Pedro, perdido y hallado
Fracaso del deseo de intimidad de Almod¨®var. El humanismo de Glenda Jackson
Mientras todo el periodismo de Mallorca intentaba dar caza a Pedro Almod¨®var, montando guardia frente a su hotel, que, casualmente, es el m¨ªo, yo me entreten¨ªa en un par de cosas: hablar con Pedro por tel¨¦fono, comentando vidas, libros, pel¨ªculas y maldades, y navegando hacia ¨¦l por el Internet, en donde tiene un mont¨®n de p¨¢ginas elogiosas dedicadas por cr¨ªtica y fans de Estados Unidos, as¨ª como entrevistas, fotos e informaci¨®n sobre su ¨²ltimo estreno all¨¢, The Flower of my Secret. Almod¨®var aterriz¨® en la isla con la ingenua pretensi¨®n de pasar desapercibido y, ante mi escepticismo, muy contento me coment¨®, nada m¨¢s llegar, que iba a conseguirlo porque en el aeropuerto no vio a ning¨²n periodista. C¨¢ndido, ¨¦l: porque no contaba con la especie del becario/a, que est¨¢ en todas partes tratando de pillar algo que le asegure el porvenir, ni con las gargantas profundas que redondean sus ingresos vendiendo la intimidad de los famosos.El caso es que Pedro, que est¨¢ en el Son Vida con el loable inter¨¦s de escribir, encerrado en su habitaci¨®n, un gui¨®n que prepara con el realizador mallorqu¨ªn Agust¨ªn Villaronga, acab¨® por darse cuenta de que lo mejor era recibir al personal de una sola tacada, y hacerles perder a todos el frenes¨ª, porque no hay nada peor que convertirse, a base de misterio, en una exclusiva: te revientan la vida. Y si no, que se lo pregunten a Lady Di, que ha optado por la v¨ªa judicial contra su paparazzo de cabecera, y ha conseguido una sentencia que le impide al hombre acercarse a menos de 300 metros de distancia y comunicarse con ella. Qu¨¦ quieren que les diga: el tal Martin Stenning, que a sus 36 a?os ha dedicado los ¨²ltimos seis meses a seguirla, a un promedio de 10 horas diarias, m¨¢s que una condena merece un premio, y figurar en el Libro Guinnes de los R¨¦cords Imb¨¦ciles.
Otra cosa ser¨ªa acercarse a un brit¨¢nico de la talla -en todos los sentidos- de Peter Ustinov, viejo amigo de Mallorca, que este a?o ha venido a Formentor, o a Ruth Gabriel, la muy atractiva actriz de D¨ªas contados e hija de la escritora Ana Rossetti, que ha comparecido en pareja y con pocas ganas de largar; o a Alfredo Bryce Echenique -a fines de este mes participar¨¢ en la universidad de verano-, que le ha dicho a Mat¨ªas Vall¨¦s, cultivado e incansable periodista del Diario de Mallorca, que "el humor es un vecino de la tristeza".
Pero si te acercas a la persona inadecuada -un suponer, la se?ora Elizabeth Dole, esposa del candidato republicano a la presidencia USA-, puede ocurrirte que la tristeza acabe resultando vecina del humor, quiero decir que no hay melancol¨ªa m¨¢s grande que ver triunfar tambi¨¦n al otro lado del oc¨¦ano, en el coraz¨®n del imperioso imperio, el mismo look trajechaqueteril y el mismo tintineo de abalorios que ac¨¢ nos arrasa. Pone la carne de gallina esa gente que siempre anda con la promesa de devolver Norteam¨¦rica a "sus mejores d¨ªas". Por si alguien lo ha olvidado, los mejores d¨ªas de Norteam¨¦rica -tanto en lo econ¨®mico como en lo moral- se iniciaron en 1945, cuando Europa estaba de rodillas, desangrada por la guerra, y el resto del mundo hecho, como quien dice, unos zorros. O sea, que lo que, en el fondo, propone Dole, es volver a hacernos cisco para sacar provecho. Cierto que Clinton no es mucho mejor: pero a m¨ª me entretiene que su mujer se dedique al espiritismo.
Se mire como se mire, no hay salida. El mundo que acabamos de vivir, y del que pensamos que es tan mejorable, resulta que ha sido el mejor. Pero
,como no me quiero poner negativa, termino con una referencia optimista: la breve aunque voluntariosa presencia de la gran actriz Glenda Jackson en Benidorm, que hay que tener narices para acercarse all¨ª por esta ¨¦poca, y m¨¢s vestida de cabeza a pies con un conjunto de seda negro. Glenda hizo campa?a entre sus veraneantes compatriotas por el Partido Laborista, al que pertenece, y no pudo evitar aconsejarles que no tomen mucho el sol, y que coman yogur contra la insolaci¨®n. No hay como haber sido trotskista.
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