Capitalismo popular y poder bancario
Uno de los t¨®picos m¨¢s extendidos es que la empresa privada gestiona mejor que la p¨²blica y que los empresarios privados, motivados por su propio inter¨¦s en el negocio, son m¨¢s eficientes que los gestores de las empresas, p¨²blicas, en las que carecer¨ªan de incentivos atractivos.Sin embargo, en estas cuestiones conviene que seamos algo m¨¢s ecl¨¦cticos y pragm¨¢ticos. Las posiciones doctrinarias -como se?ala Stiglitz en El papel econ¨®mico del Estado, IFF, 1993-, que aseguran sin m¨¢s que el Gobierno es "intr¨ªnsecamente ineficiente" con las empresas p¨²blicas, "son tan err¨®neas como in¨²tiles", como tambi¨¦n lo son aquellas posiciones de la izquierda "que reclaman una mayor intervenci¨®n gubernamental, idealizando al Estado, dot¨¢ndole de caracter¨ªsticas antropom¨®rficas, como si se tratara de un gran d¨¦spota ilustrado".
Vieja es la pol¨¦mica. Sin embargo, al menos, parece claro que para muchos ciudadanos los est¨ªmulos morales son m¨¢s motivadores que los permanentemente renovados est¨ªmulos materiales, ya que, a pesar de todo, para muchos es m¨¢s gratificante trabajar para todos, para la colectividad en su conjunto, que para uno o varios individuos. Por ello, a no ser desde el dogma, no se puede dar por sentado, en t¨¦rminos absolutos, aquella pretendida superioridad. Sin ir m¨¢s lejos, en la reciente organizaci¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos, no parece que el modelo privado de Atlanta, calificado de "l¨ªo terrible", "caos", "rnediocre", "desastroso", "los peores Juegos de la historia", etc¨¦tera, haya superado al modelo mixto, con destacada presencia p¨²blica, de Barcelona 92, y aunque se produzcan importantes beneficios contables para la empresa privada de Atlanta nunca ser¨¢n superiores a los que se produjeron en t¨¦rminos globales y de proyecci¨®n exterior para la ciudad de Barcelona. El graffiti que luce en el centro internacional de prensa de Atlanta es suficientemente expresivo: "Barcelona, te echamos de menos" (The Independent, 25 de julio de 1996). Como tambi¨¦n es conocido que la ¨²nica obra que no estuvo concluida a tiempo en Barcelona 92 no pertenec¨ªa al derrotado sector p¨²blico, sino al sector privado -hotel Les Arts-, cuyos costes, adem¨¢s, multiplicaron por cinco las previsiones iniciales. Pero, ?no hab¨ªamos quedado que lo p¨²blico era intr¨ªnsecamente inferior a lo privado?... Inferior, ?en qu¨¦ y respecto de qu¨¦, par¨¢metros u objetivos?
De hecho, el problema se centra en el tema de la gesti¨®n, de sus objetivos, de su control y del para qui¨¦n y para qu¨¦ se gestiona. En nuestros d¨ªas cada vez m¨¢s se confunde el empresario con el gestor y esto tiene que ver con la magnitud de la empresa. En la- peque?a y mediana empresa, el empresario suele coincidir con el propietario y el gestor. En la gran empresa, la figura del empresario propietario se difumina, al tiempo que, como referencia, aparece magnificado el papel. del gestor que, las m¨¢s de las veces, no suele ser propietario o lo es en proporciones m¨ªnimas.
As¨ª, y refiri¨¦ndonos al caso espa?ol, los responsables ejecutivos de las grandes empresas suelen tener, en t¨¦rminos relativos, muy escasos recursos propios comprometidos con las sociedades que dirigen (v¨¦ase cuadro inferior adjunto). En el caso del capital financiero, sus consejos de administraci¨®n con participaciones del 1% de la propiedad del total de las acciones controlan los bancos y, a trav¨¦s de ¨¦stos, con participaciones no mayores del 7% controlan, en muchas ocasiones, a las grandes empresas. Por ejemplo, el consejo actual del BBV controla el banco con una participaci¨®n del 1,153%, y ¨¦ste, a su vez, controla Iberdrola con un 11%; es decir, el Consejo del BBV controla Iberdrola con una participaci¨®n muy reducida: el 0,12% (el 1,153% del 11%).
