Cuba, Ir¨¢n y Libia y el 'destino manifiesto'
A lo largo de su corta historia, los norteamericanos se han considerado un pueblo ¨²nico, elegido por Dios. Al principio, su misi¨®n consisti¨® en expandir la frontera. De Nueva Inglaterra a la costa oeste. La memoria hist¨®rica de los indios que quedan sabe de esto. En el ¨²ltimo siglo y medio las relaciones exteriores de la gran rep¨²blica americana (oscilantes entre el compromiso-intervencionismo idealista wilsoniano, guerra para ayudar a los europeos para liberarse del totalitarismo, actitudes imperiales o imperialistas- y el retraimiento -aislacionismo tras la primera gran guerra y la de Vietnam-) han tenido siempre presente el "destino". La idea de "destino" ha configurado la actitud de la sociedad norteamericana para consigo misma y para con el resto del mundo.Inicialmente, el concepto connotaba una misi¨®n ideal que llevar a cabo. Se pensaba que la declaraci¨®n de independencia de 1776 ser¨ªa brillante ejemplo que habr¨ªa de inspirar a la humanidad. Sin embargo, pronto comenzar¨ªan las diferencias y tensiones con los amigos europeos. Ese sentimiento de comunidad ¨²nica, de gentes que est¨¢n realizando algo providencialmente inspirado, triunfante la Revoluci¨®n Francesa, llev¨® al embajador norteamericano de la ¨¦poca a manifestar a los franceses, pobres y descarriados corderos laicos, que les ser¨ªa imposible librarse de los vestigios del antiguo r¨¦gimen. La cosa no fue a mayores mientras el destino no se hizo manifiesto. Pero a finales del siglo XIX (guerra hispano-norteamericana y otros episodios) los herederos de los padres fundadores se empe?aron en labrarse una imagen que, con vaivenes y lemas diversos, les hac¨ªa aparecer inbuidos de una especial misi¨®n. La de proveer a las naciones atrasadas de la Tierra de los beneficios de la civilizaci¨®n anglosajona y de la cristiandad protestante.
Desde entonces a nuestros d¨ªas, la "manifestaci¨®n del destino" se ha hecho patente en distintas versiones. La ¨²ltima la constituye la cruzada emprendida por la mayona republicana conservadora que controla el Congreso de Estados Unidos y que endosa, en campa?a electoral, Bill Clinton, para atraer a la "recta v¨ªa" a los Gobiernos de Cuba, Ir¨¢n y Libia. Como gr¨¢ficamente ha expresado un diplom¨¢tico canadiense, las famosas leyes Helms-Burton y D'Amato hieren al amigo al disparar contra el enemigo y, como ha manifestado el presidente franc¨¦s, implican tomar como rehenes a las poblaciones concemidas.
Por una parte, estamos en presencia de un claro y abusivo ejercicio de extraterritorialidad jur¨ªdica que, al apretar las tuercas del embargo a esos Estados (castigando a empresas no norteamericanas que invierten en ellos), aumenta la precaria situaci¨®n de sus pueblos sin que est¨¦ garantizado el derrocamiento de sus Gobiernos. Por otra, es posible constatar dobles baremos a cargo de la Administraci¨®n norteamericana, que no lleva su fervor intervencionista a China, Arabia Saud¨ª o Myanmar. Y estamos adem¨¢s ante un atentado contra la filosof¨ªa del libre comercio, tan querida de Washington.
De Georges Kennan a Hans Morgenthau, de John Foster Dulles a Henry Kissinger, intelectuales y pol¨ªticos norteamericanos de variada adscripci¨®n han pretendido la prospecci¨®n del futuro sumergi¨¦ndose en el pasado. Sobre ellos, el prestigioso acad¨¦mico brit¨¢nico Christopher Coker ha escrito: "Cada uno se encontr¨® separado de los aliados de Estados Unidos por el mito y la leyenda, por sue?os que nadie compart¨ªa con ellos. Al inventar un nuevo lenguaje para expresar sus aspiraciones, sea el destino manifiesto o la nueva frontera, los americanos han creado un coloquio con ellos mismos, un discurso ¨²nico en la historia".
Ese, soliloquio sigue separ¨¢ndolos de la Uni¨®n Europea (Reino Unido incluido) y de Canad¨¢, como demuestran las sanciones a Cuba. Pero no importa. El destino contin¨²a manifest¨¢ndose alto y claro. Como bot¨®n, la declaraci¨®n del parlamentario republicano Bill Archer: "Estados Unidos se ve forzado a ejercer su liderazgo unilateralmente".
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