Las Islas Feroe resisten m¨¢s de la cuenta
Espa?a resolvi¨® con goleada un partido que tard¨® m¨¢s de una hora en ponerse de cara
Decididamente se trataba de un rival flojo. Cargado de entusiasmo, generoso en el esfuerzo e incluso condimentado con ciertas dosis de osad¨ªa, pero flojo. El equipo de las Islas Feroe ense?¨® goteras por todos lados: inocencia, fragilidad defensiva, ning¨²n criterio, escasa t¨¦cnica, nada de oficio... Un adversario preparado para la derrota, para la goleada, pero que resisti¨® de pie m¨¢s de la cuenta. S¨®lo con el 1-2, pasada la hora de partido, acept¨® la rendici¨®n. Y fue entonces cuando Espa?a, agarrada a la explosi¨®n de Alfonso, pudo dedicarse por entero a la goleada. Y a liquidar con holgura un estreno que le preocupaba.Era un partido para meterle mano por abajo, para romperlo con una pared, tres o cuatro toques rasos a la primera, un pase al hueco o algo as¨ª. Pero estas cosas no encajan demasiado con el libreto del seleccionador. Clemente prefiere las llegadas por banda a la carrera y los bombeos de bal¨®n sobre el ¨¢rea desde all¨ª. Tambi¨¦n pod¨ªa valer, aunque si los feroeses no hac¨ªan mal algo era precisa mente contrarrestar la munici¨®n a¨¦rea.
Pod¨ªa valer, porque en realidad Espa?a debi¨® descorchar la reuni¨®n mucho antes de que se decidiera de una vez a trazar una combinaci¨®n por el suelo. Los globos desde los laterales construyeron el n¨²mero suficiente. de ocasiones como para agujerear al guardameta Knudsen, que sali¨® sin su gorrito de lana y sin su borla (Simonsen, el preparador fero¨¦s, ha conseguido convencerle de que su costumbre no era demasiado seria y de que, pese a su teor¨ªa, en realidad tampoco le garantiza protecci¨®n contra los golpes) y que se luci¨® en alguna que otra palomita. Kiko, Luis Enrique, Hierro, Sergi, Pizzi... todos gozaron de su oportunidad para marcar. Y cada uno tir¨® la suya a la papelera.
Hasta que Guardiola, ese jugador sobrado de clase que, seg¨²n Clemente, ahora ya curra, se decidi¨® a bajar por una vez el bal¨®n. Y a ras de suelo se lo entreg¨® a Kiko, que toc¨® para Luis Enrique, que se lo devolvi¨® de primera a Kiko, quien a su vez volvi¨® a ced¨¦rselo a Luis Enrique. Conclusi¨®n: la defensa feroesa echa un l¨ªo y sus pegajosos marcajes individuales desarmados de un plumazo. Gol.
Aunque con 37 minutos de retraso, llegaba el gol. Espa?a se sacudi¨® las manos y se dijo: problema resuelto. Reza el t¨®pico futbol¨ªstico en estos casos que lo dif¨ªcil ante contrarios de esta envergadura es conseguir el primer gol, pero que una vez realizado, el enemigo se deshace. Y convencido de la validez de esta teor¨ªa se marc¨® el grupo de Clemente al descanso. Pero no, esta vez no.
Nada m¨¢s arrancar la segunda parte, como por sorpresa, Todi Jonson, uno de los dos profesionales del equipo fero¨¦s, militante de la Liga danesa y a quien ya se?alaban los lugare?os como el mejor de sus futbolistas, se plant¨® delante de Zubizarreta (ya son 111 los encuentros del guardameta vasco con la selecci¨®n) y, le super¨® por bajo. Las Islas Feroe cumpl¨ªan con su estad¨ªstica: hab¨ªan marcado siempre un gol en sus encuentros de esta fase. Ante Yugoslavia (3-1) y ante Eslovaquia (1-2).
El tanto de Todi Jonson puso a hervir un grader¨ªo que vivi¨® la cita con toda la pasi¨®n del mundo. Si en la primera parte, con el 0-0 en el marcador, a los aficionados feroeses les bastaba con que sus jugadores -electricista uno, carpintero otro, mec¨¢nico el de m¨¢s all¨¢ ganaran un salto de cabeza en el centro del campo para explotar de j¨²bilo, con el gol aquello cobr¨® tintes de gesta nacional. La gente lo celebraba con fervor.
Pese al golpe bajo, doloroso se mire por donde se mire, Espa?a no dej¨® levantarse a su rival. Reaccion¨® con diligencia al contratiempo y se lanz¨® con decisi¨®n a la caza de un nuevo tanto. Por el camino de Clemente, eso s¨ª: las llegadas aceleradas por los laterales y los globos sobre el ¨¢rea desde all¨ª. Y con esa f¨®rmula Espa?a se volvi¨® a reconciliar con el marcador. Despu¨¦s de un cuarto de hora de incertidumbre.
Lleg¨® el primer gol de Alfonso y Espa?a inici¨® el despegue. Las Islas Feroes bajaron entonces los brazos, convencidos ya de que una nueva sorpresa era imposible. Y los de Clemente se tiraron en plancha hacia la goleada. La aparici¨®n de Alfonso result¨® del todo decisiva: supo descubrirse un sitio entre la defensa feroesa, acomodarse con pericia entre sus marcajes individuales y expulsar con rabia todo el gol que lleva dentro, que es. mucho. A su costa lleg¨® la goleada so?ada. Y a una velocidad endemoniada, a todo trapo.
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