Qu¨¦ es urgente
Julio Cort¨¢zar cuenta c¨®mo fue evolucionando la prisa por llegar. Primero inventaron el avi¨®n que romp¨ªa la barrera del sonido. Despu¨¦s, consideraron que era m¨¢s conveniente el m¨¦todo del barco. Y as¨ª sucesivamente fueron creando modos distintos de desplazamiento, hasta que alguien paciente y sabio propuso la soluci¨®n ideal, algo as¨ª como el regreso al futuro:-?Ypor qu¨¦ no inventamos ir a pie?
La prisa, la urgencia. ?Para qu¨¦? Cuando ¨¦ramos a¨²n ni?os ve¨ªamos con el asombro de la infancia los enormes r¨®tulos rojos que ven¨ªan en las cartas urgentes. Poco a poco, el tiempo nos ha ido devolviendo esa imagen en toda su inutilidad. ?Qu¨¦ es urgente? Nada es urgente, y hoy, en que la urgencia devuelve, como el mar, toda su basura, es m¨¢s evidente que nunca que el sello de urgencia ha perdido todo su poder de convicci¨®n. Estamos poblados de se?uelos de urgencia: el fax, el tel¨¦fono, el m¨®vil, la comunicaci¨®n instant¨¢nea, televisada y ubicua, la videoc¨¢mara ciudadana, el Internet, la sensaci¨®n multiplicada de que las distancias y el tiempo ya no existen, el papel multiplicado e id¨¦ntico al papel en el que ahora escribo. Nada es urgente, y si acaso lo ¨²nico que se abre paso con su urgencia tremenda y tranquila, pac¨ªfica y terrible, es la muerte y nada m¨¢s, y su urgencia es terminal y pat¨¦tica. Ahora, otra vez, viaja uno en avi¨®n, y las manecillas del reloj extraviado se?alan cu¨¢ntas cosas urgentes habr¨ªan quedado en el camino, cu¨¢ntas citas inexcusables no se cumplir¨ªan para nada y para nunca si a uno de esos alerones se le suelta una c¨¢scara sobre el oc¨¦ano que divide una hora de otra, un acento de otro, la Pen¨ªnsula de Canarias.
En una cr¨®nica eficaz y memorable que este peri¨®dico public¨® el ¨²ltimo jueves, el impar ?ngel Fern¨¢ndez-Santos describi¨®, como sin querer, en una de esas frases sincopadas que parecen nacidas de la rabia camusiana que alberga su sintaxis, con tres palabras aparentemente inconexas, la ra¨ªz de esta sensaci¨®n que hace parad¨®jica la urgencia- Dec¨ªa, describiendo tiempos pasados referidos a la biograf¨ªa del tan prematuramente fallecido actor Nacho Mart¨ªnez: "A?os antes febril". La fiebre de llegar antes, la voluntad frustrante de detener el tiempo como si el calendario fuera ajeno, y esa misma muerte lenta que cay¨® sobre el actor asturiano como si fuera la mano de antes y de siempre, deteniendo como un largo invierno la vocaci¨®n vana que tiene el hombre, cualquier hombre, de asociar su vida con la urgencia de estar.
Cuando llega el verano y parece que el mundo se va de vacaciones, la ciudad de los hombres simula respirar de otro modo, y se suele decir,- como cuando cambia el a?o, que ahora habr¨¢ tiempo para todo. Se adelgaza el tiempo, sin embargo, y parece que viven los hombres arrepinti¨¦ndose siempre de compensar el a?o s¨®lo con el temporal de las vacaciones. Probablemente, lo que buscan ah¨ª, en ese espacio programado para el ocio, es hallar la paciencia que parece que nos va negando la urgencia cotidiana. En el mundo de la cultura se vive esa prisa enga?osa como una trampa eficaz y constante: como si la vida fuera una carrera de obst¨¢culos, todos viajamos como si despu¨¦s del trayecto hubiera un premio y no nos damos cuenta de que la ca?a por la que creemos ascender est¨¢ cubierta del aceite de la derrota que siempre est¨¢ al final de todos los sue?os. Paciencia, paciencia, El verano es el tiempo abierto, el invierno es el tiempo al que se llega, la estaci¨®n de retirada. La sensaci¨®n que da el verano es la de eternidad, salud y fortaleza. El invierno trae la realidad que comienza a fabricarse en oto?o, y esa realidad se parece a lo que debi¨® ser el ¨²ltimo verano de la juventud de que hablaba Jaime Gil de Biedma. Aqu¨ª queda la ¨²ltima cr¨®nica de este verano, enviada por cualquier sistema ultrarr¨¢pido, instant¨¢neo, como si fuera urgente, como si hubiera hecho falta. A?os antes febril. Para qu¨¦ andar con tanta prisa- Ojal¨¢ volvamos a caminar andando.
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