?Qu¨¦ pol¨ªtica hacia Cuba?
El autor analiza el efecto de la Ley Helms-Burton en la actitud del Gobierno del PP hacia la isla
El PP advirti¨® que la continuidad de la pol¨ªtica exterior tras el cambio de mayor¨ªa no se aplicar¨ªa a Cuba. Sin embargo, la crisis provocada por la Ley Helms-Burton ha obligado al nuevo Gobierno a reformular su programa cuando apenas se hab¨ªa puesto en marcha. Parece oportuno, por tanto, hacer balance de los planteamientos iniciales y su evoluci¨®n.El punto de partida era el siguiente: el Gobierno socialista hab¨ªa tratado a la ¨²ltima dictadura iberoamericana con demasiadas contemplaciones, sin duda inimaginables si el r¨¦gimen hubiera sido del signo opuesto. La nueva pol¨ªtica deb¨ªa ser de mayor firmeza, eliminando toda ayuda que favoreciera al castrismo. Esta congelaci¨®n de relaciones con la Cuba oficial ser¨ªa compensada con unos v¨ªnculos m¨¢s estrechos con los grupos del exilio. Ahora bien, no todos en el exilio pesan igual. La Fundaci¨®n Nacional Cubano-Americana es, de lejos, el grupo m¨¢s influyente. Si a esto unimos su proclamada ideolog¨ªa liberal a lo Thatcher, parec¨ªa, a los ojos de algunos estrategas del partido, la opci¨®n ideal para ser el interlocutor privilegiado del Gobierno popular.
Por su parte, Jorge Mas Canosa conseguir¨ªa un apoyo clave en su estrategia de asfixia al castrismo, dada la influencia de Espa?a en la definici¨®n de una pol¨ªtica hacia Cuba tanto en la UE como en la comunidad iberoamericana. Su presentaci¨®n p¨²blica tendr¨ªa lugar con motivo del viaje de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar a Miami hace unos meses, en el que la fundaci¨®n se volc¨® en atenciones.
Tras la victoria popular, Mas Canosa prepara su desembarco en Espa?a. Su primer paso es la compra de Sintel, filial de Telef¨®nica, en una operaci¨®n que no ha merecido excesivas explicaciones, ni por parte del Gobierno entrante ni por el saliente, a pesar de sus indudables implicaciones pol¨ªticas. De un golpe, Mas Canosa se sit¨²a en el entramado de nuestra multinacional m¨¢s din¨¢mica y, por tanto, en el coraz¨®n empresarial de Madrid. Adem¨¢s, su influencia empieza a ser perceptible en ciertos medios de comunicaci¨®n y en el Parlamento. Su objetivo no es otro que la creaci¨®n de un poderoso grupo de presi¨®n a imagen y semejanza del constituido en EE UU.
La Ley Helms-Burton, auspiciada por la fundaci¨®n, abre un interrogante sobre esta interlocuci¨®n del Gobierno con Mas Canosa, al evidenciarse sus graves perjuicios para los intereses espa?oles. Pero el problema de la ley no s¨®lo es el huevo, sino tambi¨¦n el fuero. De ah¨ª que uno de sus efectos m¨¢s perniciosos haya sido la brecha que ha abierto entre los aliados de ambos lados del Atl¨¢ntico.
El estropicio ha sido grande, y adem¨¢s, al servicio de una estrategia equivocada. La ley es un error porque, de tener ¨¦xito, provocar¨ªa precisamente aquello que EE UU tiene mayor inter¨¦s en evitar: una nueva avalancha de balseros causada por un deterioro de la situaci¨®n econ¨®mica, o una grave desestabilizaci¨®n interna que obligara a llevar a cabo una intervenci¨®n armada. Pero incluso sin ponernos en estas situaciones l¨ªmite, la estrategia es err¨®nea porque supone entrar en el juego de Castro. Los analistas m¨¢s atentos coinciden en el diagn¨®stico: Castro mand¨® derribar las avionetas de Hermanos al Rescate precisamente para provocar la aprobaci¨®n de la Ley Helms-Burton. A cambio de unos costes econ¨®micos que est¨¢ dispuesto a asumir, Castro recupera el discurso antiimperialista, justifica un endurecimiento del control interno y cierra filas en torno suyo. Ha conseguido liquidar la, pol¨ªtica de apertura que prevalec¨ªa en Washington, y de nuevo se instala en la atm¨®sfera de hostilidad en la que siempre se sinti¨® como pez en el agua. Y por si fuera poco, observa complacido c¨®mo la ley abre serias divisiones entre EE UU y los pa¨ªses europeos e iberoamericanos.Si este an¨¢lisis resulta acertado, podemos preguntarnos por qu¨¦ Washington ha cometido tal error. La respuesta es que ha cedido a un grupo de presi¨®n el dise?o de su pol¨ªtica hacia Cuba, en contra incluso de sus propios intereses nacionales. ?sta es la lecci¨®n que debemos anotar cuando este mismo lobby abre sucursal entre nosotros. Pero si esta pol¨ªtica es contraproducente, ?por qu¨¦ se empecina en ella la fundaci¨®n? Para responder debemos tener en cuenta que el conflicto cubano debe ser caracterizado como una guerra civil, aun con todas sus particularidades, y que Mas Canosa es parte beligerante. Y como tal no le hace ascos a las hip¨®tesis de desestabilizaci¨®n interna en la isla que forzaran a EEUU a emprender una acci¨®n militar.
Hace unos meses, Lech Walesa visit¨® Miami, invitado por la fundaci¨®n, para pronunciar una conferencia. En su peculiar lenguaje b¨ªblico afirm¨® que a Castro no se le debe combatir con el Antiguo Testamento, sino con el Nuevo. Es decir, que hay que trabajar para la reconciliaci¨®n y no para la revancha. Es cierto que Fidel Castro ha cosechado tanto odio que ¨¦l mismo es el principal obst¨¢culo para el inicio de un di¨¢logo nacional. Pero el ciclo de Castro est¨¢ en su fase declinante, por m¨¢s que pueda durar a¨²n unos a?os. Por ello, la cuesti¨®n no es tanto c¨®mo desalojarle del poder a cualquier precio, sino c¨®mo preparar a los cubanos de dentro y de fuera para un reencuentro dif¨ªcil pero necesario.En definitiva, el Gobierno debe escuchar a todas las partes involucradas en el conflicto cubano, incluyendo a Mas Canosa. Eso s¨ª, sin permitir que la fundaci¨®n se arrogue la condici¨®n de interlocutor privilegiado. Cualquier espa?ol que haya estado en Miami se enorgullece de lo que los cubanos han creado all¨ª y siente sus ¨¦xitos y tambi¨¦n su drama como algo propio. Pero el di¨¢logo con el exilio no puede ser para dejamos arrastrar por la l¨®gica de la beligerancia, sino para contribuir a superarla.
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