Desierto de Moratalaz, mediod¨ªa
3.000 obreros trabajan a 40 grados para levantar los pisos de Valdebernardo
Al igual que los hebreos que levantaron la pir¨¢mide egipcia de Keops, una cuadrilla de m¨¢s de 3.000 obreros que construyen viviendas sobre la explanada de Valdebernardo (Moratalaz) trabajan bajo temperaturas de infierno. Ocho horas, todas bajo un sol implacable para poner en pie las m¨¢s de 3.000 viviendas sociales que se plantar¨¢n en 25 parcelas de este pol¨ªgono, que primero naci¨® siendo una utop¨ªa, luego pas¨® a ser un fiasco, y ahora lleva camino de convertirse, la pr¨®xima primavera, en una realidad.Uno de los trabajadores, Benjam¨ªn Olmedo, sellador de alba?iler¨ªa de 33 a?os, maldec¨ªa a mediod¨ªa de ayer, eso s¨ª, protegido con un sombrero de paja, los m¨¢s de cuarenta grados que se?alaba el term¨®metro. "Este calor es inhumano. Lo peor que le puede pasar a una persona es trabajar en estas condiciones. Nunca he envidiado a nadie, pero en verano tengo envidia de los que trabajan con aire acondicionado. Ellos s¨ª saben lo que es estar en el cielo", comentaba a la vez que pegaba losetas en el infierno.
Un par de edificios m¨¢s adelante, en el mismo bulevar Indalecio Prieto, otro obrero miraba al infinito del descampado y suplicaba a todo aquel que quisiera o¨ªrle una bocanada de aire fresco. "Quiero aire, por favor que pongan un aparato de aire acondicionado en cada planta. Vamos a morir", dec¨ªa Fernando Carc¨ªa, de 29 a?os, mientras, a la sombra del portal de una vivienda todav¨ªa en fase de construcci¨®n, devoraba con ganas un bocadillo de calamares y apuraba una cerveza. "Pero lo peor, con este calor es trabajar despu¨¦s de comer. Con la barriga llena sienta fatal", prosegu¨ªa entre bocados.
A su lado, con la tartera de mollejas de pollo entre las piernas, su compa?ero de faena, Juan Jos¨¦ Pino, propon¨ªa un cambio en la jornada laboral como la que siguen sus colegas andaluces o extreme?os. "All¨ª trabajan hasta las dos de la tarde y luego hasta las cinco, que es cuando m¨¢s calienta Lorenzo, duermen la siesta. A esa hora, cuando el sol empieza a caer, deber¨ªamos volver al trabajo. Porque una siestecita no veas c¨®mo se agradece con la que est¨¢ cayendo", explicaba este hombre antes de volver al tajo.
Tienen la piel curtida por las temperaturas extremas: sol, ahora en verano, y fr¨ªo, en invierno. Y como en todo, hay opiniones para todos los gustos. Algunos, los menos, soportan mejor el calor que las bajas temperaturas. Es el caso de Eloy Antonio, conductor del cami¨®n del agua, quien casi bendice el calor que aprieta: "Con fr¨ªo se trabaja mucho peor. Hombre, ni lo uno ni lo otro. Pero en verano te cubres del sol o te pones un sombrero y ya est¨¢, pero en invierno tienes que llevar ropa hasta en las orejas".De lo que nadie echa mano en Valdebernardo es de las cremas de protecci¨®n solar. Los hombres que all¨ª trabajan reciben el sol con el torso descubierto o protegidos con una camiseta de algod¨®n. Lucen lo que ellos llaman el "moreno agrom¨¢n". Al quite y manguera en mano dec¨ªa uno de ellos: "Eso de los bronceadores es para las mujeres y para las piscinas. Aqu¨ª todo es muy natural. De vez en cuando echamos mano del botijo y ya est¨¢".
A la sombra de todos los edificios, un botijo aguarda a que alguien le eche un trago.
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