Visita a las cuevas

Cuando, de viaje por la zona, acompa?ado de mi familia, quise visitar las cuevas de Altamira u otras similares, por curiosidad y con ciertas pretensiones de aprovechamiento did¨¢ctico para mis hijos en edad escolar, me dieron con la puerta de las mismas en las narices. Me recordaron entonces que la presencia de las personas en su interior perjudica a las pinturas y que el n¨²mero anual de visitantes est¨¢ rigurosamente limitado. En casos como ¨¦ste, es comprensible que tengan preferencia los visitantes cuyos objetivos de estudio conlleven otros beneficios para el mejor conocimiento general de los que hemos tenido que resignarnos a no poder entrar jam¨¢s en ellas. Las solicitudes razonadas de los estudiosos deben hacerse, seg¨²n creo, con muchos meses de antelaci¨®n.Me pregunto: ?con cu¨¢nta antelaci¨®n han solicitado la visita el se?or Alvarez Cascos y su prometida? ?Cu¨¢l era el objetivo de la misma? ?Simple curiosidad, did¨¢ctico, oficial como miembro del Gobierno ... ? ?De estudio especializado del cual se derivar¨¢ la adopci¨®n de ciertas medidas que nos permitir¨¢n conocer mejor las cuevas a los que no podemos entrar en ellas? En todo caso, esta visita, de la que hemos tenido noticia con fotograf¨ªa en EL PA¨ªS del domingo 18 de agosto de 1996, en la que participaron al menos tres personas -los novios y el alcalde de Santander-, ?tendr¨¢ como consecuencia la p¨¦rdida de oportunidad de acceder a ellas a otros tres estudiosos de la lista de espera de este a?o?-