Vuelve el Indur¨¢in m¨¢s grande
El navarro gana el oro, y Olano, la plata, en una contrarreloj que supone el primer doblete ol¨ªmpico espa?ol de la historia
Ni Merckx, ni Hinault, ni Anquetil, ni ninguno de los grandes-grand¨ªsimos que han jalonado la historia del ciclismo pudo tener el goce del que disfrut¨® Miguel Indur¨¢in: subirse a lo m¨¢s alto de un podio ol¨ªmpico con una medalla de oro al cuello. El oro que a?ade un ingrediente m¨¢s a su carrera. Gracias por ello al COI, que hasta este a?o hab¨ªa vetado los Juegos a los ciclistas profesionales. Tampoco el deporte espa?ol en toda su historia hab¨ªa podido disfrutar de un momento en el que dos atletas espa?oles subieran al podio simult¨¢neamente, gracia de que gozaron ayer merced tanto de Indur¨¢in como de su heredero, Abraham Olano, plata ayer en la prueba de ciclismo contrarreloj. Y tampoco los Juegos Ol¨ªmpicos hab¨ªan tenido ayer la ocasi¨®n de ver a los mejores ciclistas del momento dar lustre a sus podios: Miguel Indur¨¢in y Abraham Olano engrandecieron los Juegos. Los mejores, en lo m¨¢s alto. Lo nunca visto por t res veces. As¨ª fue la carrera que hizo historia.En sus momentos m¨¢s bajos, cuando se ve¨ªa incapaz en el ¨²ltimo Tour de seguir la rueda de los mejores, Miguel Indur¨¢in dudaba tanto que hasta infravaloraba la contrarreloj. "La prueba en l¨ªnea es la buena, la gente que entiende lo sabe", dec¨ªa. Estaba equivocado. La carrera en l¨ªnea fue una loter¨ªa que toc¨® a un corredor de segunda. La contrarreloj es, y siempre ha sido, la prueba de la verdad, no un mero asunto de especialistas. Cada corredor se mira solamente en el espejo de sus fuerzas, de su capacidad de sufrimiento, de su inteligencia. Y la cronometrada ol¨ªmpica termin¨® como ten¨ªa que terminar, con los mejores sobre los mejores.
Lo mismo que en el Mundial e Colombia, pero diferente: ayer, todos los grandes que les han dado dolor de cabeza todo el a?o participaban. Estaba Bjarne Riis, hombre que supo aprovechar el desfallecimiento de Indur¨¢in en el Tour; tambi¨¦n corr¨ªa Berzin, el ruso que derrot¨® a Indur¨¢in en el Giro del 94; y Rominger, el eterno rival; y tambi¨¦n Jalabert, n¨²mero uno mundial, Z¨¹lle, presunto heredero, y, como no, Boardman, el especialista entre especialistas. No faltaba nadie, todos animados por la incre¨ªble atracci¨®n que supone el oro ol¨ªmpico hasta en un deporte tan descre¨ªdo como el ciclismo profesional. Y por encima de todos, Indur¨¢in y Olano.
Hasta que se pudiera dar el gesto en que Miguel Indur¨¢in, una vez cruzada la l¨ªnea de meta, pudo levantar su pu?o varias veces -con rabia y satisfacci¨®n: una dudas, propias y ajenas, a tanto ate¨ªsmo; un aplauso a s¨ª mismo, a su arriesgada decisi¨®n de seguir el impulso de su ilusi¨®n y apuntarse en los Juegos-, hasta que se produjo ese momento triunfal apenas dos semanas de terminar und¨¦cimo en el que deb¨ªa ser su sexto Tour, pasaron muchas cosas en la hist¨®rica jornada del 3 de agosto.
La lluvia, que en forma de diluvio m¨ªnimamente localizado -s¨®lo se inund¨® la mitad del circuito- fastidi¨® a los ciclistas que salieron en la segunda ronda, fue el primer mal presagio. El sol, que poco despu¨¦s sali¨®, la primera victoria. El segundo rival de Indur¨¢in fue ¨¦l mismo, sus sensaciones, sus piernas, sus dudas y sus miedos. A la tercera pedalada, victoria.
