?Temblad, ingleses!
He declarado la guerra a Inglaterra.?Temblad, ingleses!
La fecha de la invasi¨®n -el d¨ªa D, la hora H, en terminolog¨ªa cuartelera- no se debe desvelar. Como dice mi amigo el poeta, uno ser¨¢ tonto, pero no gilipollas. Baste anunciar que llegar¨¦ por tierra, mar o aire. Los ingleses se van a enterar.
Las relaciones ya ven¨ªan siendo tensas desde 1713. Entonces a un no hab¨ªa nacido yo pero le faltaba poco. En cualquier caso llegu¨¦ a este valle de l¨¢grimas con la frustraci¨®n de que los ingleses se hubieran apoderado del Pe?¨®n Gibraltar por la cara y el Tratado de Utrech les reconociera la soberan¨ªa.
De peque?¨ªn me arrullaban con una letrilla de pasodoble que dec¨ªa "La bandera inglesa en el pe?¨®n de Gibralt¨¢, que verg¨¹ensa da, que verg¨¹ensa da", de manera que me dorm¨ªa pensando en los ingleses y luego sufr¨ªa pesadillas.
As¨ª que han sido dos siglos y medio de rencor. Y uno lo soportaba en silencio. Mas las manifestaciones acerca de nuestra naturaleza y nuestras procelosas vicisitudes que han hecho el Mirror y otros libelos con motivo del trascendental encuentro Inglaterra-Espa?a en Wembley constituyen una ofensa que s¨®lo se puede lavar a sangre y fuego.
He roto las hostilidades. La guerra ha empezado.
No me han ofendido las alusiones a Don Juan. De Don Juan habr¨ªa mucho que hablar. Gregorio Mara?¨®n estudi¨® al personaje en un memorable ensayo y dedujo que en el fondo era mariquita. Obviamente, no lo vamos a crucificar por eso. Mariquitas hay muchos en Espa?a y en el mundo -Inglaterra da buen censo- y tienen pleno derecho a vivir pac¨ªficamente sin detrimento de sus gustos y aficiones. No me han ofendido las alusiones al bigote de las espa?olas. Espa?olas bigotudas abundaban en este pa¨ªs y si ahora hay menos se debe a un debilitamiento de la raza. M¨¢s bigotudas son las italianas y el ¨²nico motivo de que la prensa inglesa no haya dicho nada de ellas es que Italia fue eliminada de la copa de Europa en el momento oportuno. Una vez bes¨¦ a una italiana; arrim¨® el morro y me levant¨® en la boca un sarpullido. No tiene importancia: el sarpullido se pas¨® pronto con un unto de vaselina y adem¨¢s hab¨ªa merecido la pena. En cambio en otra ocasi¨®n bes¨¦ a una inglesa y me qued¨¦ tal cual. Quiso ella repetir y hube de apresurarme a coger un salero y espolvorearla el hocico para que supiera a algo.
No me han ofendido las alusiones a la p¨¦rdida de las colonias. Efectivamente, se perdieron: ?pasa algo? Tampoco, la Commonwealth vive sus mejores horas. Africanos e indios -entre otros pueblos- ya les dieron en su d¨ªa a los ingleses para ir pasando y si nos entr¨® la risa, supimos aguantamos. La risa -ya se sabe- va por barrios.
No me han ofendido las alusiones a la gripe y otras dolencias de la carne. A fin de cuentas es verdad. La gripe espa?ola hizo estragos a principios de siglo. Bueno, no es muy seguro que el nombre respondiera a la causa. Ocurre a veces que el nombre no pasa de ser una ocurrencia caprichosa. Aqu¨ª, por ejemplo, tenemos El Corte, Ingl¨¦s, que ni es corte ni es ingl¨¦s. A la gripe la llamaron espa?ola en unos sitios, influenza en otros y la realidad es que ten¨ªa su origen en Alemania, donde la bautizaron grippe y ese nombre le qued¨®.
Otros¨ª, resulta discutible que Col¨®n trajera la s¨ªfilis, mientras es incuestionable que cuando los ingleses estuvieron en nuestro pa¨ªs pegando bombazos y dando la lata, lo pusieron perdido de ladillas.
Ninguna de estas alusiones, ni las restantes que han hecho el Mirror y otros libelos, me han ofendido. Lo que me ha herido gravemente ha sido la descalificaci¨®n de la paella. ?C¨®mo se puede llamar a la paella adoqu¨ªn? ?Qui¨¦nes se han cre¨ªdo que son los ingleses para insultar esta fastuosa creaci¨®n culinaria, pasmo de la Humanidad entera?
El complejo y la incapacidad de concebir esa mezcla melosa del arroz y el conejo -valen mariscos tambi¨¦n-, de lograr a un tiempo la suave cocci¨®n y el brav¨ªo socarrat es lo que les ha llevado a la infamia. Este es un casus belli. ?A ellos, pues! Guerra sin cuartel. Sepan los ingleses que en breve caer¨¦ sobre Inglaterra acompa?ado de la mujer barbuda. El que avisa no es traidor.
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