Torear, ese imposible
Ni un pase como Dios manda.Ni un pase, ni un lance, ni una estocada seg¨²n dictan los c¨¢nones fueron capaces de instrumentar los tres diestros. Torear ya viene pareciendo un imposible, una utop¨ªa, una entelequia.
Da igual que los toros salgan nobles. Los toros de Alcurruc¨¦n -se except¨²a el lote de Rivera Ord¨®?ez- se pasaron incluso de nobleza y llegaron a portarse con una sumisi¨®n enternecedora. Los cuatro Alcurruc¨¦n que correspondieron a Emilio Mu?oz y a Enrique Ponce embest¨ªan en cuanto se les citaba, tomaban los enga?os sin un mal gesto, se quedaban quietos despu¨¦s esperando ¨®rdenes. Y ni a¨²n as¨ª -ni por esas- fueron capaces los mencionados Emilio Mu?oz y Enrique Ponce de elaborar suerte alguna con cumplida ejecuci¨®n.
Alcurruc¨¦n / Mu?oz, Ponce, Rivera
Toros de Alcurruc¨¦n, discretos de presencia, justos de fuerza, varios muy sospechosos de pitones, d¨®ciles hasta la borreguez; 3? y 6? deslucidos.Emilio Mu?oz: pinchazo, bajonazo y descabello; se le perdon¨® un aviso (silencio); pinchazo baj¨ªsimo, otro hondo atravesado bajo y rueda de peones (silencio). Enrique Ponce: estocada corta baja y rueda insistente de peones (oreja); pinchazo -aviso- y estocada (ovaci¨®n y salida al tercio). Rivera Ord¨®?ez: estocada ca¨ªda (silencio); pinchazo y estocada (aplausos). Plaza de Pamplona, 9 de julio. 4? corrida de feria. Lleno.
Daban un muletazo y se quitaban de enmedio. Emilio Mu?oz con ademanes de legionario bravuc¨®n, Enrique Ponce con los de un rapsoda transido por el estro, y en realidad los dos hac¨ªan la misma faena. Faena en el sentido amplio del t¨¦rmino. Faena en la acepci¨®n que define una mala pasada al p¨²blico en general, a la afici¨®n en particular y principalmente al arte de torear, que constituye la esencia de la fiesta.
Lo m¨¢s sustancioso de esas faenas eran los desplantes. Unas veces arrebatados, otras pintureros, al verlos irse jacarandosos de la cara del toro cualquiera dir¨ªa que acababan de recrear la suertes fundamentales de la tauromaquia en su versi¨®n excelsa.
Es lo que en la jerga propia de la tauromaquia contempor¨¢nea llaman darse importansia. Cuando el torero se da importansia resulta irrelevante que el toreo le salga hecho un churro. Algunos p¨²blicos -el de Pamplona entre ellos- prestan mayor atenci¨®n a los desplantes que al toreo propiamente dicho. A lo mejor permanecen callados, puede que aburridos, mientras el torero est¨¢ pegando pases por ah¨ª, pero en cuanto los remata con el de pecho y se marcha contoneando el esqueleto, rompe a aplaudir.
Un argumento reivindicativo de estas figuras pegapasistas incapaces de torear es que el p¨²blico les aplaude. Y, efectivamente, el p¨²blico pamplon¨¦s les aplaud¨ªa; mas no se limitaba a aplaudir. Mientras pegaban pases Emilio Mu?oz y Enrique Ponce, tambi¨¦n le daba tientos a la bota el p¨²blico pamplon¨¦s" se echaba al coleto largos tragos de sangr¨ªa, gulusmeaba el champanico, se com¨ªa una chapata de tres palmos llena de magras con pimientos del piquillo o pod¨ªa ser un ajoarriero recio generoso en langostinos.
Los mozos, entretanto, indiferentes a los unipases disfrazados de naturales y derechazos que pegaban ruedo a trav¨¦s Emilio Mu?oz y Enrique Ponce, cantaban La chica ye-ye; acompa?aban a ritmo sincopado Paquito el chocolatero; coreaban "?Indur¨¢in, Indur¨¢in!", que es a la vez grito de guerra e himno patrio, si ven¨ªa a mano le vert¨ªan por la cabeza un pozal de agua al vecino de al lado; el vecino de al lado correspond¨ªa, tirando pu?ados de harina alrededor sin miramiento de caras ni de ojos; los de la grada hac¨ªan la ola; los de la andanada, divididos en dos facciones, dialogaban aquello de "?Hola, don Pepito, hola don Jos¨¦!"; y todo ello sin detrimento de hacer por la vida, dando buena cuenta de los guisos y las libaciones con el debido honor,afici¨®n y gusto.
Aplaud¨ªa, en efecto, el p¨²blico pamplon¨¦s; a Ponce hasta le dio una oreja. Y cantaba y com¨ªa tambi¨¦n. Lo cual no quiere decir que permaneciera inadvertido, pues en cuanto se le col¨® el tercer toro a Rivera Ord¨®?ez -esto ocurri¨® tres veces- puso el grito en el cielo. De media arrancada el toro, Rivera sufri¨® achuchones. El sexto se acul¨® en tablas, y hubo de trastearlo por la cara. Torear, s¨ª, supone un complicado ejercicio con los toros dif¨ªciles; ahora bien, si salen f¨¢ciles, estas figuritas tampoco son capaces de torear, nunca, de ninguna manera; as¨ª los aspen.
Babelia
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