Despu¨¦s de Yeltsin
CURIOSA VICTORIA la de Bor¨ªs Yeltsin. M¨¢s que del ganador de las primeras elecciones democr¨¢ticas a la presidencia de la Federaci¨®n Rusa -cargo que acumula un inmenso poder-, el mundo ha estado pendiente de su sucesor. No s¨®lo desde ayer, sino desde el momento mismo en que se cerraron las urnas en la primera vuelta. Y si mucha gente, fuera y dentro de la Federaci¨®n Rusa, respira hoy tranquila no es porque Yeltsin haya ganado -seg¨²n indican las primeras estimaciones-, sino porque ha perdido su rival, el candidato comunista Guennadi Ziug¨¢nov, nada descontento -y aparentemente respetuoso- con el resultado.La celebraci¨®n de estas elecciones constituye un avance en el largo e incierto camino de Rusia hacia la normalizaci¨®n democr¨¢tica. Pero es tal la acumulaci¨®n de problemas que ser¨ªa prematuro dar por cerrado ese proceso. La victoria de Yeltsin significa que seguir¨¢ el proceso de reformas hacia una. econom¨ªa mixta de mercado, si bien probablemente con nuevas sensibilidades. El resultado electoral -con la buena marca alcanzada por los comunistas- har¨¢ reflexionar al Ejecutivo ruso sobre la necesidad de suavizar el coste social de la reforma, lo que no resulta f¨¢cil. Adem¨¢s, Yeltsin ha hecho tantas y a menudo tan contradictorias promesas en campana que no podr¨¢ satisfacer las expectativas creadas. S¨²mense a ello las contradicciones existentes en su propio equipo sobre el contenido y el ritmo de las reformas econ¨®micas, sobre la corrupci¨®n, sobre el conflicto checheno y sobre el papel internacional de Rusia. Y ya tenemos los ingredientes del explosivo c¨®ctel ruso.
Yeltsin ha demostrado en las ¨²ltimas semanas una sorprendente capacidad de recuperaci¨®n pol¨ªtica. No cabe olvidar que hace tan s¨®lo unos meses sus perspectivas electorales no superaban el 10%. Y probablemente seguir¨¢ sorprendiendo. Lo ocurrido desde la noche misma de la primera vuelta de las elecciones presidenciales es prueba de sus reflejos pol¨ªticos, pero tambi¨¦n de su debilidad, biol¨®gica -con dos ataques cardiacos en los ¨²ltimos d¨ªas- y pol¨ªtica. De esta ¨²ltima ha sacado partido al incorporar a su equipo, como en las matriuskas, a sus rivales anteriores. No cabe excluir que lo haga incluso con algunos seguidores de Ziug¨¢nov, especialmente para ocupar, carteras de contenido social. Claro que el espacio disponible es escaso y para meter nuevas mu?ecas en su c¨ªrculo se ha visto obligado a sacar otras. El reparto de poder en el Kremlin sigue sin aclararse, y las luchas de palacio arreciar¨¢n probablemente si se confirma el mal estado de salud de Yeltsin.
Si no ten¨ªa delfin, el general Alexandr L¨¦bed ha asumido claramente este papel, desde el momento -si no antes- en que Yeltsin le nombr¨® secretario general del Consejo de Seguridad. La era pos-Yeltsin comenz¨® ya entonces. No est¨¢ garantizado que su sucesor sea este ambicioso general que ha hecho p¨²blica su aspiraci¨®n de ser presidente antes del a?o 2000, es decir, antes de que expire el renovado mandato de Yeltsin. Para ello deber¨ªa realizar en su persona una s¨ªntesis a¨²n pendiente entre el reformismo y el nacionalismo ruso.
La formaci¨®n de un nuevo Gobierno permitir¨¢ valorar las primeras claves pol¨ªticas del futuro inmediato de Rusia, un futuro de relativa inestabilidad que puede tardar varias d¨¦cadas en sedimentarse y que, en parte, determinar¨¢ el porvenir de Europa. Yeltsin gan¨® ayer. Pero un poco al modo de El Cid.
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