El ritual en su apogeo
Una consistente muralla de sonido que se fue haciendo m¨¢s s¨®lida y n¨ªtida en el transcurso del concierto, dej¨® claro en unos minutos que el p¨²blico iba a ser bombardeado por cataratas de funk exuberante y lujoso.No estaban a su lado ninguno de los grandes que hist¨®ricamente le han acompa?ado. Ni Maceo Parker ni Bobby Byrd ni Pee Wee Ellis. Pero la presencia de Sweet Charles Sherrell o la vocalista Martha High, sustituyen con solvencia tan cualificadas ausencias, que s¨®lo notar¨¢n sus m¨¢s conspicuos seguidores.
Lo que ha quedado por el camino es algo de la fuerza y el vigor, f¨ªsicos y vocales, de los 20 a?os, edad aproximada en la que Brown grab¨® su memorable Live at the Apollo. Pero, como suele suceder con los grandes int¨¦rpretes, a sus 63 a?os James Brown compensa ese vigor por altas dosis de maestr¨ªa, tablas y una sabia dosificaci¨®n de sus posibilidades. Tiene en su haber una amplia colecci¨®n de piezas que ha hecho historia y con las cuales edifica una ceremonia espectacular que si bien no contiene sorpresas, es de una factura impecable.De este repertorio suele escoger en los ¨²ltimos tiempos, y as¨ª sucedi¨® en esta ocasi¨®n, baladas de grueso calibre como Try me y It's a man world, intercaladas con largas secuencias r¨ªtmicas ante cuya capacidad de seducci¨®n danzante es dif¨ªcil no sucumbir. Cold sweat y Gonna have a funky good time fueron muestra de ello.
James Brown Band
James Brown (voz), Bittersweet (voces), Charles Sherrell (teclista, director), The Soul Generals.Vel¨®dromo de B¨¦nicasim (Castell¨®n). 22 de agosto. 3.800 pesetas.
Para redondear el espect¨¢culo, y mostrando su lado m¨¢s kistch, aunque no exento de iron¨ªa, no faltan pasajes como Living in America, donde hacen su aparici¨®n las cuatro bailarinas de la comitiva, vestidas con atuendo de boxeador y recordando Rocky IV, la pel¨ªcula que puso en candelero la canci¨®n de marras.
Entre el resto del elenco, el cuarteto de las Bittersweet, que abri¨® el concierto por el lado vocal con el Respect de Aretha Franklin, resulta esplendoroso cuando no le traiciona el sonido. Y el nutrido grupo instrumental que completa el cortejo, donde figura alg¨²n viejo acompa?ante como el bajista Fred Thomas, es conducido con mano f¨¦rrea por Sherrell, en una tarea directiva que apenas se ve pero que se nota en el resultado final.
Solos en absoluto espectaculares pero tan rotundos como eficaces, alivian el trabajo del sumo sacerdote de la ceremonia.
Cuando ¨¦sta culmina uno se da cuenta de que casi todas las grandes canciones, incluida Sex machine, han sido ya escenificadas. Y que nadie puede celebrar este ritual de ritmo, sensualidad y sentimiento como James Brown. Al fin y al cabo fue ¨¦l quien lo invent¨®.
Babelia
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