Ejemplos como ¨¦stos podr¨ªan multiplicarse porque la, suma de las acciones propiedad de los miembros de los consejos de administraci¨®n en estas grandes empresas y, en particular, en los bancos es notoria, y conscientemente baja, sigui¨¦ndose la cl¨¢sica estrategia del capital financiero de. controlar el m¨¢ximo capital, ajeno con el m¨ªnimo propio. Esto es, los dirigentes de los bancos espa?oles son, m¨¢s que propietarios-empresarios, gestores bancarios que, digamos, prestan sus servicios para obtener los m¨¢ximos rendimientos para las empresas en las que arriesgan ahorros miles, o centenares de miles, de accionistas.
As¨ª, el gestor privado, al no estar especialmente vinculado a la empresa como propietario, se parecer¨ªa cada d¨ªa m¨¢s al gestor p¨²blico. En el caso de la gran empresa privada, gestiona para miles, decenas o centenares de miles de accionistas, mientras que en la gran empresa p¨²blica se gestiona para todos los ciudadanos.
En los ¨²ltimos a?os hemos asistido al ¨¦xito de gestiones p¨²blicas en empresas como ENDESA, Repsol, Telef¨®nica, Tabacalera o, Argentaria, donde se han obtenido no s¨®lo crecientes beneficios empresariales, sino que tambi¨¦n se han alcanzado otros objetivos econ¨®micos e industriales coherentes con la pol¨ªtica econ¨®mica global. Todas ellas, en mayor o menor grado, son empresas en las que, por una parte, est¨¢ presente el Estado con una participaci¨®n significativa en el capital, y por otra, tambi¨¦n est¨¢n -despu¨¦s de varios procesos de privatizaci¨®n- centenares de miles de accionistas o ahorradores privados. Con ello se ha conseguido maximizar, entre otros factores, por la, presencia del Estado, la confianza de los inversores -un valor trascendental en la evoluci¨®n de las empresas- y, adem¨¢s, se han realizado los cambios oportunos para conseguir gestiones eficaces y eficientes como consecuencia, entre otros factores, de la presencia privada.
En s¨ªntesis, en todo el amplio proceso de privatizaciones parciales: realizadas hasta la fecha, en las grandes empresas p¨²blicas rentables, se ha mantenido la presencia del Estado y, por tanto, el car¨¢cter p¨²blico de estas empresas, sin la necesidad de que el Estado conservara participaciones elevadas en las mismas, al tiempo que se incitaba a una gesti¨®n m¨¢s eficiente y competitiva en los mercados. Y todo ello sin alterar ni la naturaleza ni la estructura de estas grandes empresas porque, como bien ha se?alado el actual director general de Industria, "privatizar un tramo no es privatizar..."
Muy probablemente esta mesurada imbricaci¨®n de lo p¨²blico y lo privado no estuviera en la mente de los protagonistas, pero mientras no se pusiera en peligro el control p¨²blico -la maximizaci¨®n de la confianza - el proceso privatizador limitado ten¨ªa mucho sentido, y la Ley de 23 de marzo de 1995 de R¨¦gimen Jur¨ªdico de Enajenaci¨®n de Participaciones P¨²blicas en Determinadas Empresas no hac¨ªa sino procurar un adicional aseguramiento del inter¨¦s p¨²blico como sustitutivo de la propiedad mayoritaria del capital. Por, el contrario, cuando se pretenden privatizaciones totales de estas empresas -en las que es notorio, al menos en algunas- de ellas, el inter¨¦s p¨²blico al que hace referencia el, art¨ªculo 90-2 de Tratado de la Uni¨®n Europea- el mantenimiento y garant¨ªa de ese inter¨¦s p¨²blico s¨®lo se puede cubrir con un forzado intervencionismo de dif¨ªcil articulaci¨®n.
