El valle de los huesos
Las pinturas de la sinagoga de Dura Europos, ejecutadas en el siglo III y conservadas hoy en el Museo de Damasco, ofrecen un resumen en im¨¢genes de la historia b¨ªblica del pueblo de Israel. Algo que la gu¨ªa oficial, re dactada en 1990 por cierto Al¨ª al Souki, esconde todo lo que puede al omitir incluso que las im¨¢genes reproducidas corresponden a la sinagoga y adjudicarles unas leyendas explicativas consistentes en citas del Cor¨¢n. El autor juega tambi¨¦n con la actualizaci¨®n de los temas: no son los filisteos b¨ªblicos, sino los palestinos, quienes vencen a los jud¨ªos y les arrebatan el arca de la Alianza. La lucha contra el sionismo del presidente Hafed el Asad se lleva al campo de batalla poco propicio de la historia del arte con el poco brillante resultado de destacar el plagio que en muchos pasajes encierra el Cor¨¢n respecto del antecedente b¨ªblico.Pero volviendo a la iconograf¨ªa de Dura Europos, las m¨¢s impresionantes, dentro del estilo na?f que las caracteriza, corresponden al castigo divino sobre los israel¨ªes, que origina la destrucci¨®n de sus casas y de sus vidas: "Henchir¨¦ de muertos tus colinas" y "no ser¨¢n ya habitadas tus ciudades", conforme rese?a el libro de Ezequiel. El profeta es llevado entonces a "un campo que estaba lleno de huesos", pero es para mostrarle que va a hacerles revivir y reconstruir con ellos un solo reino bajo el cetro de un nuevo David: "Yo tomar¨¦ a los hijos de Israel de entre las gentes a que han ido, junt¨¢ndolos de todas partes, y los traer¨¦ a su tierra". El Cor¨¢n del editor oficial da una larga cambiada para evitar el significado de ese renacimiento nacional, que desde la sima del cautiverio de Babilonia fija un objetivo milenarista a¨²n hoy vivo en buena parte de los israel¨ªes. Tambi¨¦n advierte Ezequiel que ese fin ser¨¢ alcanzado tras la victoria, propiciada por Yahv¨¦, sobre los invasores de Gog y Magog, a quienes destruir¨¢n con ayuda de aqu¨¦l. Quedaba abierta la v¨ªa para la fijaci¨®n de un Estado teocr¨¢tico, cerrado sobre s¨ª mismo, instrumento desesperado de Dios, por contraste con la significaci¨®n universalista que, como subraya Jean Bott¨¦ro, corresponde al mensaje b¨ªblico en cuanto a las relaciones entre Dios y el hombre. De un lado, la utop¨ªa exclusivista (pueblo elegido) y teocr¨¢tica; de otro, el drama de la asimetr¨ªa entre Dios y el hombre en el libro de Job. Y antes del happy end, en sus p¨¢ginas, la imagen de un Dios que tolera y preside la injusticia.
No ha sido Yahv¨¦, sino un proceso hist¨®rico cargado de tragedia lo que ha hecho realidad la profec¨ªa de Ezequiel. El holocausto ha sido el m¨¢s terrible valle de los huesos que pudiera imaginarse. A partir de ah¨ª, la tensi¨®n permanece en el casi medio siglo del Estado de Israel, entre la dimensi¨®n humana, el proyecto de dar contenido a la organizaci¨®n pol¨ªtica del pueblo jud¨ªo mediante unas instituciones de vocaci¨®n universalista (democracia, socialismo agrario) y la inevitable tentaci¨®n de insertar lo ocurrido en una secuencia inscrita en la teolog¨ªa hist¨®rica. Parad¨®jicamente, tras la matanza nazi prevalece el impulso transformador: fiel a su tradici¨®n, y precisamente por ella, Israel se siente capaz de dar vida a ' un sentido comunitario de la vida social y pol¨ªtica. Pero lo hace en un marco esencialmente perverso de destrucci¨®n del otro. Desde su ¨®ptica de portavoz de un pueblo elegido, Ezequiel no repar¨® en un peque?o detalle: ?qu¨¦ iba a suceder con los habitantes del territorio adonde retornar¨ªan los jud¨ªos? Desde la perspectiva teocr¨¢tica, no existe el problema y lo esencial es la reocupaci¨®n de la tierra prometida. En la pr¨¢ctica, la construcci¨®n y supervivencia de Israel ha supuesto medio siglo de guerras larvadas o abiertas, el desgarramiento y la expropiaci¨®n del colectivo ¨¢rabe palestino y, en definitiva , una situaci¨®n de permanente inseguridad para el Estado jud¨ªo.
