Bravo, correctores

No tengo el gusto de conocer al corrector de pruebas o cargo equivalente de su peri¨®dico; sin embargo, lo he echado en falta en estos ¨²ltimos d¨ªas de julio. En efecto, el periodo estival es propicio para el descanso y, en mi caso, tambi¨¦n para largas sesiones de lectura, lo que, como comprender¨¢, incluye prioritariamente la detenida lectura de EL PA?S. Pues bien, la placidez vacacional de la que por razones distintas parece que disfrutamos en estos d¨ªas, entre muchos, su corrector y yo, se ha visto, en mi caso, algo sobresaltada por los frecuentes errores tipogr¨¢ficos, ortogr¨¢ficos e incluso gramaticales, que, a pesar de colarse inevitablemente el resto del a?o, no me parece que entonces sean tan visibles como ahora.Le aseguro que para m¨ª poca importancia tienen los bailes de letras; sin embargo, menos tolerante me vuelvo con las licencias ortogr¨¢ficas, y, por supuesto, no encuentro explicaci¨®n razonable para los atentados gramaticales que tanto revelan de quien los co-

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mete y que, sin duda, implican una importante p¨¦rdida de cr¨¦dito del periodista que firma el art¨ªculo, en cuanto se descubre, por ejemplo, que no sabe conjugar alg¨²n verbo tan corriente como andar, por recordar uno reciente.

En cualquier caso, se?or director, mi carta no pretende otra cosa que abogar por un reconocimiento de la labor del corrector de pruebas de EL PA?S. Es m¨¢s, de tal valor resulta para todos, lectores y escritores, su trabajo que, a pesar de los tiempos de austeridad que corren, no ser¨ªa imprudente que considerase un aumento de plantilla con m¨¢s correctores o una sustancial subida salarial para estos profesionales an¨®nimos que tanto lustre aportan a su diario, por lo dem¨¢s tan prestigioso.