Herreros dej¨® que la historia siga su curso
Al Madrid le bast¨® un ejercicio de puro tr¨¢mite para derrotar al Estudiantes
LUIS G?MEZAlberto Herreros tuvo tiempo sobrado para reflexionar desde la otra acera. Formaba parte de un equipo poderoso (quiz¨¢s, como en el caso del Barcelona, asquerosamente poderoso), hecho a imagen y semejanza de Ferr¨¢ndiz, quien tiene, una pertinaz forma de construir un equipo: se trata de destruir al enemigo fuera del terreno de juego antes de que comience el partido. Lo hizo durante el Antiguo R¨¦gimen y ha encontrado ahora el barniz capitalista que necesitaba para seguir siendo fiel a s¨ª mismo. Todo un genio: a golpe de millones, el Madrid tiene un equipo donde cualquier jugador ser¨ªa titular en cualquier otro equipo (ah¨ª ten¨ªan a Laso chupando banquillo durante una larga hora y a Morales sin estrenarse). Como parte de ese proyecto imperial estaba Herreros: sabe que en su horizonte est¨¢ ahora luchar por todos los t¨ªtulos de la temporada. Es una experiencia nueva. Una experiencia que todo gran deportista quiere disfrutar. El Madrid se la ofrece en bandeja. El Estudiantes, no. Herreros pod¨ªa observar a sus antiguos compa?eros luchando contra un imposible. Como tantas veces. Corriendo como locos, intentando canastas fuera de toda norma y tratando de desvirtuar la realidad alentados por una hinchada generosa. Era un empe?o tan bonito como in¨²til. Ellos tambi¨¦n forman parte de otro proyecto. Lo malo es que el Estudiantes ha logrado convertir la utop¨ªa en un absurdo, hace un uso demag¨®gic¨® de la lucha del pobre contra el rico. En realidad, el Estudiantes ha desaprovechado a los mejores patrocinadores del baloncesto espa?ol y a una generaci¨®n digna de todo cr¨¦dito: Azofra, Orenga, Ant¨²nez, Reyes... Herreros. El Estudiantes vive de unos ideales mal administrados. La ideolog¨ªa es una excusa. Y nadie parece darse cuenta de ello. As¨ª, o eres leal (y pierdes), o te conviertes en un traidor. Herreros es ahora otro desertor m¨¢s. Debi¨® sentir un gran alivio ayer, a pesar del ruido a su alrededor: ya no correr¨¢ para que otros sigan divulgando sus bravatas pasadas (le moda; ahora, trabaja para s¨ª mismo.
Herreros era el protagonista de un en¨¦simo Estudiantes-Madrid. Cumpli¨® con el tr¨¢mite. Apareci¨® en escena. para ser abucheado por sus otrora incondicionales, hizo dos canastas, y dej¨® que la historia siga su curso. Sobre el parqu¨¦ compet¨ªan un equipo que necesita gloria y otroque s¨®lo puede hacer ruido, ser una piedra en el camino del Madrid. Y gan¨® quien ten¨ªa que ganar sin hacer gran cosa.
El partido fue necesariamente malo. El Madrid ten¨ªa demasiado potencial. Saltaba a la vista. Era cuesti¨®n de tiempo. Un fogoso comienzo del equipo estudiantil anim¨® la contienda, pero a ojos de cualquier especialista estaba meridianamente claro que se quedar¨ªan sin gasolina tarde o temprano. El Estudiantes no tiene un tiro exterior solvente, su rebote es animoso y, naturalmente, ha perdido talento. Toda su suerte depend¨ªa del estado de ¨¢nimo de sus tres americanos (tanta cantera para qu¨¦). Entretanto, el Madrid actuaba de puro tr¨¢mite: cuatro cosas de Bodiroga y el acierto de Angulo le bastaban para dar la respuesta adecuada. Tambi¨¦n jug¨® unos minutos Ismael Santos, el ¨²nico producto de la cantera madridista propiamente dicho en activo. Curioso.
Mediada la segunda parte, el partido estaba roto. El Madrid, a falta de estilo, usaba su potencial. El Estudiantes, sin potencial y ya sin estilo, se apagaba., En la cuenta corriente del club hay 250 millones disponibles (el precio de la traici¨®n de Herreros) para que los chicos de la cantera puedan tener camisetas. Su ideal ser¨¢ jugar en el Estudiantes alg¨²n d¨ªa. Luego, cuando se desesperen, cambiar¨¢n de camiseta. Entonces reconocer¨¢n (como tantos otros), que fueron enga?ados. Y que los verdaderos traidores siguen perennes en el palco.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.