Barcelona 96
El Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional y su presidente, Juan Antonio Samaranch, han vivido hasta este a?o de un axioma: cualquier edici¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos es la mejor de la historia. Es un axioma necesario: facilita, la emulaci¨®n entre ciudades y permite que el negocio vaya como la revoluci¨®n o como la bicicleta, que si se paran se caen. Desde esta, consideraci¨®n, escocidos por tanto patriotismo ful y no demasiado seguros de nuestro lugar en el mundo, los ciudadanos de Barcelona fuimos muy felices durante los Juegos, pero s¨®lo con la boca peque?a hablamos de nuestro ¨¦xito: "Siempre son los mejores de la historia", respond¨ªamos con elegancia muy in¨¦dita -y muy eficaz-, dada nuestra tendencia a la autocomplacencia, y en especial a la autocomplacencia en las derrotas.Ahora el axioma se ha roto: el primer pa¨ªs del mundo ha tramitado la cita ol¨ªmpica con un enorme desbarajuste, los mejores Juegos del siglo XX van a ser los de Barcelona y, en con secuencia, el se?or Samaranch tendr¨¢ muchas dificultades para organizar sus palabras de clausura. El fracaso de los otros no a?ade gloria, o a?ade una gloria; da?ina: Barcelona cumpli¨® con su deber como Tokio, Los ?ngeles o Mosc¨². Como lo cumpli¨® Montreal, aunque todav¨ªa est¨¦ pagando las deudas. Sobre las im¨¢genes de Atlanta, Barcelona puede reivindicar ese cumplimiento. Pero puede hacer algo m¨¢s: fortalecer, desde su propia experiencia y la de Atlanta encadenadas, otro axioma: los Juegos suceden en la televisi¨®n, pero su plat¨® es una ciudad entera. El plat¨® no son los d¨®lares, ni las grandes empresas, ni las avanzadas redes inform¨¢ticas," ni siquiera las medallas de los deportistas. El plat¨® es todo eso, por supuesto, pero cosido a una voluntad com¨²n, moral y f¨ªsica. Una voluntad a la que puede darse el nombre aproximado de ciudadan¨ªa. El fracaso de Atlanta es el triunfo de la ciudad.
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