H¨¦roes del acontecer violento
Aprender a ser. La infancia y la juventud son las etapas de la vida en las que se han de adquirir los requisitos para la biograf¨ªa normal. "Somos nuestra infancia", ha dicho Lyotard.La socializaci¨®n es el proceso por el que nace y se desarrolla la personalidad individual en relaci¨®n con el medio social que le es transmitido, conlleva la transacci¨®n de los dem¨¢s. Pues, como dijo Buber, "tambi¨¦n el gorila es un individuo, tambi¨¦n una termitera es una colectividad, pero el yo y el t¨² s¨®lo se dan en nuestro mundo, porque existe el hombre y el yo, ciertamente a trav¨¦s de la relaci¨®n con el t¨²". Sin embargo, el adolescente, privado de experiencias nutrientes, desorienta su maduraci¨®n.
El progreso de esta civilizaci¨®n ha de basarse en la solidaridad que mostremos a nuestros ni?os, y este siglo demasiado viejo no ve que la tolerancia sea la caracter¨ªstica que defina a esta sociedad. Y eso que sabemos que los conflictos adaptativos hunden sus ra¨ªces en la desestructuraci¨®n del microsistema familiar, el no buscar apoyo social fuera de esta unidad, la falta de motivaci¨®n y consecuente fracaso escolar, la inadaptaci¨®n socioambiental y una cultura que entiende que los problemas son individuales. En gran medida educamos a nuestros ni?os en la violencia, contra la naturaleza, contra los seres humanos. Quemamos los bosques, contaminamos el aire, esquilmamos el mar, exterminamos otras tribus, otras ideas, otro sentir. La violencia que nos rodea puede llegar a insensibilizarnos. El que haya ni?os violentos es un mal que est¨¢ en la sociedad, y su vacuna es la prevenci¨®n, el amor y la higiene mental colectiva.
Clamamos contra el posicionamiento fariseo que responsabiliza al joven de sus conductas, cuando antes no se han adopta do medidas preventivas, y culpamos a las instituciones que no intervienen cuando el ni?o est¨¢ en peligro, sino cuando es un peligro. Los adolescentes sufren en mayor medida que el resto de la poblaci¨®n el rechazo y/o fracaso de los dos medios socializadores primarios: la familia y la escuela, que les conduce a contestar cuando se les pregunta ?qu¨¦ haces durante las 24 horas del d¨ªa? "Dar vueltas". Haremos bien en preocuparnos por su futuro desde el presente.
Ser¨ªa interminable el listado de malos tratos que apreciamos que sufren nuestros ni?os: van desde el sometimiento para dar satisfacci¨®n sexual a los adultos hasta el trabajo ilegal, pasando por la utilizaci¨®n para propagar la xenofobia o imponer el terrorismo, desde la posesi¨®n del Padre hasta el "reservado el derecho de admisi¨®n" de algunas APA, desde cercenar su desarrollo hasta empobrecer su ¨¦tica, desde nacer en la c¨¢rcel hasta el infinito. Muchas veces hemos o¨ªdo la expresi¨®n "no me explico c¨®mo un ni?o ha podido hacer eso" (ya sea una violaci¨®n, un destrozo o una agresi¨®n a su madre); les aseguro que al terminar la exploraci¨®n psicol¨®gica quedan meridianamente claras las entre comillas "razones", que si bien no son "de obligado cumplimiento", s¨ª resultan inductoras y decisivas. Sabedores de que los ni?os y son personas de derechos y deberes, les demandamos una responsabilidad y voluntad en evoluci¨®n, pero no se puede exigir si antes no han existido modelos que hayan permitido su aprendizaje.No es suficiente centrarse en ni?os individuales, hay que intervenir, en la estructura ni?o-familia-contexto, desde una perspectiva global, integradora, es decir, "ecologiz¨¢ndolo" en la comunidad.Trabajar con los inadaptados sociales es buscar su autonom¨ªa (que significa en griego darse una ley a s¨ª mismo); para ello se han de descubrir los l¨ªmites, pues, como dijo Chesterton, "nada encuentro tan maravillosamente bello como una ventana. Pero si me dejara llevar por mis inclinaciones hacia un infinito n¨²mero de ventanas, acabar¨ªa por no haber paredes e igualmente acabar¨ªa por no haber ventanas". Se ha de respetar el espacio individual, trabajando con un tiempo no cronol¨®gico, con una visi¨®n horizontal y evolutiva de la historia de vida del adolescente, contemplando su pasado roto y su fututo sombr¨ªo, entendiendo en este proceso lo factible y no tr¨¢gico de la reca¨ªda.Ha de primar la b¨²squeda de los aspectos positivos e¨®n los que cuenta el menor, que permita ulteriormente instrumentar la interiorizaci¨®n de los no existentes. Se ha de facilitar la adquisici¨®n de conductas prosociales mediante habilidades para interactuar (emplear mediadores verbales, utilizar el humor, fomentar la autocr¨ªtica, aceptar frustraciones, etc¨¦tera), se ha de alimentar la participaci¨®n social, el tejido asociativo y la asunci¨®n de respeto. Hemos de potenciar las relaciones intergeneracionales equilibrando los valores ¨¦ticos y sociales.
El proceso educativo es m¨¢s amplio que el curr¨ªculo escolar, incluye a la familia y al grupo de referencia, la utilizaci¨®n del tiempo libre como aut¨¦ntico ocio resulta literalmente vital. Los ni?os son mim¨¦ticos y la televisi¨®n presenta unos modelos donde la vida "del otro" tiene escaso valor, la violencia se recrea en s¨ª misma. Sin embargo, los medios de comunicaci¨®n han de ser utilizados para hacer ver que la mayor¨ªa de las generaciones se han sorprendido del camino que tomaban los m¨¢s j¨®venes y que la empat¨ªa es el gran ant¨ªdoto de la violencia, hay que ense?ar a ponerse en el lugar del otro, c¨®mo piensa, c¨®mo razona, c¨®mo nos vive.
Respecto a la instituci¨®n judicial, ha de aprovechar el contacto con la infancia para conseguir de ¨¦sta un mayor respeto y valoraci¨®n mediante la participaci¨®n activa en cuanto le afecte. Y ello desde un criterio cient¨ªfico que atienda a todas sus circunstancias familiares, sociales y personales (historia vivida, motivaciones, intereses ... ). Una intervenci¨®n que sea inmediata a los hechos que se le imputan y m¨ªnima dentro de las posibles, garantista, individual, basada en principios mediadores. Primen las medidas alternativas, se implique a la comunidad y repare a la v¨ªctima. Cuyo objetivo sea la denuncia preventiva de situaciones que ara?an y la evitaci¨®n de reincidencias. Prevalezca la esperanza y el trabajo en el pueblo, en el barrio, con el menor. Donde se tome en serio al ni?o.
Dar de palos para ense?ar a respetar y a ser pac¨ªficos es una necedad, ense?ar a ser libre privado de libertad es una contradicci¨®n insalvable. Y es que, como dec¨ªa Jeffery, "m¨¢s leyes, m¨¢s penas, m¨¢s pericias, m¨¢s jueces, m¨¢s c¨¢rceles, significa m¨¢s presos, pero no necesariamente menos delitos".
Si hemos fracasado en la prevenci¨®n primaria, no abortemos la esperanza de la reintegraci¨®n social. Seamos intransigentes con una realidad que ubica la violencia juvenil no s¨®lo en la secci¨®n de sucesos, sino en la de sociedad.
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