Las reglas son inocentes; los entrenadores, no
La Eurocopa termin¨® como empez¨®, con nostalgia de las v¨ªctimas del f¨²tbol en serie, de la maquinaria que engulle a los jugadores diferentes -l¨¦ase Cantona, Ginola, Ra¨²l, Baggio, Le Tissier- en beneficio de una supuesta victoria final, del esp¨ªritu colectivo, del juego sin perfiles, tan plano que ha comenzado a propagarse la idea de un cambio de reglas. Pero las reglas no tienen ninguna responsabilidad en el juego mezquino que se ha visto en Inglaterra. El problema est¨¢ en la estrecha mirada de los entrenadores que est¨¢n arrasando el f¨²tbol desde el estalinismo.El torneo deja abiertas muchas cuestiones para el debate, pero ninguna es m¨¢s preocupante que la militarizaci¨®n del juego. El jugador ha abandonado el papel protagonista y se ha convertido en un gregario del entrenador. Si alguna responsabilidad le cabe al futbolista es su falta de orgullo para reclamar el sitio que le corresponde. Transformado en un funcionario, despojado de cualquier identidad individual, el futbolista s¨®lo es una pieza del programa de colectivizaci¨®n.
Hay un aspecto estad¨ªstico relevante. Hubo una fase de la Eurocopa que no respet¨® la usura de goles. En los primeros 16 partidos de la fase inicial, s¨®lo se anotaron 30 goles, con un deficiente promedio de 1,87 por encuentro. En la ¨²ltima jornada de la primera fase, cuando la necesidad ayud¨® a un f¨²tbol m¨¢s generoso, se marcaron 25 goles en ocho partidos, con un promedio de 3,1. Las reglas eran las mismas, pero las obligaciones eran diferentes. Luego, en cuartos y semifinales, volvi¨® el miedo y la especulaci¨®n ordenada por unos entrenadores que s¨®lo est¨¢n interesados en preservar sus cargos. Las consecuencias se apreciaron inmediatamente: seis goles en seis partidos, un triste gol de promedio.
El problema no est¨¢ en el reglamento. Las reglas son inocentes; los entrenadores, no. Su sacralizaci¨®n ha producido un efecto indeseable en el f¨²tbol. ?D¨®nde est¨¢ el Aim¨¦ Jacquet de turno para defender la ausencia de Cantona y Ginola de la Eurocopa? Con ellos, Francia habr¨ªa abandonado su conducta herm¨¦tica y se hubiera transformado en una selecci¨®n punzante, atractiva, llena de vertientes. Y probablemente ganadora, porque eso es precisamente lo que hacen Cantona, Ginola, Roberto Baggio y Ra¨²l un domingo s¨ª y otro tambi¨¦n. Aunque les duela a los sacerdotes del banquillo.
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