La depuraci¨®n
En los a?os ochenta, y muy ligada a la explosi¨®n de la llamada econom¨ªa financiera, surgi¨® en el mundo, y tambi¨¦n en Espa?a, una nueva generaci¨®n de empresarios nimbada por el aura medi¨¢tica del ¨¦xito: la del aventurero econ¨®mico. Aventurero no en el sentido de quien emprende una empresa arriesgada con el af¨¢n de descubrir algo nuevo o de vivir sensaciones de las llamadas fuertes, sino aquel cuya actividad busca el exclusivo beneficio propio a costa del pr¨®jimo, rompiendo las reglas del juego, expresadas en leyes o en normas de convivencia no escritas. El aventurero, siendo un embaucador, procura con extraordinario af¨¢n la fama del revolucionario que anuncia una nueva era. El dinero f¨¢cil le sirve adem¨¢s para comprar en la opini¨®n p¨²blica reputaci¨®n de superhombre, de gigante, alejado de la rapi?a que est¨¢ perpetrando. Como peque?a muestra del buen engrase medi¨¢tico del que han disfrutado estos tiburones valga esta perla: "?D¨®nde aprendi¨® Javier de la Rosa ese sexto sentido para los negocios, para las grandes operaciones financieras? ( ... ) Ha revolucionado el panorama empresarial de este pa¨ªs y en dos a?os ha hecho m¨¢s cosas que toda la clase empresarial en los ¨²ltimos 40. En Wall Street tendr¨ªa seguramente una estatua a su nombre". Este desbordante halago, firmado por Jes¨²s Cacho, fue publicado bajo un t¨ªtulo rid¨ªculo (La rosa de D. Javier florece en diciembre) en El Mundo el 29 de diciembre de 1989.Aquellos a?os del dinero r¨¢pido, del pelotazo, fueron contempor¨¢neos en EE UU con las presidencias de Reagan. En Espa?a coincidieron con los gobiernos socialistas. Es posible, aunque dudoso, que la ideolog¨ªa de la "revoluci¨®n conservadora" pudiera tener algo que ver con estos manejos, pero no cabe la menor duda de que la ideolog¨ªa socialista nada ten¨ªa en com¨²n con las citadas pr¨¢cticas. Tampoco la actitud de los gobiernos de la ¨¦poca, y m¨¢s espec¨ªficamente de los ministros de Econom¨ªa y Hacienda, fue proclive para con las estrategias de los m¨¢s notorios representantes de esta plaga. Los datos en este terreno (crisis de Rumasa, del Central, de Banesto y un largo etc¨¦tera) son contundentes.
El dinero exhibido en grandes cantidades tiende a producir asombro, pero en el presente caso, m¨¢s que asombrar (hacer sombra, asustar, causar admiraci¨®n), lo que hizo fue deslumbrar (ofuscar la vista con demasiada luz). Este hipnotismo cegador hizo perder el sentido de la realidad a m¨¢s de cuatro reci¨¦n llegados al poder pol¨ªtico.
Por otra parte, la renacida democracia espa?ola hab¨ªa importado usos y costumbres de la consolidada Europa. Pr¨¢cticas, algunas de ellas, corruptas. Toleradas por unas sociedades que hab¨ªan sufrido la experiencia del totalitarismo antes de la guerra viviendo, tras el enfrentamiento b¨¦lico, pared por medio, con un r¨¦gimen igualmente totalitario, el sovi¨¦tico en sus diferentes variantes. Pecados, los de la corrupci¨®n pol¨ªtica, que las sociedades disimulaban en aras del enemigo exterior. Cuando en 1989 cay¨® el muro de Berl¨ªn, cualquier pol¨ªtico avisado deber¨ªa haberse apercibido de que el sistema democr¨¢tico se acababa de quedar sin enemigo y tendr¨ªa que depurarse de grado o por la fuerza. Los partidos no tomaron la iniciativa y fueron otros -jueces y periodistas en primera l¨ªnea- quienes se aprestaron a la operaci¨®n de limpieza ante una sociedad que ya estaba madura para ello. El caso italiano fue el paradigma de este proceso. En el espa?ol se han mezclado tres elementos que introducen en el proceso depurador hilos capaces de convertirlo en un "maldito embrollo" de objetivos confusos y final incierto y peligroso. A saber: a) el terrorismo y el contraterrorismo; b) unilateralidad de la persecuci¨®n, y c) presencia entre los depuradores de aventureros econ¨®micos ca¨ªdos judicialmente en des gracia pero con firmes agarraderas, al menos, en algunos medios de comunicaci¨®n. Dejando a un lado el asunto terrorista, cuya mezcla puede resultar explosiva. En Espa?a, en efecto, no pretende depurarse al conjunto del sistema de partidos, sino exclusivamente al PSOE. Es bien cierto que este partido ocup¨® durante la d¨¦cada pasada una buena parte del poder institucional, pero no lo es menos que todos los partidos han cometido -dig¨¢moslo suavemente- irregularidades en su financiaci¨®n.
El da?o de la persecuci¨®n unilateral no es s¨®lo para el PSOE, es m¨¢s extenso, entre otras razones porque:
1. Algunos pensar¨¢n que con ellos no va la fiesta, deduciendo que no est¨¢n obligados a cejar en las viejas pr¨¢cticas. Existen algo m¨¢s que sospechas acerca de que precisamente es eso lo que est¨¢ ocurriendo.
2. El abuso que representa echar en cara sus "pecados de atr¨¢s" al mayor partido de la oposici¨®n en cuanto abre la boca, elevando, adem¨¢s, a categor¨ªa colectiva lo que en todo caso es una suma de individualidades, no s¨®lo da?a al PSOE, intenta amordazar la pr¨¢ctica opositora, imprescindible en una democracia.
La presencia evidente, dentro del grupo de depuradores, de los reyes del pelotazo, financiadores con dinero robado -a lo que se ve todav¨ªa abundante entre sus manos- de escuchas ilegales, dossieres, traiciones, chantajes, compra de voluntades, de medios de comunicaci¨®n, de testimonios... delitos, muchos de ellos, que nunca llegan a los tribunales, crean un ambiente donde el perfume de la impunidad se hace irrespirable. Que los truhanes se conviertan en salvadores no ha de conducir a nada bueno.
Taponar estas v¨ªas de agua exige, a mi juicio, un consenso pol¨ªtico capaz de tomar la iniciativa, produciendo, entre otras, una ley de financiaci¨®n de los partidos con la garant¨ªa de un control eficaz sobre su real cumplimiento. Un consenso que impida tambi¨¦n la impunidad de las acciones vengadoras de los aventureros.
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