio Vaticano II, a hacer viable la transici¨®n. Fue ¨¦sta la tercera aparici¨®n en escena de este mundo, relacionado de forma directa con la Asociaci¨®n Cat¨®lica de Propagandistas, en la pol¨ªtica espa?ola: en 1931 patrocinaron el posibilismo ante la Rep¨²blica; en 1945, el colaboracionismo con Franco, y desde los a?os setenta, una democratizaci¨®n por procedimientos reformistas. Bien lo sab¨ªan sus adversarios. Desde Arriba, un periodista que todav¨ªa escribe en la prensa madrile?a acus¨® a Ya de querer introducir "melifluamente" en Espa?a "la f¨®rmula caduca de la democracia liberal".
En el mundo de la UCD hubo un importante componente de este catolicismo pol¨ªtico. Con el seud¨®nimo T¨¢cito -que constituy¨® un importante veh¨ªculo de expresi¨®n de estos planteamientos en las p¨¢ginas de Ya- aparecieron muchos art¨ªculos, alguno de los cuales lleg¨® a merecer sanci¨®n del Ministerio de Informaci¨®n, escritos por pol¨ªticos que habr¨ªan de desempe?ar un papel importante en los a?os de la transici¨®n. Dos de ellos, Fernando ?lvarez de Miranda e ??igo Cavero, ejercen en la actualidad cargos importantes, caracterizados por la exigencia de moderaci¨®n e imparcialidad. Hasta los a?os ochenta, Ya se mantuvo en l¨ªnea pol¨ªtica de apoyo a UCD desde una ¨®ptica de estricto centro-derecha. Eso no evit¨® las cr¨ªticas: se pidi¨® desde sus p¨¢ginas que el partido de Su¨¢rez fuera fiel a su base pol¨ªtica y social, se convirtiera en un grupo homog¨¦neo y ejerciera de verdad la responsabilidad del Gobierno.
No hay duda de que gran parte de estas cr¨ªticas estaban justificadas, pero no es menos cierto que tambi¨¦n el diario evolucion¨® hacia la derecha desde comienzos de los ochenta respondiendo a una actitud de una porci¨®n de la sociedad espa?ola que contribuy¨® de modo importante a arruinar el centrismo y averiar la viabilidad de una oposici¨®n alternativa al socialismo desde 1982. La etapa m¨¢s brillante de Ya fue aquella en que tuvo como director a Fern¨¢ndez Pombo (1974-1980); luego, con Jim¨¦nez Qu¨ªlez y Casta?os, eligi¨® la senda de sumar a sus p¨¢ginas algunos columnistas de un derechismo desmesurado y demag¨®gico que contrastaba con la l¨ªnea editorial y desorientaba al lector. Uno de ellos con el paso del tiempo se convertir¨ªa en perseguidor implacable, por motivos exclusivamente personales, del actual vicepresidente de la Conferencia Episcopal y una de sus mejores cabezas, Fernando Sebasti¨¢n, arzobispo de Pamplona.
?se -y no otro- fue el comienzo del fin. A la incertidumbre en el rumbo se unieron otras dificultades muy importantes que por s¨ª solas ya hubieran podido causar la muerte de un diario. La empresa de Ya, muy obsoleta desde el punto de vista t¨¦cnico, tuvo que despedir a un n¨²mero de personas equivalente a la plantilla entera de cualquier diario reci¨¦n aparecido, como EL PA?S. En provincias, por otro lado, la l¨ªnea de Editorial Cat¨®lica sigui¨® siendo rentable, pero en Madrid compiti¨® con otro periodismo que le ganaba en rudeza de derechismo y en estabilidad de direcci¨®n. Los intentos bienintencionados de recuperar el rumbo inicial (desembarco de la Conferencia Episcopal, direcci¨®n de Guillermo Medina ... ) fueron demasiado tard¨ªos, y las rectificaciones parciales, demasiado desorientadas como para que pudieran fructificar. S¨®lo qued¨®, desde entonces, la resistencia ejemplar de un pu?ado de trabajadores que han tenido la desdicha de pasar por las manos de la m¨¢s extensa colecci¨®n de pillastres que en Espa?a ha existido en los ¨²ltimos tiempos.
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