Sobre la llamada 'comedia catalana'

La peculiar pol¨ªtica de ayuda al cine de la Generalitat de Catalu?a, tan s¨®lo concebida para aumentar la difusi¨®n de la lengua catalana, ha hecho que los mejores cineastas, que son unos cuantos y algunos realmente importantes, emigren en masa a Madrid y en Barcelona s¨®lo hayan quedado los que se dedican a vivir de las subvenciones. En resumen, ha conseguido terminar con el cine catal¨¢n. Valga como ejemplo el hecho de que, salvo excepciones, lo ¨²nico que se ruedan en Catalu?a son anodinas producciones, sin el menor inter¨¦s, dentro de ese subg¨¦nero que se ha dado en llamar comedia catalana.Estrenada en Madrid en pleno mes de agosto y con una m¨ªnima asistencia de espectadores, Escenas de una org¨ªa en Formentera es uno de los t¨ªtulos m¨¢s significativos de esta paulatina degradaci¨®n que sufre el cine catal¨¢n por culpa de una equivocada pol¨ªtica de subvenciones. Tanto por carecer de cualquier atractivo como por estar escrita y dirigida por Francesc Bellmunt, un cineasta con 25 a?os de experiencia y 16 pel¨ªculas a sus espaldas, que es el principal creador de esta comedia catalana, dentro de la que ha rodado pel¨ªculas de inter¨¦s, como La org¨ªa (1978) o La quinta del porro (1980).

Excesiva torpeza

Su nuevo t¨ªtulo cuenta con excesiva torpeza c¨®mo el presentador de un programa culinario de la televisi¨®n catalana pierde el juicio y le da por a?orar la org¨ªa que vivi¨® en Formentera en 1974 con una mujer de la que s¨®lo recuerda un tatuaje en su sexo. Los que le rodean tratan de representar de nuevo aquella org¨ªa para que vuelva a su ser. An¨¦cdota tras la que es f¨¢cil ver un cierto simbolismo y al propio Bellmunt a?orando los felices tiempos en que rodaba La org¨ªa, descubr¨ªa a una nueva generaci¨®n de actores, ten¨ªa gran ¨¦xito y aparec¨ªa como el renovador del cine catal¨¢n.Subvencionada conjuntamente por el Ministerio de Cultura y la Generalitat de Catalu?a, nada queda en esta nueva Escenas de una org¨ªa en Formentera de aquella antigua La org¨ªa, y adem¨¢s parece escrita y dirigida con gran desgana, como si se tratase de un ineludible compromiso. Se sit¨²a muy lejos de los mejores tiempos de Francesc Bellmunt, tanto a niveles de escritura de una historia interesante como de cuidada realizaci¨®n y de descubrimiento de nuevos y eficaces actores. Nada hay en ella que pueda despertar el inter¨¦s de un posible espectador, sea catal¨¢n o de cualquier otra parte del mundo, por mucho que haya perdido el conjunto en el siempre doloroso proceso de doblaje a otra lengua.