Subsuelo

Madrid ha perdido un poco del azul que lo identificaba. No se trata del cielo, m¨¢s bien del subsuelo, igualmente tan madrile?o. Y es que esa gente que se dedica a ayudar a desplazarse a millones de madrile?os por las galer¨ªas del tubo, ha cambiado -camaleones a la fuerza- de color. A los empleados del metro nos han arrancado la piel azul. Pantal¨®n oscuro y americana burdeos para, un uniforme pretencioso, vulgar y absolutamente ajeno al transporte.Me hab¨ªa acostumbrado a econtrarme con metreros por las viejas ciudades de Europa. Los hombres azules del el¨¦ctrico de Lisboa que escalan, con sus antediluvianos y renqueantes animales de metal, las colinas de la ciudad blanca, ya no ser¨¢n tan colegas.

Ni me sentir¨¦ tan solidario con la combativa sciopero de los empleados de los vaporettos de Venecia, cuyos uniformes ti?en de reflejos azules las aguas de la laguna.

Alguien, desde alg¨²n oscuro despacho, ha decidido quitarme esos privilegios, crey¨¦ndose con derecho a vestir nuestros cuerpos como si fueran maniqu¨ªes. Y es que el azul estaba muy visto. En cambio, por poner un solo ejemplo, toda una vida de reserva, un 30% de la plantilla eternamente discriminada, gracias al inmovilismo est¨²pido de unos sindicatos que han perdido el culo para ponerse el nuevo traje, no escandaliza a nadie. Curioso pa¨ªs, tan dado a cambiar de imagen para que todo siga igual.