El culto al cero
En EL PA?S del 20-VII-96 leo que el Ministerio de Educaci¨®n y Cultura va a armarnos otro centenario, esta vez sobre el Noventayocho, para el que ya se ha designado la "comisi¨®n", presidida por el propio ministro, do?a Esperanza Aguirre, con sus vicepresidentes y vocales. En un art¨ªculo del mismo d¨ªa veo que Javier Tusell se escandaliza de que alguien haya protestado de ello, exclamando: "?hasta reprochar la conmeraci¨®n del 98, una excelente ocasi¨®n de repensar Espa?a!". Pero ?por los clavos de Cristo!, se?or Tusell, ?qu¨¦ piensa usted que pueda querer decir "100" que no quieran decir "99" o "101"? Una actividad intelectual que se mueve de ese modo me da la imagen de un grupo de personas sentadas en la terraza de un caf¨¦ a ver pasar los ceros, para ponerse a discutir vivamente y aplaudir con fervor a cada nuevo cero que aparece, y volver a sumirse, una vez pasada tan excitante elipse, en la abulia y el silencio. Al funesto nominalismo hist¨®rico imperante le da por fetichizar la palabra precisamente en los ¨²nicos casos en que, como ¨¦ste de la convenci¨®n de los sistemas num¨¦ricos (que, como Tusell sabr¨¢ mejor que yo, no en todas las culturas ha sido de base 10), ser¨ªa perfectamente v¨¢lido decir universalia sunt nomina. Unas veces se trata de los ceros de las propias efem¨¦rides hist¨®ricas, como ¨¦sta del 98, otras, de los del mero calendario en s¨ª, como en la oligofr¨¦nica expectaci¨®n ante el magno advenimiento del siglo XXI, respecto del cual, por a?adidura, el fetichismo se muestra tan est¨®lido que ni siquiera respeta la mera racionalidad aritm¨¦tica, dado que lo va a celebrar el 1 de enero del a?o 2000, cuando en rigor no empieza hasta el del 2001. Volviendo al centenario del 98, ?es que no hemos tenido ya bastante con el Quinto Centenario para la difusi¨®n de la incultura nacional y la analfabetizaci¨®n de los espa?oles? Pero, sobre todo, ?c¨®mo no ve Javier Tusell que estos tinglados se organizan exclusivamente para el meritoriaje de los funcionarios p¨²blicos, empezando por los propios ministros, siempre afanosos de "apuntarse tantos"? Si se Pasa a la p¨¢gina siguiente Viene de la p¨¢gina anterior produce, efectivamente, un cierto impulso para los estudios y las publicaciones sobre el cero en cuesti¨®n, el oportunismo publicitario y econ¨®mico de un sinn¨²mero de confituras improvisadas ad hoc para la fiesta no puede garantizar sino la baja calidad promedio de las aportaciones, rebozadas, adem¨¢s, en los halagos y las oficiosidades del destructivo ceremonial de los "actos" (?50.000 se proyectaron para lo de Sevilla!) y las exposiciones exudados en noches de delirio por ingenios funcionariales recalentados y exprimidos en las angustias del meritoriaje.Pero, adem¨¢s, los tremendos dinerales que se van a tirar en fuegos de artificio para esta nueva adoraci¨®n del cero habr¨ªan podido tener menos da?ina y m¨¢s honrosa aplicaci¨®n de no haberle ganado la industria editorial privada definitivamente la partida a las publicaciones del Estado, que es como si ¨¦ste le hubiese concedido a aqu¨¦lla la exclusiva de los derechos de explotaci¨®n sobre todo el subsuelo mineral de lo publicable. De modo que la empresa editorial privada ha logrado vetar, en nombre de hipot¨¦ticos intereses, cualquier iniciativa del Estado para publicar cosas que, al margen de su rentabilidad, pudiese considerar de inter¨¦s p¨²blico, porque las editoriales privadas le dicen: "?Y si luego resulta un ¨¦xito de ventas del que nosotras podr¨ªamos habernos beneficiado? El ministerio nos habr¨ªa hecho una competencia desleal". En verdad que, es como lo del perro del hortelano, porque el Estado no les limita a las editoriales el derecho de publicar lo que se les antoje. Por ejemplo, y ya que estamos con lo del 98, estoy seguro de que a Javier Tusell le gustar¨ªa mucho ver una "Colecci¨®n de documentos in¨¦ditos de la Guerra de Cuba". ?Qu¨¦ editorial privada se arriesgar¨ªa a emprender una obra tan costosa y de tan incierta tentabilidad? Ya s¨¦ los abusos que puede cometer una Administraci¨®n; ya s¨¦ que hubo un tiempo en que, por ejemplo, los s¨®tanos del CSIC estaban atiborrados de ediciones enteras de obras hispanoamericanas publicadas tan s¨®lo porque el Gobierno gustaba de favorecer a los criollos visitantes -que, entonces, como eran ricos, no eran todav¨ªa "sudacas", sino "nuestros hermanos de Ultramar", a los que el Gobierno ten¨ªa "a mesita componte", o sea, en palmitas-; todo eso ya lo s¨¦, pero el hecho de que el Estado pueda procurar, contra toda legalidad, el beneficio de particulares no es raz¨®n suficiente para sustituirlo por particulares, que, con total legalidad, procuran s¨®lo su propio beneficio.-
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