Un torero valiente
El gaditano Carlos Pacheco demostr¨® en La Maestranza que es un torero valent¨ªsimo, lo cual es una cualidad muy encomiable en los tiempos que corren. Su labor a su primero fue de un m¨¦rito extraordinario, pues el novillo era dif¨ªcil, brusco y ¨¢spero, y el novillero aguant¨® lo inaguantable, se gan¨® dos volteretas impresionantes, llen¨® de emoci¨®n los tendidos y no dio m¨¢s que una vuelta al ruedo.Es verdad que la estocada cay¨® baja, lo que no mancha en absoluto la emocionante faena de un torero escaso de calidad art¨ªstica, pero sobrado de pundonor y hambriento de triunfos.
A pesar de todo, s¨®lo unos pocos pa?uelos pidieron la oreja y el presidente, l¨®gicamente, no la concedi¨®. Claro que cada vez va menos gente a la plaza, y la poca que va muestra un preocupante analfabetismo taurino. Adem¨¢s, Pacheco es natural de La L¨ªnea, motivo suficiente para que le acompa?en pocos partidarios, lo que perjudica gravemente sus intereses. En fin, que se supone que su entonada actuaci¨®n le servir¨¢ de poco, porque lo que vale son los goles y no otros m¨¦ritos mejores.
Varela / Pacheco, Ortega, De Alba
Novillos de Jos¨¦ Francisco Varela Crujo, desiguales de presentaci¨®n, mansos, descastados y dif¨ªciles.Carlos Pacheco: estocada baja (vuelta); tres pinchazos (silencio). Jaime Ortega: pinchazo, media y descabello (silencio); casi entera (ovaci¨®n). Juan Carlos de Alba: cuatro pinchazos y estocada (silencio); dos pinchazos, casi entera -aviso- y descabello (ovaci¨®n). Plaza de la Maestranza, 15 de septiembre. Menos de media entrada.
No hubo oreja, pero s¨ª un torero de los pies a la cabeza, que se jug¨® la vida sin cuento y plant¨® cara con enorme gallard¨ªa a un novillo que golpeaba la muleta en lugar de embestir y lo miraba con aviesas intenciones. Quieta la planta como una vela, Carlos Pacheco domin¨® la situaci¨®n e, incluso, dibuj¨® varios derechazos hondos a base de exponer.
No fue una faena templada ni ligada porque no pod¨ªa serlo; una faena de pocos pases, pero de emoci¨®n intensa. Fue una pena que el p¨²blico lego no reconociera la gesta de un torero con madera de valiente.
El cuarto novillo era una birria y, tras una dura porf¨ªa, el novillero se gan¨® una fuerte contusi¨®n en el hombro izquierdo sin mayores consecuencias.
La novillada fue toda ella un regalo: novillos mansos y descastados que destrozaron las ilusiones de la terna. Jaime Ortega y Juan Carlos de Alba, novilleros poco experimentados, s¨®lo dejaron detalles de buen gusto y un valor muy justo. Ortega fue desbordado siempre por el genio de sus novillos. De Alba tore¨® bien a la ver¨®nica, traz¨® buenos muletazos por ambos lados, pero su actuaci¨®n qued¨® reducida a unos derechazos notables y aislados. Sus oponentes fueron malos, pero el novillero no expuso lo necesario.
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