Microsiervos
?Son los empleados de Microsoft unos siervos??Es Bill Gates su dios? Este oto?o, Ediciones B publicar¨¢ el ¨²ltimo libro de Douglas Coupland, el autor de Generaci¨®n X, con el t¨ªtulo de Microsiervos. Siervos de tama?o normal pero de vida achicada a una proporci¨®n de micras.
En realidad, en Silicon Valley, donde tiene su sede californiana la empresa, la base del trabajo ion los chips, part¨ªculas diminutas o casi invisibles, pululando en estancias di¨¢fanas y desinfectadas. No hay apenas otra cosa que invenci¨®n all¨ª porque incluso las sucias producciones de silicio se han exportado a los pa¨ªses asi¨¢ticos.. En ese lugar, en cambio, todo est¨¢ exento y hasta desprovisto de cualquier distracci¨®n. El protagonista dice: nuestra vida se compone de "trabajar, dormir, trabajar, dormir, trabajar, dormir". Y nadie se subvierte contra esta situaci¨®n porque la situaci¨®n aparece como la m¨¢s deseable de todas. Dentro de ella se participa en una actividad de vanguardia tecnol¨®gica, se trata con los productos que codicia el siglo XXI, se es distinguido con cargos relevantes cuando no se han cumplido los treinta (la media de edad entre los empleados en Microsoft es de 31,2 a?os) y, por encima de todo, Microsoft es hasta el momento la ¨²nica empresa del mundo que no ha reducido el n¨²mero de sus empleados. Ni Apple ha podido resistir la presi¨®n del downsizing aunque la edad media de su plantilla no alcance los 32.
Sumergido en el universo de Microsoft, Coupland ha escrito un libro que alude tanto a los pormenores vivenciales de los asalariados como al entorno en que se desenvuelven los inform¨¢ticos, nerds y geeks norteamericanos, con edades entre los veintintantos y los treinta y pocos.
En la plenitud de su vigor, en el intervalo potencialmente m¨¢s suculento de su vida, unos y otros se mecen en una existencia descargada de sentido. Trabajan, trabajan, ?pero qu¨¦ otra cosa podr¨ªan hacer? A nadie se le ocurren otras cosas que no se encuentren relacionadas con el ordenador, el modem, el fax, el m¨®vil o el correo electr¨®nico.
Daniel Underwood, el protagonista, es un adicto al correo electr¨®nico y recibe alrededor de 60 mensajes diarios. Todos ellos sincopados y la gran mayor¨ªa in¨²tiles. Esta es su forma m¨¢s extensa y variada de comunicaci¨®n. Con una ventaja reconocida frente al tel¨¦fono y es que la comunicaci¨®n telef¨®nica a¨²n con contestadores autom¨¢ticos puede llevar a toparse con alguien que responda y al que debe prest¨¢rsele conversaci¨®n. El correo electr¨®nico preserva, en cambio, de esta molestia sin dejar de cumplir por ello con la misi¨®n de hacer Ver que todav¨ªa se est¨¢ vivo y apto para teclear a los dem¨¢s.
A¨²n con sus apoyos ir¨®nicos el mundo de la comunicaci¨®n humana que Microsiervos describe es el final del mundo cara a cara. Su madre, en la agon¨ªa, se sirve tambi¨¦n de un ordenador para decir lo que siente a sus allegados. Escribe: "STOY MJR, OS QRO A TDS". "Aqu¨ª est¨¢ -dice Daniel-. Mi madre habla como una matr¨ªcula... como las letras de una canci¨®n de Prince... como una. p¨¢gina sin vocales... como una escritura en clave. A lo largo de este ¨²ltimo a?o me he dedicado a jugar con las palabras (en el correo elctr¨®nico) y ahora... bueno, el juego se ha convertido en la vida real."
La vida real que est¨¢ creando la realidad de las comunicaciones electr¨®nicas aporta enormes beneficios a las empresas, pero el modo de vida de las empresas dista de ser la vida mejor de las mujeres y los hombres. Todo tiende, ahora, a ser empresa, incluida la vida amor osa y familiar. Esta deriva pat¨¦tica es relativamente visible en Espa?a y para un lector de aqu¨ª el libro de Coupland puede parecer ficci¨®n, exageraci¨®n, fantas¨ªa literaria, pero Douglas Coupland no es un autor de obras de terror, ni perteneciente al realismo m¨¢gico. Sencillamente, hace periodismo en Estados Unidos. Quien desee darse por enterado de estos macroamos tecnol¨®gicos que vienen he aqu¨ª el directo testimonio de algunos microsiervos en plena cocci¨®n.
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