El toro de siempre
Una novillada seria envi¨® la ganadera Roc¨ªo de la C¨¢mara a Madrid. Una novillada con genio y con hechuras. Los taurinos modernos abominan de este ganado y la mayor¨ªa de los toreros no lo quieren ni ver, pero as¨ª fue el toro de siempre; el que daba m¨¦rito a los toreros, variedad al espect¨¢culo, importancia a la fiesta.Con el toro no hay quien se aburra. Con el toro no valen suced¨¢neos de toreo. Luego saldr¨¢ bueno o malo, que ya es distinta cuesti¨®n. Si malo, requerir¨¢ lidia laboriosa; si bueno, ser¨¢ la flor de la maravilla.
De todo hubo en la novillada de Roc¨ªo de la C¨¢mara. De entrada, un trap¨ªo irreprochable. S¨ª se?or (perd¨®n: s¨ª se?ora): as¨ª se viene a Madrid. Adem¨¢s, casta, que explayaban los novillos embistiendo con nobleza, tal que el quinto, o con bronquedad, caso del primero. Y fuerza: s¨®lo los dos primeros se llevaron m¨¢s-puyazos que la corrida entera para figuras del d¨ªa anterior en Guadalajara.
C¨¢mara / Soler, Cham¨®n, Castro
Novillos de Roc¨ªo de la C¨¢mara, muy bien presentados; en general fuertes; de juego desigual. Soler L¨¢zaro, de Burriana (Castell¨®n): estocada trasera ladeada, rueda de peones y cinco descabellos (silencio); dos pinchazos, media atravesada -aviso- y tres descabellos (protestas y palmas cuando saluda). Cham¨®n Ortega: estocada delantera ca¨ªda (algunas palmas); estocada (palmas y tambi¨¦n protestas cuando saluda). Alejandro Castro, de C¨®rdoba: bajonazo, ruedas de peones y seis descabellos (silencio); pinchazo saliendo cogido, otro hondo, rueda de peones, descabello -aviso- y dos descabellos (palmas). 1? y 3? nuevos en esta plaza.Plaza de Las Ventas, 22 de septiembre. Media entrada.
Los novilleros tuvieron el m¨¦rito de medirse Voluntariosos con estos novillos serios de Roc¨ªo de la. C¨¢mara, . pero no estuvieron a la altura de las circunstancias. No se?or (perd¨®n, no se?oritos): as¨ª no se viene a Madrid. Pues verse desbordados por la casta codiciosa de unos novillos que ten¨ªan trap¨ªo de toros, se explica y se comprende, pero lo que no se comprende ni se explica es la inhibici¨®n y el conformismo.
Un aficionado les ped¨ªa que entraran a quites, por favor. No le hicieron caso. S¨®lo Soler L¨¢zaro lo intent¨®, por chicuelinas y por navarras. Sus dos. compa?eros, en cambio, parec¨ªan los convidados de piedra.
Soler L¨¢zaro empez¨® fuerte su deb¨² en Madrid: esperando al novillo a porta gayola. Ocurri¨®, sin embargo, que el novillo no le hizo caso y torci¨® el rumbo, trotando al hilo de la barrera, que intent¨® saltar. Vendr¨ªa a continuaci¨®n un susto morrocotudo. Acudi¨® suelto e incierto el novillo al capote que le presentaba el pe¨®n Francisco Varela, este dud¨® y sufri¨® una cogida impresionante. Empitonado por el abdomen, permaneci¨® unos segundos dram¨¢ticos campaneando en lo alto sobre las astas. Que no resultara herido hubo de ser milagro.
Soler L¨¢zaro no pudo dome?ar la bronquedad del novillo, que anduvo recrecido y a los dos minutos de trasteo ya lo estaba liquidando. La claque le aplaudi¨® a rabiar. Soler L¨¢zaro se trajo una claque burrianera, simp¨¢tica y entusiasta, que no par¨® de jalear le, no dej¨® pasar lance de capa, par de banderillas -que prendi¨® el debutante a cabeza pasada- o suerte muletera sin gritarle ol¨¦, y no es muy seguro que le favoreciera pues en el resto de la plaza provocaba el efecto contrario. La faena de Soler L¨¢razo al cuarto novillo fue premiosa, destemplada e inaut¨¦ntica. Soler L¨¢zaro se pasaba m¨¢s tiempo componiendo cites que toreando, y cuando se decid¨ªa a embarcar -muleta retrasada, pico- el toreo no le sal¨ªa bueno.
Temple le falt¨® asimismo a Cham¨®n Ortega, que -sufri¨®, enganchones y desarmes tanto en el mansurr¨®n segundo novillo como en el quinto, temperamental y de encastada nobleza. Alejandro Castro, segundo debutante en la tarde, cuaj¨® redondos y naturales de buen corte al manejable tercero, y enfri¨® los ¨¢nimos que medio hab¨ªa caldado por pasarse de faena y matar mal. Al sexto no le sac¨® partido pese a sus reiterados intentos en una faena abundosa en pases, cicatera en calidades. Sufri¨® un volteret¨®n y se libr¨® de la cornada cuando en el suelo le iba a derrotar el toro gracias al quite oportun¨ªsimo del pe¨®n ?scar Salcedo que acudi¨® como una bala.
Gestos, quites, ratos de emoci¨®n, pasajes s¨®rdidos, ganado irregular... La fiesta siempre fue as¨ª y no pasaba nada. Lo malo son los borregos y sus pegapases, que no hay quien los aguante. Afortunadamente no fue el caso ¨¦ste fr¨ªo domingo oto?al en Las Ventas.
Babelia
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