Recetazo de confecci¨®n
La rebotica se refresca en las noches posveraniegas de guardia, cuando sacan unos sillones de mimbre que flanquean el banco de la apacible glorieta madrile?a. Los amigos, que hemos doblado ya el ganchudo cabo de los 70, nos encarnizamos en dos amplias disquisiciones: el pat¨¦tico re cuerdo de las dudosas haza?as amatorias, donde flaquea la memoria y descarrila la imaginaci¨®n, y alg¨²n tema de actualidad, sin la agudeza y el vigor de anta?o. Nos daba la tabarra uno, con un relato seudobiogr¨¢fico de "a batallas de amor, campos de plumas", cien veces relatadas en el frustrado prop¨®sito de que la contumacia las hiciese veraces y aceptadas. Es de esos individuos que retienen la atenci¨®n a base de un discurso ininterrumpido. Comenz¨® por describir las innegadas cualidades que adornaban a las manicuras del Palace y del Hilton y las maniqu¨ªes de Pedro Rodr¨ªguez, a las que alguno tuvo el honor de invitar a un c¨®ctel en el frontero Mansard, de la calle de Alcal¨¢, junto a la Puerta. "Es terrible este hombre", coment¨® otro, sin preocuparse por embozar la voz. "No hay peor sordo. que el que no quiere escuchar". Lleg¨® hasta la Pasarela Cibeles, momento en que tuvo un atisbo de desfallecimiento, aprovechado, sin contemplaciones, por otro contempor¨¢neo. Dirigi¨¦ndose al boticario ech¨® un cuarto a espadas en asunto de mayor inter¨¦s para quienes estamos en la franja de la transjubilaci¨®n: "?Qu¨¦ opinas del recetazo?". Del despacho inmediato se escuch¨® la solicitud de una caja de preservativos; cuando fue atendida la adolescente, el anfitri¨®n dio su parecer. "En principio le auguro escaso porvenir, tal como parece esbozado. La sanidad espa?ola es buena, pero demasiado cara. Una sanidad de alta costura, que s¨®lo pueden permitirse los opulentos. Creo urgente abandonar la pasarela, ir al pr¨¦t-¨¢-porter; a la gran confecci¨®n masiva"."Contemplad a la juventud de nuestra ciudad, la que acampa en las calles la noche del viernes. Aunque disfrutamos de muy buen tiempo, la gran mayor¨ªa de las muchachas llevan medias negras, porque les sientan de rechupete y ellas lo saben o lo creen. Visten bien, muy bien en apariencia, que es lo que cuenta, aunque sea dif¨ªcil imaginarlas frecuentando las boutiques de Serrano y Lista. Algo as¨ª puede aplicarse al tremendo gasto sanitario en que estamos metidos, para mitigarlo en parte. Se receta mucho, y los m¨¦dicos parecen poco dispuestos a ejercer de controladores; cuesti¨®n aneja es la dosis por envase o recipiente, tasada en otros pa¨ªses. Esto entra en una educaci¨®n que a¨²n no se ha iniciado. Se lesionar¨¢n algunos intereses, aunque pocos: los elitistas y contumaces".
"El d¨ªa que se formule un planteamiento serio, de medio o largo alcance -sin mermar la recelosa y exigente demanda de la poblaci¨®n-, bajar¨¢ el precio de los medicamentos, lo cual es perfectamente posible y experimentado en muchas partes. No hay componentes exclusivos y costosos en el 80% de lo que despacho cada d¨ªa, ni f¨®rmulas que justifiquen el pago de royalties, perfectamente sustituibles. Al fin y al cabo, ese vestido vaporoso y escotado a quien s¨®lo le sienta bien es a la modelo, cuyas proporciones f¨ªsicas son excepcionales. Los trajes de confecci¨®n gen¨¦rica, con la diversidad de tallas y un arreglillo econ¨®mico, le sientan bien a casi todo el mundo"."Eso de que la gente piensa que lo m¨¢s caro sea lo mejor resulta incierto. Lo importante es tener el autom¨®vil que precisa nuestra actividad laboral, familiar o de ocio, al que se le pide eficacia y baratura, en la adquisici¨®n y el mantenimiento".
Alguien apenas disimul¨® un bostezo. Era Claudio, contrariado por el forzoso silencio y el discurso ajeno. Con cierta malevolencia, mascull¨®: "Pero, hombre, si t¨² vives de vender brebajes y potingues, ?c¨®mo tiras piedras a este tejado?". El que estaba a mi lado impidi¨® que escuchara la sin duda razonable respuesta, como hab¨ªa sido la exposici¨®n, susurr¨¢ndome al o¨ªdo: "Me dijeron que ha traspasado el local y se retira a su pueblo, pero puede que tenga raz¨®n. Suena bien".
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