Esto es lo que pod¨ªa y puede resolver el presente proceso de paz para Israel, y en t¨¦rminos extremadamente favorables. De consumarse, el peque?o Estado palestino resultante, partido en dos y con una superficie menor que la de la provincia de Madrid, teniendo que garantizar las comunicaciones entre los asentamientos jud¨ªos, quedaba en abierta situaci¨®n de subordinaci¨®n de facto. Aceptar la paz era para Yasir Arafat y su pueblo asumir como mal menor una derrota hist¨®rica. Al margen de que Israel donaba lo que no era suyo y que estaba condenado a evacuar de acuerdo con las resoluciones de la ONU. Quedaba la espinosa cuesti¨®n de Jerusal¨¦n, la doble capital, no tanto porque fuera una ciudad sagrada para los ¨¢rabes, al-Quds, desde donde supuestamente Mahoma emprendi¨® su vuelo celestial (en un claro intento de captaci¨®n e imposici¨®n a los dos credos rivales monote¨ªstas: en el Cor¨¢n ni se la menciona), sino porque, pura y simplemente, el este de la ciudad es ¨¢rabe hoy como lo fuera desde hace siglos, y all¨ª est¨¢ la mezquita de la Roca. Tema dif¨ªcil, pero que cuenta con antecedentes resueltos de doble capitalidad, como Roma y la ciudad del Vaticano. Tambi¨¦n lo era, obviamente, la resoluci¨®n de los conflictos hidrogr¨¢ficos y de seguridad asociados a la devoluci¨®n del Gol¨¢n. Pero, conviene recordarlo, no ser¨ªan p¨¦rdidas, sino devoluciones. La paz val¨ªa ese precio, as¨ª como el esfuerzo de soportar los atentados que inevitablemente habr¨ªa de propiciar la insatisfacci¨®n de grupos palestinos radicales.
La convergencia de integrismo y sentimiento de inseguridad ha hecho que las cosas fueran de otro modo. Primero, con el asesinato de Rabin. Segundo, por la amenaza que representa la victoria del Likud y partidos religiosos en torno a Benjamin Netanyahu en las elecciones parlamentarias. La concepci¨®n teocr¨¢tica de Israel se ha impuesto. Apru¨¦bense o no las trayectorias sobre el tema palestino de hombres como Rabin o Peres, lo cierto es que hab¨ªan enfilado esta vez el camino de la paz y el reconocimiento del Estado palestino. El uno ha muerto y el otro ha sido derrotado por ello. No es algo sobre lo que quepa trivializaci¨®n, abriendo paso al wishful thinking de que Netanyahu va a hacer lo mismo porque no hay otra cosa que hacer. Es un razonamiento falso, muy acorde con la posici¨®n de esos jefes de diplomacia perfectamente in¨²tiles que han florecido en estos ¨²ltimos a?os en torno a la crisis bosnia. Como es tambi¨¦n inexacta la evocaci¨®n del papel del Likud en la paz con Egipto: entonces se trataba de eliminar un enemigo militarmente muy, peligroso -guerra de 1973- sin tocar a la tierra prometida; la contrapartida de la paz fue consolidar la pol¨ªtica de asentamientos en CisJordania que en s¨ª misma hace casi imposible una paz real.
Netanyahu gan¨® en nombre de la defensa de los asentamien- Pasa a la p¨¢gina siguiente Viene de la p¨¢gina anterior tos y del triple rechazo al reconocimiento de un Estado palestino, de negociar sobre Jerusal¨¦n y de devolver el Gol¨¢n. Tras la victoria, se llen¨® la boca de paz, como mandaban los c¨¢nones de la publicidad, pero ni siquiera habl¨® de Yasir Arafat. El recurso para escapar a la realidad consisti¨® en un insospechado afecto hacia Sim¨®n Peres, a quien antes cubri¨® de lodo. La respuesta de los l¨ªderes ¨¢rabes fue, l¨®gicamente, desconfiada y juiciosa. La de Hezbol¨¢, llamar de nuevo a la puerta de la muerte y filmarlo con v¨ªdeo. En p¨²blico, la de Europa y Estados Unidos, nada: buenos deseos. Cuando es claro que si Netanyahu cambia de rumbo es porque Occidente, no los ¨¢rabes, le fuerzan a ello. Sin presiones eficaces querr¨¢ paz, pero inaceptable para los dem¨¢s, y en primer t¨¦rmino para Arafat. El l¨ªder palestino se encuentra ya al borde del abismo y no puede hacer una concesi¨®n m¨¢s sin autodestruirse. El valle de los huesos puede ser de nuevo -y no es arriesgado aqu¨ª jugar a profeta- la representaci¨®n emblem¨¢tica de la historia.
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