Chicago olvidar¨¢ la protesta del 68 para consagrar a Clinton
Peque?os gestos de disidencia quedar¨¢n ahogados por la certeza dem¨®crata de seguir en la Casa Blanca
Chicago, 1968. Todav¨ªa hoy se recuerda ese lugar y esa fecha como los de la ¨²ltima convenci¨®n de un partido norteamericano realmente abierta al debate pol¨ªtico y a la controversia. Miles de manifestantes en contra de la guerra de Vietnam se enfrentaron a la polic¨ªa fuera y dentro del local en el que el Partido Dem¨®crata celebraba su congreso y capturaron toda la atenci¨®n del momento. No es ¨¦se el tipo de noticias que espera Bill Clinton cuando los dem¨®cratas vuelvan a reunirse a partir del lunes en Chicago en la convenci¨®n que lo designar¨¢ oficialmente candidato a la presidencia.Algunos peque?os gestos de disidencia est¨¢n programados en la gran ciudad del Estado de Illinois por parte de sectores de izquierda que se quejan de la excesiva orientaci¨®n derechista tomada por el presidente en los ¨²ltimos meses. Pero el grueso del Partido Dem¨®crata, desmoralizado y desorientado hace un a?o, est¨¢ ahora oportunamente unido detr¨¢s de Clinton, su ¨²nica garant¨ªa de victoria.
La campa?a electoral en Estados Unidos ha creado un panorama parad¨®jico: el Partido Republicano, el que m¨¢s se ha renovado y el que m¨¢s decisivamente ha influido en los acontecimientos desde que Clinton fue elegido en 1992, llega a la cita con las urnas dividido y con un candidato de escaso atractivo entre el electorado. Sin embargo, el Partido Dem¨®crata, sumido en una larga crisis de identidad y marginado de las principales decisiones tomadas ¨²ltimamente en Washington, aparece cohesionado y con un candidato que es maestro en la tarea de recolecci¨®n de votos.
Ese logro es, en parte, obra de la habilidad de Clinton, y en parte la consecuencia de la falta de c¨¢lculo de los propios republicanos. Desde que ¨¦stos tomaron control del Congreso, en 1994, impulsaron un programa legislativo excesivamente ambicioso y extremista que regal¨® a los dem¨®cratas una imagen centrista y moderada.En cierta manera, el buen momento actual del Partido Dem¨®crata -que espera tambi¨¦n avances en las elecciones legislativas, que se celebran, junto a las presidenciales, el 5 de noviembre- es un espejismo. Clinton, con su ansia de triunfo, ha dado una falsa sensaci¨®n de seguridad a sus compa?eros. Y el Partido Republicano, con su radicalismo, les ha dado una raz¨®n para existir. Pero no se ha producido una renovaci¨®n efectiva en su seno, ni de hombres ni de ideas.En palabras de Ted Mondale, senador estatal en Minnesota e hijo del ex vicepresidente Walter Mondale, "el partido est¨¢ satisfecho porque corre con el caballo ganador, pero no existe una clara definici¨®n de qu¨¦ son los dem¨®cratas ni la gente los considera relevantes".El principal beneficiado por esta situaci¨®n es Bill Clinton. Su liderazgo en el partido se ha hecho incontestable. Todas las candidaturas alternativas con las que se especul¨® en el pasado -el congresista Richard Gephardt, el activista de los Jesse Jackson, algunos promocionaron incluso la del vicepresidente Al Gore- se desvanecieron antes de nacer, y Clinton afront¨® la batalla de las elecciones primarias sin rivales internos y sin desgaste de energ¨ªas ni de dinero.