Un proceso privatizador total de las grandes empresas p¨²blicas de car¨¢cter estrat¨¦gico como el que se anuncia no s¨®lo altera el modelo -bastante racional- de equilibrio entre lo p¨²blico y lo privado al que se estaba llegando -recu¨¦rdese, por cierto, qu¨¦, el sector p¨²blico espa?ol es el m¨¢s raqu¨ªtico de toda Europa-, sino que, en nuestro caso, propicia un inevitable proceso de concentraci¨®n del poder econ¨®mico, que es precisamente todo lo contrario de lo que propugnan algunos ut¨®picos defensores del capitalismo popular. En definitiva, lo que se persigue es entregar las empresas p¨²blicas rentables a grupos de intereses privados. Pero, dada su dimensi¨®n -las primeras en beneficios y cifra de ventas-, esos grupos privados no pueden ser otros, en la pr¨¢ctica, que dos o tres grandes bancos que ya cuentan con posiciones destacadas y crecientes en dichas empresas (v¨¦ase gr¨¢fico superior adjunto). En muy pocos meses, con desembolsos y participaciones relativamente modestos, acceder¨¢n al control y a la gesti¨®n de esas empresas p¨²blicas. Sus consecuencias son f¨¢cilmente previsibles: una importante concentraci¨®n del poder econ¨®mico en torno a la banca privada a trav¨¦s de gestores privados con participaciones m¨ªnimas en el capital y al servicio de los intereses bancarios; una alteraci¨®n brusca del equilibrio entre lo p¨²blico y lo privado, que tendr¨¢ su repercusi¨®n en otros ¨¢mbitos de la sociedad, y, finalmente, una acusada vinculaci¨®n banca-industria de tan negativas consecuencias en el pasado m¨¢s reciente de la banca y de la historia econ¨®mica espa?ola.
Los llamados n¨²cleos duros en las grandes empresas son n¨²cleos constituidos -al menos, en la mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos- por capitales y grupos industriales que entrecruzan estrat¨¦gicamente sus participaciones y dan solvencia y garant¨ªa de largo plazo. En nuestro caso es bien diferente pues est¨¢n constituidos b¨¢sicamente por capitales o grupos bancarios. Adem¨¢s, ese tipo de n¨²cleos duros, en especial si las circunstancias no son favorables para los bancos. que las controlan, son menos duros. Son n¨²cleos blandos. Los bancos pretenden ahora una vinculaci¨®n a las m¨¢s grandes empresas estrat¨¦gicas, pero m¨¢s fluida o, si se quiere, menos decisiva o comprometida en la propiedad, de forma tal que est¨¦n en condiciones de desentenderse, sin excesivo coste, de sus participaciones. En esta -nuestra- situaci¨®n, y dadas las caracter¨ªsticas de estas empresas y de nuestra estructura industrial, es el Estado -con participaciones adecuadas y, en todo caso, reducidas- el ¨²nico y posible n¨²cleo duro que garantiza la confianza, la estabilidad - y hasta un cierto y con veniente, en algunos casos, componente nacional-, evitando gratuitas y peligrosas concentraciones de poder.
En conclusi¨®n, detr¨¢s de un disimulado capitalismo popular est¨¢ la entrega de las empresas p¨²blicas rentables a los grandes grupos bancarios privados; que son, en definitiva, los que van a sustituir al Estado en la gesti¨®n y en el control de estas empresas. La operaci¨®n ser¨ªa completa - y coherente con los postulados liberales- si al atractivo paquete anterior se le a?adiera, al menos, la devoluci¨®n a la iniciativa privada de Hunosa, AHV, Astilleros Espa?oles o tantas otras que, en su tiempo, tambi¨¦n generaron grandes beneficios pero que, ahora, por diversas circunstancias, est¨¢n socializando p¨¦rdidas.
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