Ni cuernos ni rabo
Centenares de masones espa?oles se presentan en sociedad para sacudirse la leyenda negra que arrastran desde la dictadura
,Si usted ha alcanzado la mayor¨ªa de edad, es un var¨®n "libre y de buenas costumbres" y cree en un Ser Supremo, independientemente de sus convicciones religiosas, s¨®lo tiene que buscarse un amigo mas¨®n y ¨¦ste podr¨¢ recomendar su ingreso en la Gran Logia de Espa?a. Se encontrar¨¢ con una "sociedad inici¨¢tica", a la que pertenecen otros 2.000 espa?oles, y que, seg¨²n sus miembros, se dedica fundamentalmente al fomento de actividades filantr¨®picas.
Una vez que se haya decidido a dar ese paso, tal vez encuentre que sus vecinos comienzan a mirarle de un modo distinto al cruzarse en la escalera. Porque una leyenda negra no se borra en dos d¨ªas, sobre todo en un pa¨ªs que estuvo gobernado por un dictador que ten¨ªa una obsesi¨®n enfermiza con la francmasoner¨ªa, a la que consideraba, junto al comunismo, la fuente de todos los males.
"Franco nos pint¨® como una sociedad diab¨®lica", explica Tom¨¢s Serobe, un ingeniero gallego de 55 a?os, elegido el pasado marzo gran maestre de la Logia de Espa?a, "y todav¨ªa hoy mucha gente nos sigue mirando *como bichos raros. Por eso queremos mostrarnos en p¨²blico, para que vean que no tenemos ni cuernos ni rabo".
Serobe sustituy¨® en el cargo al fallecido Llu¨ªs Salat y ha dedicado los dos ¨²ltimos meses a recorrer Espa?a para presentar en sociedad a aquellos se?ores que, seg¨²n la leyenda, mataban ni?os en sus reuniones secretas y se hab¨ªan asociado con los jud¨ªos para urdir una conspiraci¨®n universal. Hoy los masones no s¨®lo ofrecen conferencias de prensa, como la que se celebr¨® ayer en Santiago de Compostela, sino que sus sedes son p¨²blicas y divulgan sus principios y estructura por Internet.
Pero el n¨²mero, de masones en Espa?a sigue siendo muy bajo, sobre todo si se compara con los 600.000 afiliados a la Gran Logia del Reino Unido o los casi 40.000 registrados en Francia. Sin perder la inveterada costumbre de no hacer proselitismo, su objetivo declarado es lograr ahora una mayor implantaci¨®n social, rompiendo los t¨®picos grotescos a los que siempre se les ha vinculado. "La masoner¨ªa espa?ola todav¨ªa se encuentra en su ni?ez", afirma Serobe. "Hay que tener en cuenta que no nos inscribimos en el registro de asociaciones hasta l982".
Su m¨¢s c¨¦lebre miembro en los ¨²ltimos a?os ha sido Mario Conde. El ex presidente de Banesto se dio de baja hace alg¨²n tiempo a petici¨®n propia, antes de que se convirtiera en un asiduo de los juzgados. Serobe precisa que, "en el momento en que hubiese una sentencia de la justicia. contra ¨¦l, ser¨ªa expulsado", ya que uno de los principios de la masoner¨ªa es el respeto a la ley.
El perfil de un miembro de la Gran Logia de Espa?a es el de un hombre de 40 a?os -m¨¢s joven que en el resto de Europa- que se dedica fundamentalmente a profesiones liberales. En las filas de la masoner¨ªa hubo monarcas, como Amadeo de Saboya o Federico el Grande, pero Serobe se apresura a matizar que "siempre han abundado m¨¢s los taxistas o los trabajadores del metal".
Se ident¨ªfican con una tradici¨®n liberal, aunque "en un sentido filos¨®fico, de rechazo a los fanatismos", porque uno de los requisitos que se cumplen es la prohibici¨®n de hablar de pol¨ªtica o de religi¨®n en las reuniones de las logias.
De sus actividades destacan las iniciativas filantr¨®picas. Sufragan un hospital para ni?os en Madrid, centros de caridad en Catalu?a y Canarias y una residencia para la tercera edad en J¨¢vea (Alicante). Las cuotas var¨ªan seg¨²n las logias, aunque "no suele ser m¨¢s que lo que cuesta una entrada para el teatro", indica Serobe.
A pesar de su voluntad de transparencia y adaptaci¨®n a los nuevos tiempos, los masones no est¨¢n dispuestos a renunciar a sus principios fundacionales, entre ellos la negativa a admitir mujeres. "Tenemos un componente tradicional extremadamente pesado", confiesa el gran maestre de la Logia de Espa?a. "Cuando se cre¨® la masoner¨ªa no se aceptaban mujeres y yo no puedo implantar ahora ideas nuevas", comenta Tom¨¢s Serobe. Lo mismo ocurre en otras instituciones mundiales, como la Iglesia cat¨®lica. Pero eso no quiere decir que seamos antifeministas ni que despreciemos a las mujeres. La mayor¨ªa estamos casados".
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