La, soledad de Cristina
"Otra vez el mismo juez. El que ya me fastidi¨® en M¨²nich". Eso debi¨® pensar Cristina Antol¨ªn, de 22 a?os, la primera deportista que abri¨® la participaci¨®n espa?ola en Atlanta. Cristina particip¨® en la modalidad de carabina y no tuvo mucha suerte. Fall¨® m¨¢s de la cuenta en las primeras series y con 386 puntos sobre 400 -su ¨²ltimo registro superaba el 395- no pas¨® a la final. El oro fue para la polaca Renata Mauer, que,desbanc¨® en el ¨²ltimo instante a Petra Horneber.Cristina se hab¨ªa entrenado varios d¨ªas en esta galer¨ªa de arte, un pabell¨®n con un peque?o anfiteatro para los especiadores, de- Wolf Creeck Shooting Complex. Y lo hizo bajo la supervisi¨®n te¨®rica de los jueces de la competici¨®n. Nadie le hab¨ªa llamado nunca la atenci¨®n en los ensayos de si se apoyaba con la dura chaqueta sobre la carabina. Una irregularidad primero se avisa, luego supone tarjeta amarilla y por ¨²ltimo la expulsi¨®n. El juez ingl¨¦s quiso directamente amonestarla, aunque otro cuba no logr¨® disuadirle. El episodio aument¨® a¨²n m¨¢s los nervios de la tiradora, subcampeona del mundo en Cuba en 1995 y subcampeona de Europa junior en el 92, que debutaba en unos Juegos. No hubo reclamaci¨®n.
El d¨ªa empez¨® muy pronto y con tensi¨®n. Cristina no asisti¨® ni a la ceremonia ol¨ªmpica y ni tan siquiera la vio por televisi¨®n. "Yo, a las once ya dorm¨ªa", explicar¨ªa m¨¢s tarde. "Por cierto, me han dicho que la inauguraci¨®n no estuvo muy bien. Algo me han contado de que fue una copia de Barcelona". Tras sufrir' graves problemas para trasladarse desde la Villa Ol¨ªmpica hasta la subsede de tiro -los trenes no funcionaban-, Cristina empez¨® a disparar a, las nueve de la ma?ana. No hubo mucha gente viendo como compet¨ªa: el seleccionador, un t¨¦cnico y el presidente de la federaci¨®n. Este es un deporte para atletas curtid¨®s: pocos consuelos y alguna recriminaci¨®n tras no poder alcanzar el podio. La deportista sac¨® coraje para presenciar en directo la final que no alcanz¨®. Sufri¨® por el descalabro de la alemana Horneber y se alegr¨® del ¨¦xito de su amiga Alexandra. Cuatro a?os de esfuerzo se evaporaron en una hora y alguna l¨¢grima. Tras llamar por tel¨¦fono a, su padre y entrenador, suspir¨®: "Me hubiera gustado que estuviera aqu¨ª. No pasa nada. Esto, ma?ana, se me pasa".
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