En 1992, el presidente George Bush lleg¨® a su convenci¨®n herido por la lucha librada contra Pat Buchanan en los meses anteriores. No es ¨¦ste el caso de Chicago, donde, si no ocurre una sorpresa may¨²scula, la convenci¨®n se limitar¨¢ a un acto de coronaci¨®n de Bill Clinton. Tan sencilla se presenta, que el presidente ni siquiera estar¨¢ en Chicago hasta el momento de pronunciar su discurso final, el pr¨®ximo jueves, sino que recorrer¨¢ en tren durante esos d¨ªas varias ciudades de Virginia Occidental, Kentucky, Ohio y Michigan, buscando la atenci¨®n period¨ªstica que no tendr¨ªa en Chicago.Cl¨ªnton no quiere que ocurra como en San Diego, donde varios periodistas dejaron prematuramente la convenci¨®n republicana por falta de noticias. En San Diego exist¨ªa, al menos, inter¨¦s por conocer el eco en la convenci¨®n de las posturas diferentes dentro del Partido Republicano sobre temas como el aborto, la inmigraci¨®n y los programas sociales.En Chicago, sin embargo, el ¨²nico asunto de potencial discrepancia es el de las ayudas estatales a los pobres, lo que en ingl¨¦s se conoce como welfare. Bill Clinton firm¨® el jueves una ley sobre la reforma del welfare que tiene el sello del Partido Republicano y que ha provocado cr¨ªticas de algunos sectores dem¨®cratas, que se quejan de que resulta excesivamente lesiva para los norteamericanos con menos recursos.
No ser¨¢ ¨¦se, sin embargo, el asunto que concentre el inter¨¦s de esta convenci¨®n. Milim¨¦tricamente planeada, como la de los republicanos en San Diego, para convertirla en un gran espect¨¢culo publicitario, la convenci¨®n de Chicago intentar¨¢ atraer la atenci¨®n del p¨²blico con otros elementos. Entre ellos, el actor Christopher Reeve, el famoso Superman, que conduce una campa?a en defensa de los minusv¨¢lidos desde que ¨¦l mismo qued¨® parapl¨¦jico como consecuencia de un accidente de caballo. Sarah Brady, la esposa del funcionario herido en la cabeza durante el atentado contra Ronald Reagan en 1980, hablar¨¢ a favor del control de las armas de fuego. Hillary Clinton, siempre importante para conquistar el voto de las mujeres, tratar¨¢ de contrarrestar los ataques contra ella en San Diego y de provocar comparaciones con Elizabeth Dole. Y, por supuesto, Bill Clinton, que marcar¨¢ el tono de su campa?a electoral en un discurso de clausura que ir¨¢ fundamentalmente dirigido a ganar los votos de los independientes y los indecisos.
Una forma de conseguirlo es con promesas sobre impuestos. El presidente, que ha calificado de irresponsable la propuesta republicana de rebajar en un 15% las cargas fiscales, ofrecer¨¢ su propia visi¨®n del asunto, que consiste en descuentos para las clases medias y los pobres, y solamente para aquellos empresarios que contraten personas procedentes de los programas de welfare.La Casa Blanca pretende que la convenci¨®n de Chicago, aparte de alguna ret¨®rica para satisfacci¨®n. de los militantes tradicionales, sea el reflejo de lo que se llaman los nuevos dem¨®cratas, un t¨¦rmino del que se siente parte el propio Clinton y que define a la corriente centrista del partido.Esa filosof¨ªa est¨¢ recogida en parte en la plataforma que tiene previsto aprobar esta convenci¨®n. "Lo que el Partido Dem¨®crata ofrece hoy", afirma el documento, "es el fin de la era del gran Estado, el rechazo al paternalismo para dejar que nuestros ciudadanos puedan valerse por s¨ª mismos".
El Partido Dem¨®crata ha sido siempre una amplia coalici¨®n de sectores (sindicalistas, negros, mujeres, clases medias) que equilibraban adecuadamente su influencia. Pero los viejos activistas de la ¨¦poca de Vietnam no parecen tener cabida ya en el partido de los nuevos dem¨®cratas. Algunas manifestaciones convocadas por grupos negros, de homosexuales o de derechos civiles han sido prohibidas por razones de seguridad o bien negociadas para dejarlas reducidas a una m¨ªnima expresi¨®n. Este a?o, por tanto, no se espera violencia en Chicago... ni se esperan noticias tampoco.
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