Decepcionados y decepcionantes
Estaba previsto que para el Gobierno el examen empezar¨ªa en septiembre; tambi¨¦n lo estaba que entre los m¨¢s severos examinadores figurar¨ªan algunos de los m¨¢s entusiastas mentores de anteayer. Pero lo discutible de algunas de las decisiones tomadas los ha convertido, m¨¢s que en jueces, en torturadores inquisitoriales. En sus memorias, Koestler dice que en los partidos comunistas a los que sirvi¨® se viv¨ªa como en un "invern¨¢culo emocional" en que cualquier m¨ªnima desviaci¨®n, incluso involuntaria, era juzgada como "sabotaje y desvar¨ªo". Si se hubiera evitado el invern¨¢culo, con el paso del tiempo no se pasar¨ªa por el auto de fe ejecutado por quienes -quer¨ªan un cambio de r¨¦gimen desde el llamado felipismo hasta no s¨¦ sabe bien qu¨¦. El programa del sindicato de los hoy decepcionados se ha revelado imposible porque no hay votos para llevarlo a cabo y no van a aumentar por el procedimiento de flagelar a los electores discrepantes. Ni el antinacionalismo ni la revoluci¨®n ultraliberal est¨¢n al orden del d¨ªa o en el horizonte de lo razonable.Sucede, sin embargo, que, en efecto, mucho de lo llevado a cabo por el Gobierno merece el calificativo de decepcionan te. A diferencia de lo que piensa el sindicato de decepcionados; el origen no hay que atribuirlo a una fant¨¢stica Traici¨®n, sino a razones bastante m¨¢s prosaicas. Una obligaci¨®n, obv¨ªa de tener los pies sobre la realidad pol¨ªtica nacional se ha combinado en este caso con esa actitud generacional bastante desprejudiciada con respecto a los principios y, en cambio, un uso f¨¦rreo de la maquinaria partidista o de clan. Pero la base de todo consiste en algo tan evidente como que el Gobierno est¨¢ ¨¢prendiendo. Resulta ya bien patente que su sabidur¨ªa es menor que aquella que se autoatribu¨ªa en la oposici¨®n.
Respecto a los papeles del Cesid el Gobierno es, por ejemplo, m¨¢s convincente cuando responde de forma concreta a una demanda que con esa pretensi¨®n de negarse para siempre jam¨¢s a ense?ar ninguno. Al sindicato de los decepcionados conviene darles la mala noticia de que Perote existe y resulta dudoso de que sea tan candoroso como el hijo de Caperucita Roja. Lo decepcionante es que una decisi¨®n pol¨ªtica como ¨¦sta, no s¨®lo no tiene en cuenta el cambio de rumbo propio o la previsible reacci¨®n de los nacionalistas, sino que viene acompa?ada de una Ley de Secretos Oficiales que s¨®lo merece el calificativo de mala. Ni la ocasi¨®n que la motiva, ni la discrecionalidad concedida al Gobierno, ni los plazos se?alados son aceptables. Con una disposici¨®n como ¨¦sta, con pocos votos para, prosperar en el Parlamento, se embiste de forma directa al prop¨®sito regeneracionista en lo pol¨ªtico que hasta el momento s¨®lo ha podido percibirse en los nonbramientos del Consejo del Poder Judicial y del fiscal general, derivados de la fragmentaci¨®n parlamentaria. En pol¨ªtica econ¨®mica, este Gobierno tiene m¨¢s probabilidades de controlar el gasto p¨²blico y de seguir la senda de Maastricht, pero m¨¢s que proclamar un programa lo balbucea con una dislexia entre t¨ªmida y contradictoria que ser¨ªa simplemente corrosiva de no tener a su favor otras circunstancias.Parecer¨ªa, en efecto, que un Gobierno acusado de decepcionante por su antiguo. equipo m¨¦dico habitual, con escasa mayor¨ªa parlamentaria, en proceso de aprendizaje y condenado a liquidar a los seguidores que no le han seguido en sus acrobacias program¨¢ticas est¨¢ en malas condiciones de estabilidad. Pero no es as¨ª. Tambi¨¦n en este caso se puede recurrir a Koestler, que comparaba a los dirigentes comunistas a la hora de seguir la l¨ªnea ortodoxa con esos saltimbanquis cuya vida depende de llegar al trampol¨ªn de enfrente con la precisi¨®n de una fracci¨®n de segundo.
Los acr¨®batas del Gobierno pueden ser decepcionantes, pero si no se les nota nerviosos, incluso despu¨¦s del abandono del sindicato de decepcionados, es simplemente porque est¨¢n aprendiendo a saltar con red. El goteo de noticias judiciales va para largo y no s¨®lo en los casos m¨¢s estridentes. No vendr¨ªa mal que el resurrecto Guerra recordara ahora que a su hermano, condenado a un ano y medio de c¨¢rcel por ocupar el despacho que ¨¦l le cedi¨®, a¨²n le quedan cinco juicios. Eso da para muchos saltos mortales sin peligro alguno. Excepto para el ciudadano, claro.
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