El ocaso de los dioses
La luz del ocaso no es la m¨¢s fuerte, la que aplasta al mediod¨ªa, sino la que mejor matiza. Curro Romero brilla y nunca termina de irse, pero en alg¨²n momento se ocultar¨¢. Ahora matiza y ya no torea solo. Ahora, lo que ¨¦l sue?a, lo remata el p¨²blico que acaba de decir su cante. As¨ª ocurri¨® en dos ver¨®nicas y media, en la decisi¨®n con la que se fue a los medios y en su gran inteligencia para saber que los pocos pases que el toro ten¨ªa eran por la izquierda. Sac¨® dos naturales y embruj¨® por bajo. Detalle y matiz. En el cuarto se hizo de noche. Era manso, entr¨® cinco veces al caballo hasta que Jos¨¦ Carlos Gonz¨¢lez sali¨® a buscarlo a los medios. Fin de fiesta. Los sue?os se apagaron y el p¨²blico dej¨® de torear.Finito de C¨®rdoba quiso prepararse para ir a la guerra contra s¨ª mismo. Empez¨® con dos ver¨®nicas rodilla en tierra y lleg¨® hasta el platillo. Inici¨® la faena de muleta con dos pases por alto seguidos de otros dos por bajo. No llegu¨¦ a comprender la secuencia. Lamentablemente, fui comprendiendo despu¨¦s, ya que Finito casi logra vencerse en la primera serie de derechazos, pero entreg¨® la cuchara al torear por la izquierda, desde fuera y hacia fuera, con el brazo largo de la miop¨ªa culpable.
Rojas / Romero, Finito, Rivera
Cuatro toros de Gabriel Rojas, discretos; 3? y 4? de Hermanos Sampedro; el 5?, inv¨¢lido, sustituido por un sobrero de Ben¨ªtez Cubero. Curro Romero: saludos; pitos. Finito de C¨®rdoba: saludos; saludos tras petici¨®n. Rivera Ord¨®?ez: oreja; oreja y petici¨®n de otra. Plaza de La Malagueta, 16 de agosto. Sexta de feria. Dos tercios de entrada.
No hubo continuidad en su faena, predominando la mu?eca sobre el sentimiento. Alguno de pecho s¨ª tuvo sabor a?ejo, mientras que los administrados bajo la advocaci¨®n de San Picomio, supieron a rancio.
El quinto bis, por fin una buena vara de Benito Quinta, fue, m¨¢s que bravo, d¨®cil. Finito no se priv¨® de emplear toda clase de peque?as picard¨ªas, pero se fue convenciendo de que tal vez pudiera y ech¨® mano de temple para cubrir otros defectos y recordarnos lo bien que toreaba. La plaza era suya y lo llev¨® en volandas, pero no pudo matar al toro en su lugar.
Rivera Ord¨®?ez tiene capacidad para mecer en sus brazos el capote, cosa poco habitual, y puede dar media ver¨®nica presentando el frente, si bien hay que rese?ar que el sampedro carec¨ªa tanto de trap¨ªo como de pitones. As¨ª las cosas, prometi¨® por bajo, estuvo vulgar por la derecha y por la izquierda se coloc¨® de frente y cruzado, pero con el dichoso toque hacia afuera. Mejor en lo accesorio que en lo fundamental.
Recibi¨® al sexto con tres largas cambiadas y ver¨®nicas a pies juntos, despu¨¦s continu¨® con pases en el estribo, de rodillas y una serie con la derecha. Con la zurda no funcion¨® y Rivera opt¨® por estar muy cerca y hacer vibrar al p¨²blico a base de valor; los tendidos, necesitados de ox¨ªgeno, respiraron felices. Ni por asomo es cuesti¨®n de racismo, pero la b¨¢scula, tecnolog¨ªa japonesa de ¨²ltima generaci¨®n, nos enga?¨® como a chinos.
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