Cerco al tabaco
Atlanta hace la vida imposible a los fumadores y oculta la venta de preservativos
"Ahora mismo nos estamos exponiendo a una multa de 2.000 d¨®lares (unas 260.000 pesetas)", dice Jos¨¦ Manuel Brasa, el seleccionador espa?ol de hockey femenino, tras sacar el mechero y encender un puro. "Pero me da exactamente igual. Si vienen, nos haremos los despistados. Estoy harto de tanta prohibici¨®n y tanta norma". Su irritaci¨®n era l¨®gica: los polic¨ªas retrasaron durante 20 minutos la entrada de sus jugadoras a presenciar un partido de sus rivales -encima quer¨ªan verlo entre el p¨²blico, a la sombra- y la de un t¨¦cnico que quer¨ªa filmar el partido.Brasa no estaba encendiendo el cigarro en un local cerrado. Quiso fumar en las gradas, al aire libre, del segundo campo de la Atlanta Clark University, la universidad de Georgia destinada a los negros. La ciudad de Atlanta impone esa nada desde?able multa -cuatro veces el salario espa?ol m¨ªnimo interprofesional- a quien ose fumar en' un edificio p¨²blico.
Los Juegos no se han escapado del cerco al tabaco: el Comit¨¦ Ol¨ªmpico de Atlanta (ACOG) ha declarado zonas p¨²blicas, no s¨®lo las instalaciones cerradas, tambi¨¦n las abiertas y las calles de las ¨¢reas ol¨ªmpicas. No sorprende demasiado la decisi¨®n del ACOG en una ciudad donde los universitarios ganan puntos en sus ex¨¢menes si delatan que compa?eros son aficionados a tama?a aberraci¨®n. Fumar se convierte as¨ª -entre otras cosas, porque los mecheros escasean- en una haza?a: prohibido en las salas de prensa, prohibido en las habitaciones de los hoteles -las alarmas se disparan, y el problema es que no se pueden abrir las ventanas-, prohibido en los aeropuertos -da lo mismo que te hayan perdido las maletas durante cuatro horas y que luego no te las dejen recoger- y prohibido en las calles ol¨ªmpicas -a no ser que alguien prefiera exponerse a la tenaz persecuci¨®n del voluntario de turno-. No siempre tienen ¨¦xito, porque la gente empieza a dar muestras de hast¨ªo. Los voluntarios se volvieron locos el d¨ªa de la ceremonia de inauguraci¨®n -dur¨® m¨¢s de cuatro horas-, cuando comprobaron que decenas de periodistas aprovecharon el interminable desfile de los equipos nacionales para fumar en los accesos exteriores del Estadio Ol¨ªmpico con vistas a una autopista. Nadie les hizo caso.
Estados Unidos restringe severamente el tabaco, pero las normas de Atlanta se . inscriben en esta sociedad sure?a extremadamente conservadora, capaz de detener durante cuatro horas a dos atletas es-, pa?oles de esgrima por orinar
en la calle y que se frota las manos contratando a sensuales bailarinas en los cumplea?os que no pasan de quedarse en biquini. La homosexualidad est¨¢ muy marginada y se castigan determinadas pr¨¢cticas sexuales en domicilios particulares. Las autoridades de Atlanta respiraron aliviadas: los polic¨ªas necesitan autorizaci¨®n judicial y se confiaba en ese requisito para contener el posible esc¨¢ndalo internacional.
Se¨²l regal¨® condones a la llegada de los atletas, inform¨¢ndoles del riesgo de contraer el sida. Barcelona puso maquinas expendedoras gratuitas por las calles de la Villa Ol¨ªmpica. ?Y en Atlanta? Hay que preguntar a decenas de deportistas hasta dar con alguno que haya visto preservativos. Brasa, el entrenador de hockey, que logr¨® evitar la multa por fumar, no los ten¨ªa presentes. Las noticias, al final, corren. ?D¨®nde? En la peque f¨ªa farmacia del hospital Policl¨ªnico, situado en la zona internacional de la Villa Ol¨ªmpica. Est¨¢n metidos en un bote de cristal, sobre el mostrador, de esos que se utilizan para los caramelos. No son dulces. Est¨¢n recortados, importados de Canad¨¢, son gratuitos y son condones.
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