Adaptado al sill¨ªn como si la bicicleta fuera un molde, las piernas entraron en sinton¨ªa con los latidos del coraz¨®n y lentamente empezaron a machacar los pedales -Indur¨¢in, maquinaria sensibil¨ªsima, necesita que todos sus relojes le den la se?al buena antes de forzar la marcha-, turbinas, pistones y todo lo dem¨¢s.
El siguiente rival fue el propio circuito. Nada de largas rectas y repechos sin fin en los que marcar la diferencia. Nada de viento lateral o en contra para acabar con las fuerzas de los m¨¢s d¨¦biles. El circuito urbano, avenidas y cruces en curvas de 90 grados, s¨®lo un par de repechos, estaba dise?ado a la medida de otro tipo de corredores, los peque?os y ¨¢giles, los Fondriest, Armstrong o Boardman, capaces de partir de cero cada 500 metros. Era un circuito f¨¢cil, en el que el momento de marcar la diferencia -eso de meter la sexta o s¨¦ptima marcha, ambas turboalimentadas, en el justo momento en que los rivales tendr¨ªan que reducir a la cuarta o a la tercera- se deber¨ªa dar tarde, cuando a los otros se les empezaran a hacer largos los 52 kil¨®metros. No era precisamente lo que necesitaban Indur¨¢in u Olano. Y ese enemigo tard¨® en caer. Exactamente 32,625 kil¨®metros, dos vueltas y media, el tiempo en que el mayor representante del recorrido, Chris Boardman, dej¨® de marcar el mejor tiempo. El momento en que Indur¨¢in se puso primero.
Porque el ingl¨¦s Chris Boardman, el especialista de pista que lleg¨® a poseer el r¨¦cord de la hora hasta que Indur¨¢in, no pod¨ªa ser otro, le desposey¨®, m¨¢s que un ciclista es una explosi¨®n que en su primer estallido acab¨® con los osados Riis, Z¨¹lle y Rominger que intentaron seguir su ritmo suicida. A mitad de la primera vuelta, en apenas seis kil¨®metros, Boardman aventajaba en 16 segundos a Indur¨¢in y en ocho a Olano, sus motores a¨²n en fase de calentamiento; en 18 segundos a Indur¨¢in y en 17 a Olano subi¨® su ventaja al cumplirse los 13 kil¨®metros de la primera vuelta; en vuelta y media, a los 20 kil¨®metros alcanz¨® su c¨¦nit el ingl¨¦s: 22 segundos a Olano y 18 a Indur¨¢in. Lleg¨® el momento de cambiar.
Acostumbrados ¨²ltimamente a tener que remontar, a Indur¨¢in y a Olano no les result¨® una situaci¨®n extra?a. Mientras las grandes maquinarias que encierran sus corpachones empezaban a entrar en m¨¢ximo rendimiento, cuando ya ni Riis, ni Rominger, ni Berzin eran m¨¢s que peque?os puntos en mitad de las rectas, meros objetivos a quienes doblar, el peque?o motor de Boardman empez¨® a calarse. Indur¨¢in ya dio la vuelta a la situaci¨®n en el kil¨®metro 32. A partir de ah¨ª, para adelante contra s¨ª mismo. A Olano pareci¨® que le cost¨® m¨¢s, pero todo estaba controlado. El guipuzcoano es un ciclista de explosi¨®n retardada. Cuando todos van al l¨ªmite, ¨¦l tiene a¨²n tiempo para encender una mecha escondida y poner en marcha su ¨²ltimo motor. A falta de seis kil¨®metros ced¨ªa a¨²n cinco segundos a Boardman, pasados le aventaj¨® en 19. Cuatro segundos por kil¨®metro le sac¨® al ingl¨¦s. Hasta parec¨ªa que pod¨ªa amenazar el triunfo de Indur¨¢in, pero s¨®lo le pudo recortar nueve de los 21 segundos que le sacaba el navarro. Era demasiado.
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