La pol¨ªtica de la corrupcion
Dudo que la pregunta correcta a formular sea si Eduardo Serra era o no alto ejecutivo de una constructora que pagaba comisiones a Rold¨¢n. Dada la contrastada habilidad de este ¨²ltimo, podemos asegurar que casi no hab¨ªa constructora en Espa?a que no lo haya hecho. En todo caso, y por lo que hace al asuntos de Cubiertas, se trata de un tema conocido desde hace tiempo y en relaci¨®n con el cual hay dos investigaciones abiertas, una en Madrid y otra en Pamplona, y ni en una ni en otra se consider¨® oportuno llamar a declarar al ministro de Defensa. Es m¨¢s, en la primera se dice textualmente que para dar cobertura a pagos de 1989 y 1990 se utilizaron facturas posteriores a la entrada de Serra en la empresa. As¨ª pues, del scoop con que abrimos el oto?o pol¨ªtico puede ciertamente decirse que lo que en ¨¦l es nuevo (la implicaci¨®n del ministro de Defensa) no es cierto, y lo que es cierto (el pago de comisiones por Cubiertas) no es nuevo.La pregunta a formular es pues otra: ?por qu¨¦ ahora?,' ?por qu¨¦ de pronto se "descubre" que Serra era entonces el presidente de Cubiertas, algo que figura, para mayor publicidad, en el Registro Mercantil? ?Por qu¨¦ no cuando fue nombrado o d¨ªas antes o poco despu¨¦s?
La pregunta tiene al menos dos respuestas: la inmediata y la mediata, la concreta y la gen¨¦rica. La primera apunta a la espec¨ªfica colusi¨®n de intereses de este caso singular. Y qu¨¦ duda cabe que, una vez m¨¢s, nos encontramos con una coalici¨®n objetiva entre intereses period¨ªsticos, deseo de venganza de quien cree defenderse atacando y, por qu¨¦ no, aprovechamiento pol¨ªtico, no ya de IU o del PNV (esto es l¨®gico aunque no razonable), sino incluso del propio PP, cuyo partidismo se manifiesta, bien defenestrando otro buen gestor (esta vez de Caja Madrid), bien debilitando a un forastero como Serra, y que parece no perdonar a nadie que no lleve el carn¨¦ en la boca, actitud en la que, por cierto, se parece como gota de agua a su antecesor en el poder.Pero lo preocupante a estas alturas, pasadas las elecciones, efectuado el relevo del Gobierno, justo cuando ¨¦ste parece querer tomar las riendas (si bien con no pocas vacilaciones, y errores), es el regreso de la din¨¢mica pasada. Se dir¨ªa que la vieja pol¨ªtica no acaba de morir y la nueva no acaba de nacer, de modo que nos movemos en un terreno cenagoso, de avances y retrocesos, dudas y tanteos, sin ganar no ya serenidad y confianza sino ni siquiera firmeza. Y ello es consecuencia, probablemente, de los perversos h¨¢bitos que el envilecimiento de la pol¨ªtica -que dura ya al menos dos largos a?os- ha generado. Pues qu¨¦ duda cabe que la creciente demanda de esc¨¢ndalos est¨¢ haciendo sumamente el¨¢stica la oferta, tanto como lo es la credibilidad perdida de los pol¨ªticos.
. No fueron los herejes quienes dieron origen a la Inquisici¨®n, sino ¨¦sta la que los invent¨®. Pues ?qu¨¦ ser¨ªa de inquisidores sin herejes, de reveladores sin esc¨¢ndalos, de periodistas sin primicias, de jueces puritanos sin corrupci¨®n (aqu¨ª o en el ancho mundo) y de los tertulianos de radio o de televisi¨®n sin material mezquino que comentar? De modo que, al igual que la prensa del coraz¨®n dio origen a los famosos y ello a los estafadores de famosos (y el verano ha sido pr¨®digo en vilezas similares), el negocio del esc¨¢ndalo ha generado sus profesionales y ese mercado a los estafadores de supuestos chantajeables. Con ello damos otra vuelta de tuerca y el h¨¢bito deviene sistema. No estamos ya en el esc¨¢ndalo de los pol¨ªticos sino en la pol¨ªtica del esc¨¢ndalo, no en la corrupci¨®n de la pol¨ªtica sino en la pol¨ªtica de la corrupci¨®n Estamos en la falsa denuncia y la acusaci¨®n como negocio o como modo usual de hacer pol¨ªtica, una manera alternativa de hacer dinero o de negociar la rivalidad. Pues sin duda es m¨¢s f¨¢cil lanzar acusaciones de corrupci¨®n que argumentar en contra de una ley o una decisi¨®n del Gobierno; al fin y al cabo lo primero siempre queda impune y se premia con exclusivas, y los argumentos son siempre discutibles. La pr¨®xima vez, qu¨¦ duda cabe, los ministros (?cu¨¢l de ellos?... hagan apuestas) ser¨¢n m¨¢s f¨¢ciles de convencer y m¨¢s atentos.
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