Pipas, condones, bocadillos...
Junto al lago conviven familias de merienda, prostitutas y clientes
Lo primero es mirar. Cuando llega al lago, de buena ma?ana, Jos¨¦ Cano echa un vistazo en torno a su quiosco de golosinas. "Cada d¨ªa quito siete u ocho preservativos de ese banco", dice resignado. Mientras explica su rutina cotidiana, el pipero detecta otro cond¨®n en los alrededores. "Esto est¨¢ hecho una guarrer¨ªa", se lamenta. Es mediod¨ªa del jueves y los limpiadores ya han dado una pasada por la zona m¨¢s concurrida de la Casa de Campo.No es s¨®lo que el l¨¢tex le espante la clientela menuda. Cano, con 20 a?os de experiencia en el puestecillo familiar, lanza un certificado de defunci¨®n: "Antes se trabajaba mucho. Ahora la zona del lago est¨¢ muerta".
-?Por qu¨¦?
-Porque buena parte de los quioscos est¨¢n cerrados, el estanque no tiene barcas y encima cada vez hay m¨¢s prostituci¨®n. Por eso hay menos p¨²blico. Con ni?os peque?os ya no viene casi nadie -dictamina el pipero.
Uno de los que s¨ª lo hace es Antonio Alarc¨®n, que empuja el cochecito del beb¨¦ y lleva de la mano a otro reto?o. "Si estuviera m¨¢s limpio vendr¨ªa m¨¢s a menudo, porque vivo cerca. Hay mucha suciedad, mucho perro suelto y muchos... y muchas ...".
-?Artilugios de goma y gente en busca de ligue?-S¨ª. Es que luego el mayor me vuelve loco a preguntas -justifica las elipsis- Cuando se viene aqu¨ª con ni?os hay que estar muy pendiente de todo. Pero es el pulm¨®n de Madrid.
Pulm¨®n, aunque algo achacoso, a juzgar por las opiniones de los visitantes. La porquer¨ªa es la cr¨ªtica un¨¢nime, seguida por el aumento de la prostituci¨®n, que se expande hasta m¨¢s all¨¢ del lago.
A Herminia Dom¨ªnguez, de 59 a?os, no le molestan las hetairas ni los travestis que trabajan en el parque. "Supongo que lo hacen por necesidad. Para m¨ª, lo malo es que esto est¨¢ asqueroso", dice. Su marido, Jos¨¦ Manuel Rodr¨ªguez, tercia para proponer que se restrinja el tr¨¢fico. Pese a todo, esta pareja de gallegos es fiel a la Casa de Campo desde hace un cuarto de siglo. "Antes de que Tierno fuera alcalde tambi¨¦n estaba fatal. ?l la puso bien y ahora vuelve a estar rnal", se?alan. "Nunca hemos tenido ning¨²n incidente desagradable, y paseamos por todas partes", concluyen. Seg¨²n el encargado municipal del parque, Miguel Sastre, la falta de seguridad no es un problema alarmante.
Ana y Paco, que han instalado familia y neveras en un banco, tambi¨¦n se quejan del tr¨¢fico. "Si estuviera m¨¢s limpio vendr¨ªamos m¨¢s con los ni?os", a?aden.
"De d¨ªa hay basura, de noche la gente tiene un poco de miedo...". Sen¨¦n Rodr¨ªguez est¨¢ a punto de reabrir su quiosco junto al lago, pero no las tiene todas consigo: el p¨²blico escasea. "Llevarnos una racha dura. Des de 1992 trabajamos un 100% me nos", calcula. Si al menos hubiera barcas.... El lago, desbordado hace un a?o, ya tiene agua, pero no botes. El Ayuntamiento no los instalar¨¢ por ahora: antes tiene que construir el aliviadero del estanque. A la vista de la situa ci¨®n, Sen¨¦' n preferir¨ªa no despachar a las prostitutas. Para de fender la clientela, dice.
Las chicas est¨¢n junto a la carretera, con los encantos embutidos en telas escasas y llamativas. Los clientes merodean al volante, en busca de la elegida. A poca distancia, tres tipos rufianescos -uno de ellos con tel¨¦fono m¨®vil- observan la situaci¨®n.
Por detr¨¢s del asfalto, en el arroyo Meaques, una joven lava su blusa. Su compa?ero, con aspecto de yonqui reci¨¦n chutado, sonr¨ªe con beatitud. El trabajo se ha dado bien: "Esta noche dormimos en pensi¨®n", suspira contenta. Y prefiere ir limpia.
A su espalda, el lago refleja las caras de la ciudad.
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