Jos¨¦ Tomas y el toreo bueno
?Ligar los pases?. ?Ha visto alguna vez esta esencia del arte del toreo la nueva afici¨®n? Pues si no acudi¨® a San Sebasti¨¢n de los Reyes se lo perdi¨®. Hab¨ªa entrado en el festejo Jos¨¦ Tom¨¢s en sustituci¨®n de V¨ªctor Puerto -que se encuentra lesionado- y, cuando sali¨®, estaba en la gloria. Art¨ªfice del toreo bueno -toreo sin adjetivaci¨®n alguna deber¨ªa decirse, si los tiempos taurinos que corren tuvieran l¨®gica-, arm¨® un alboroto, y llega a ser, aquella, plaza de campanillas y lo que organiza es, sencillamente, la revoluci¨®n.Ligar los pases... Justo la asignatura pendiente de la torer¨ªa actual. Cualquiera llega a figura y pasa por ser un fen¨®meno de la tauromaquia sin haber ligado los pases nunca. Bueno, y qu¨¦ importa, se dir¨¢; para gustos se hicieron los colores, y si al p¨²blico le gusta, nada hay que objetar.
Bayones / Ortega, Rivera, Tom¨¢s
Toros de Los Bayones, tres primeros anovillados, flojos, poca casta (3? noble); resto discretos de presencia y con casta (6? manso). Ortega Cano: dos pinchazos, espadazo infamante en los bajos, rueda de peones y descabello (silencio); pinchazo hondo atravesado y dos descabellos (bronca). Rivera Ord¨®?ez: estocada perdiendo la muleta, ruedas insistentes de peones y dos descabellos (oreja protestada); media perdiendo la muleta, rueda de peones y tres descabellos (aplausos y saludos). Jos¨¦ Tom¨¢s: pinchazo y estocada corta (dos orejas); cinco pinchazos y media (vuelta).Plaza de San Sebasti¨¢n de los Reyes, 28 de agosto. 4 a corrida de feria. Lleno.
Y nada se objeta, efectivamente. Mas si bien es cierto que la Constituci¨®n no condena a los toreros que practican el unipase, el arte del toreo s¨ª los pone en entredicho, pues con su artificio desnaturalizan la t¨¦cnica del arte de torear; eluden la ligaz¨®n que es donde est¨¢, precisamente, el riesgo principal de las suertes, el m¨¦todo para mantener creciente el celo de los toros y someter su encastada codicia.
La adulteraci¨®n progresiva del arte de torear ha llegado a subvertir sus valores y cada vez es mayor la cantidad de p¨²blico que no vio jam¨¢s su interpretaci¨®n. Por eso se conforma con la pinturer¨ªa habilidosa de los pegapases. Pero cuando llega uno a la manera de Jos¨¦ Tom¨¢s y lo recupera, y adem¨¢s lo despliega en toda su pureza, el p¨²blico siente aquella incontenible vibraci¨®n que produjo toda la vida de Dios el toreo verdadero; y hay una conmoci¨®n en la plaza, y a todo el mundo le invaden unas sensaciones desconocidas, dif¨ªciles de explicar.
Ante el toreo bueno, el p¨²blico ni siquiera pide m¨²sica. ?Para qu¨¦? ?Hay mejor m¨²sica que el toreo sentido en el fondo del alma? Los naturales de Jos¨¦ Tom¨¢s a su primer toro, los redondos al segundo, destacaron en sus faenas, que adem¨¢s fueron variadas, torer¨ªsimas, realizadas con una pasmosa serenidad.
S¨®lidamente construidas, sin excederse en los pases, festoneadas de adornos oportunos, las hizo discurrir con armon¨ªa y a¨²n se permiti¨® algunos alardes inesperados. Aquella ligaz¨®n casi inveros¨ªmil del cambio de mano, pase alto por la espalda con la izquierda y otro de pecho, impresion¨® a la afici¨®n y la puso -a meditar.
Ortega Cano hizo asimismo el toreo bueno, arm¨®nico y ligado. Estado civil y chirriantes jipios por soleares aparte, Ortega Cano es uno de los diestros que mejor torean y una muestra incontestable fueron las dos tandas de naturales que le cuaj¨® al primer torillo.
Luego cort¨® la faena; al ver que le dejaba en paz., el toro dijo adi¨®s muy buenas y se march¨® a chiqueros, y el diestro se puso pesad¨ªsimo empe?ado en pegarle al aire de su querencia unos pases que ya no resultaron tan buenos ni arm¨®nicos.
Mat¨® de horrenda manera Ortega Cano y a¨²n empeor¨® su actuaci¨®n en el cuarto, con el que no emple¨® ning¨²n recurso lidiador, trapace¨® distanciado y acab¨® perdiendo los papeles, s¨®lo porque el toro un¨ªa genio a la casta. Le abroncaron a modo, como era de esperar.
A Ortega Cano ya no le perdonan movimiento mal hecho. En cambio Rivera Ord¨®?ez tiene los p¨²blicos a favor, las mujeres sobre todo, y sus malos movimientos caen en gracia. No es que tuviera muchos: templar poco ser¨ªa uno de ellos y tampoco lo condena la Constituci¨®n. Estuvo animoso, dentro de la vulgaridad art¨ªstica y si le dieron una oreja debe enmarcarse en la magnanimidad presidencial.
La oreja de Rivera Ord¨®?ez no era las dos orejas de Jos¨¦ Tom¨¢s, que pudieron ser cuatro si no llega a matar al sexto a la ¨²ltima. La oreja de Rivera Ord¨®?ez fue un regalo y las dos de Jos¨¦ Tom¨¢s el justo premio al toreo bueno. As¨ª que un respeto.
Babelia
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