El mercado fantasma
"Un elefante de piedra cebado con adoquines", as¨ª bautiz¨® un vate sat¨ªrico de la ¨¦poca este mazacote de piedra her¨¢ldica y coronada de b¨¦licos trofeos que vino a ser la tercera y ¨²nica "Puerta de Toledo". La obra se inici¨® bajo los auspicios de Jos¨¦ Bonaparte y acab¨® rindiendo honores al repuesto Fernando VII, acordando el Ayuntamiento madrile?o, dice el cronista R¨¦pide, "continuar la obra, consagr¨¢ndola a la memoria del triunfo obtenido sobre aquellos que la iniciaron". Antes de proseguir con la edificaci¨®n del arco, los obreros sacaron de los napole¨®nicos cimientos las monedas y los documentos con los que el "rey intruso" hab¨ªa certificado su autor¨ªa y dieron v¨ªa libre al arquitecto Antonio L¨®pez Aguado para que ensamblase a su modo los mazacotes de granito. Dice don Pascual Madoz que este Aguado, pese a ser favorecido con numerosas obras por la munificencia regia, nunca goz¨® de los favores del pueblo madrile?o, siempre cr¨ªtico con sus caprichos arquitect¨®nicos.Del Mercado de la Puerta de Toledo, edificado sobre el antiguo matadero, nadie ha sacado monedas o documentos que certifiquen su fundaci¨®n a cargo de los "intrusos" socialistas, aunque si hubieran existido tales pruebas entre sus cimientos, no hay duda de que los nuevos ediles populares ya las habr¨ªan expurgado. Concebido como una prolongaci¨®n "de dise?o" del populoso Rastro, el Mercado de la Puerta de Toledo vivi¨® los ¨²ltimos fastos de la movida y qued¨® sempiternamente se?alado como inc¨®modo testigo de las realizaciones de Tierno Galv¨¢n y de Leguina. Causa m¨¢s que suficiente para los nuevos ediles capitalinos a la hora de justificar el abandono y la desidia que le acompa?an en esta hora de desventura. El concejal Matanzo, que le ten¨ªa querencia, profesional y onom¨¢stica, por su oficio y apellido de carnicero, al viejo matadero, prob¨® sin ¨¦xito a clausurar, v¨ªa denuncia, el Caf¨¦ del Mercado, oratorio nocturno de los ritos afrosalseros y tuvo que desistir al ser informado de que se estaba denunciando y tratando de clausurarse a s¨ª mismo, pues el arrendatario del establecimiento y de los comercios de aquel emporio era el propio consistorio municipal por ¨¦l representado.
Con un Ayuntamiento popular y una Comunidad socialista, el Mercado de la Puerta de Toledo se convirti¨® en simb¨®lica manzana de la discordia entre ambas instituciones, sin que sus valedores comunitarios quisieran, o pudieran, impulsarlo. Ya que no lo podemos demoler, debieron pensar los populares mun¨ªcipes, dejemos que se caiga solo. Hace cuatro a?os que no se alquilan locales dentro de sus instalaciones, en un claro intento por arruinar definitivamente los negocios, tiendas de antig¨¹edades en su mayor parte, que sobreviven entre sus muros. Sin embargo, y pese a los numerosos huecos, el estado de conservaci¨®n interior del edificio permanece casi al nivel del d¨ªa de su inauguraci¨®n, aunque las escaleras mec¨¢nicas suban y bajen de vac¨ªo, al servicio de una clientela fantasma, y los corredores permanezcan mudos y solitarios. El domingo por la ma?ana es el ¨²nico d¨ªa de la semana en el que la proximidad del Rastro sigue animando el cotarro del mercado, pl¨¢cido, casi mortuorio, remanso donde los d¨ªas laborables dormitan los anticuarios supervivientes, a la espera de un solitario cliente que les arregle el d¨ªa, o al menos les d¨¦ conversaci¨®n para escapar del tedio que les inunda. Algunos anticuarios han ampliado sus locales, convirtiendo unos cuantos en simples escaparates de exhibici¨®n de c¨®modas, bargue?os y consolas, muebles cargados de paciencia, capaces de esperar 200 a?os la llegada de un nuevo emperador.
"El ilogismo l¨®gico", es el nombre pintiparado en tal entorno, que lleva una exposici¨®n de arte en una galer¨ªa de la Red de Arte Joven auspiciada por la Comunidad en estos s¨®tanos. L¨®gica il¨®gica, irracionalismo municipal al servicio de la raz¨®n de los vencedores que quieren aplastar la memoria bonapartista de Tierno y de Leguina. Ahora que el Ayuntamiento y la Comunidad albergan autoridades de la misma ideolog¨ªa, ser¨ªa el momento de dar nuevo impulso a este mercado que con los vientos que soplan quiz¨¢ no tarde en ser privatizado y reprivatizado. El amable encargado del Caf¨¦ de los Artistas, situado en la rotonda de la primera planta, observa c¨®mo misteriosos operarios acuden estos d¨ªas a medir los locales. "Vienen un d¨ªa, miden, y al d¨ªa siguiente lo vuelven a medir, digo yo que a lo mejor es porque se les ha perdido un cent¨ªmetro y vuelven a buscarlo" ironiza el sufrido profesional de la hosteler¨ªa del otro lado del mostrador en este oasis de soledad, mustio collado que fuera en tiempos s¨ªmbolo famoso del resurgir capitalino.
Claro que antes de privatizar, realquilar o reubicar los puestos de este decadente mercado, sus responsables tendr¨¢n que hacer algo con el escuerzo de plaza que ha quedado frente a la fachada del edificio. En una id¨ªlica maqueta, que se conserva intacta en uno de los escaparates comerciales, la plaza del mercado cuenta con un ovalado estanque, incluso con un bosquecillo de palmeras que nunca llegaron a plantarse. Si ni la m¨¢s contumaz de las desidias ha podido afectar al interior del inmueble, la dejadez municipal ha convertido la plaza en un erial, un descampado en el que las precipitaciones de este a?o pluvial han hecho brotar una humilde capa de verdor silvestre bajo los raqu¨ªticos arbolillos y en los alrededores de un mamotr¨¦tico reloj de sol que m¨¢s parece una ruina fara¨®nica que moderno artilugio. Sus bloques de hormig¨®n han sido una tentaci¨®n insuperable para los grafiteros, hu¨¦rfanos de un Bronx que han ido recreando sobre tapias, muros y monumentos abandonados. Sobre el pat¨¦tico tapiz que han colonizado las gram¨ªneas se extiende un variopinto surtido de detritus, latas, envoltorios, peri¨®dicos y cartones que emergen de las papeleras volcadas para esparcirse a la vista de todos menos de los responsables de la limpieza. Queda la duda de, si para mayor desdoro de la plaza maldita, no habr¨¢ contratado el excelent¨ªsimo Ayuntamiento, ensuciadores profesionales que aporten al descuido generalizado de los usuarios su granito de arena, su trocito de pl¨¢stico y su botella rota.
Ajenos al deterioro ambiental, los usuarios del infraparque, toman el sol junto al reloj varado y helioc¨¦ntrico, y al mediod¨ªa, que en el horario hispano coincide, m¨¢s o menos, con las dos de la tarde, almuerzan a la americana sobre los bancos sufridores. El encargado del quiosco de los helados, aprovecha el tiempo con la lectura de un manual titulado C¨®mo tener ¨¦xito en la vida. Que as¨ª sea.
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