Pina Bausch estrena una coreograf¨ªa deslumbrante para una ¨®pera de Gluck
Cuatro son las ¨®peras que presenta la actual edici¨®n del Festival de Edimburgo. De ellas, la mitad son de Gluck y, curiosamente, tanto la direcci¨®n esc¨¦nica de Orfeo y Eur¨ªdice como la de Ifigenia en Tauride han sido, encomendadas, a dos prestigiosas figuras del mundo de la danza: Mark Morris y Pina Bausch. La propuesta de Bausch y sus bailarines para Ifigenia en Tauride, presentada el jueves, es de una belleza pl¨¢stica deslumbrante, de una riqueza conceptual poderosa y de una mezcla de imaginaci¨®n y sensibilidad que roza el milagro.
ENVIADO ESPECIALPina Bausch (Solingen, 1940) lleva ya muchos a?os dando vueltas a Ifigenia. Le pasa como a Barenboim con Tristan e Isolda o a Kleiber con El caballero de la rosa. A los grandes artistas les ocurren a veces este tipo de afinidades. Se enamoran de una obra y la convierten en un s¨ªmbolo, y sobre todo en un compa?ero afectivo de viaje durante toda la vida.Cuando Pina Bausch se hizo cargo del teatro Tanz en la ciudad industrial alemana de Wuppertal hace m¨¢s de 20 a?os, la llamada de Ifigenia no se hizo esperar. La relaci¨®n contin¨²a.
?Qu¨¦ vio Pina Bausch en Gluck para que podamos explicarnos el flechazo? Probablemente la claridad dram¨¢tica y musical al servicio de un tema de la antig¨¹edad cl¨¢sica. El propio compositor manifest¨® su deseo de devolver la m¨²sica a su "verdadero objetivo", que no es otro que el de servir a la poes¨ªa dando su verdadero peso a la expresi¨®n del sentimiento e incrementando el inter¨¦s de la audiencia en la trama, sin interrumpir la acci¨®n o distorsionarla con ornamentaciones superfluas. Esta declaraci¨®n de principios se vierte a la perfecci¨®n en obras como Ifigenia en Tauride. La desnudez de la palabra se ve potenciada por la desnudez de la m¨²sica teatral. Para una creadora tan volcada en las esencias como Pina Bausch, la atracci¨®n era inevitable: ten¨ªa que hacer volar la palabra y la m¨²sica con el movimiento corporal.
El equ¨ªvoco viene al presentarse este espect¨¢culo como una ¨®pera. Bien es verdad que t¨¦cnicamente hablando se escucha como tal, pero los cantantes se sit¨²an en unos palcos laterales tenuamente iluminados y el coro acompa?a a la orquesta en el foso. No provocan una mirada ni por compasi¨®n. Su protagonismo se limita a la voz
Fuerza contundente
La fuerza de la coreograf¨ªa de Pina Bausch es tan contundente que Ifigenia en Tauride se convierte en un espect¨¢culo de danza con la m¨²sica como acompa?ante, aunque los instrumentistas y cantantes act¨²en en vivo en la sala. Esta edici¨®n del Festival de Edimburgo ha tenido a la misma Orquesta de C¨¢mara Escocesa acompa?ando en directo a la compa?¨ªa de Martha Graham, o a Rinaldo Alessandrini y el Concerto Italiano poniendo sus voces en una coreograf¨ªa de Mark Morris sobre Monteverdi, con lo cual nadie se enga?a . Y no es cuesti¨®n de que los cantantes ni la orquesta que act¨²en en Ifigenia sean mejores o peores.La soprano americana Christine Brewer fue una notable Ifigenia, y la orquesta y coros dirigidos por Jan Michael Horstmann, alcanzaron cotas de gran correcci¨®n. Uno puede imaginarse a las ifigenias recientes de Gardiner en Lyon o Muti en La Scala integradas en el planteamiento de este espect¨¢culo y acompa?adas de reparto de post¨ªn. Su protagonismo quedar¨ªa tambi¨¦n desdibujado, aun siendo Montague o Vaness. Una de las esencias de la ¨®pera es sentir la presencia del cantante, por muy poco adecuado que sea su f¨ªsico al personaje que representa. Se viene a escuchar desde luego, pero tambi¨¦n a ver. ?Un prejuicio excesivo? Puede ser.
Directo a la memoria
Se comprende que Pina Bausch haya tenido tantos a?os de dedicaci¨®n a esta obra. Lo que va directamente a la memoria, del espectador es un gesto, un movimiento, una composici¨®n pl¨¢stica de los bailarines; pocas veces la interpretaci¨®n de un aria o d¨²o. El canto sin palabras de los bailarines oscurece al canto verdadero. ?Es esto positivo o negativo? Poco importa.Pina Bausch consigue transmitir, la emoci¨®n de la m¨²sica mediante las im¨¢genes y el movimiento. Los elementos escenogr¨¢ficos son sencillos y tienen car¨¢cter cotidiano: unas s¨¢banas extendidas, unas sillas (como en Caf¨¦ M¨¹ller, pero con una intenci¨®n distinta), una escalera, unas flores (como en Nelken), un espejo, una ba?era, unas perchas con ropa. Su expresividad es impactante, gracias a la iluminaci¨®n y a la s¨ªntesis, pero sobre todo por la riqueza de ideas.
Los bailarines asimilan y transmiten la m¨²sica con una enorme preparaci¨®n f¨ªsica. La, riqueza del lenguaje corporal o el equilibrio entre la autonom¨ªa del baile y la m¨²sica de Gluck hacen que la obra fluya con una capacidad de sugerencia que se renueva a cada escena.
El espect¨¢culo encaja a las mil maravillas con la est¨¦tica del Festival de Edimburgo. Un p¨²blico variopinto se dej¨® llevar con. admiraci¨®n y aplaudi¨® a todos los integrantes cuando saludaron, siempre juntos los cantantes con los bailarines que les doblaban. Tras siete u ocho salidas del director musical, coro y las compa?¨ªas de canto y baile, apareci¨® en el escenario Pina Bausch. De negro, imponente, seria, con su rostro inmortal de gran tr¨¢gica. La recepci¨®n del p¨²blico, en pie, fue atronadora. Se estaba constatando que ella era el espect¨¢culo. Ella, y su capacidad narrativa, evocadora y po¨¦tica.
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