Los restos de la tragedia
El centro de Atlanta intenta recobrar la normalidad despu¨¦s del atentado
, "Estoy triste. No lo entiendo. Estas cosas duelen. Encima, el lunes, Ray Charles ofrec¨ªa un concierto gratuito en el Centenial Olimpic Park. Veremos si lo suspenden". Michael Sciara, de 26 a?os, un empleado de una tienda de inform¨¢tica, de la Peachtree Street, reflejaba la tremenda sacudida que sufri¨® Atlanta en la madrugada del viernes al s¨¢bado. La ciudad sigue conmocionada. La bomba ha precintado el coraz¨®n de la zona de ocio de Atlanta, un parque agresivo, lleno de gigantescas marcas publicitarias, de bares y carpas. Una mezcla de Walt Disney con la feria de una fiesta mayor de pueblo. El lugar - equiparable a lo que las Ramblas eran en Barcelona 92- donde la poblaci¨®n de Atlanta se re¨²ne para celebrar sus Juegos.Atlanta se despert¨® hundida. La bomba ha partido los Juegos en dos. Las cadenas de televisi¨®n amargaron el desayuno. Mucha gente conoci¨® lo ocurrido cuando se levant¨®. La informaci¨®n deportiva abandon¨® las pantallas para dar paso a fren¨¦ticas im¨¢genes de heridos, ambulancias y relatos de testigos. Esta ciudad parec¨ªa otra. Ni siquiera hac¨ªa sol y una fina y persistente lluvia oblig¨® a desempolvar chubasqueros, paraguas y mangas largas. "Esto es un desastre. Habr¨¢ sido un loco de aqu¨ª, ?no? Igual que el del avi¨®n de Nueva York", explica Jim, el camarero del hotel. "La gente tendr¨¢ miedo".
El impacto psicol¨®gico ha sido enorme. Los voluntarios, con los ojos rojos de dormir poco, estaban desolados. No hubo m¨¢s risas en el metro: la gente disfruta con los empujones, pero ayer todo eran rostros graves. "Una tragedia", dice una vendedora de botellas de agua. "Quiz¨¢ en Barcelona hab¨ªa m¨¢s seguridad. No lo s¨¦. Pero no es justo: hemos estado esperando demasiado tiempo para que suceda esto".
La polic¨ªa ha aumentado las medidas de vigilancia: por primera vez ha cerrado el centro de Atlanta y prohibido el paso por el per¨ªmetro del parque hasta no se sabe cu¨¢ndo. Peachtree Street, la v¨ªa de emergencia liberada de tr¨¢fico, ofrec¨ªa un semblante distinto al de otros d¨ªas. Los peri¨®dicos de las m¨¢quinas expendedoras eran consumidos con avidez, se pod¨ªan presenciar detenciones de peque?os cacos y los revendedores de entradas de atletismo hac¨ªan su agosto ante la indiferencia policial.
Desde las ventanas del comedor del centro de prensa, justo al lado del Centenial Park, decenas de polic¨ªas y de voluntarios intentaban reparar los desperfectos que, sorprendentemente, a simple vista, no parecen numerosos. No se sabe a¨²n cu¨¢ndo volver¨¢ a abrirse el recinto al p¨²blico.
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