?Cu¨¢nto cuesta investigar?
La proclamaci¨®n del Manifiesto de El Escorial ha suscitz do adhesiones entre los profesionales de la investigaci¨®n cient¨ªfica y entre los responsables p¨²blicos, si bien toda ellas en n¨²mero a¨²n muy insuficiente para la gravedad d tema. El documento comparte espacio en los medios de ce municaci¨®n con las noticias sobre "el duro ajuste presupuestario, necesario para incluir a Espa?a en el n¨²cleo econ¨®mico de la futura Europa Unida". NO, se puede entender el celo por equiparar a nuestro pa¨ªs con los dem¨¢s europeos cuando nuestra inversi¨®n en investigaci¨®n es pro porcionalmente tres veces inferior a la de Alemania y e n¨²mero de investigadores per c¨¢pita es cinco veces menor que en Francia.En los debates ocasionales que tienen lugar sobre este asunto, se suele aceptar impl¨ªcitamente que la investigaci¨®n es cara. Lo cierto es que las ¨²nicas cifras que se no ofrecen son las de las inversiones realizadas pero nunca la del retorno obtenido. A¨²n as¨ª, podr¨ªa admitirse que u pa¨ªs desolado y en ruinas considerase cuidadosamente la inversiones en investigaci¨®n cient¨ªfica. La Alemania de 1945 lo estaba, pero la Espa?a de 1996 no. Parece que lo responsables p¨²blicos alemanes de entonces fueron cierta mente responsables y lo suficientemente generosos como para permitir que los frutos de la inversi¨®n los recojan su,, sucesores. ?Existe aqu¨ª esa generosidad?. En el caso espa?ol, el objetivo fundamental de cualquier decisi¨®n econ¨®mica sobre la investigaci¨®n como cuesti¨®n de estado ha de ser, evidentemente, el aumento de la poblaci¨®n de investigadores con su dotaci¨®n de infraestructura. Sin embargo, antes de concretar ese objetivo, se suele caer en la trampa de entrar a debatir un se?uelo: ?investigaci¨®n b¨¢sica o aplicada?. Parece que hemos olvidado el cuento de los conejos que discut¨ªan sobre si eran galgos o podencos.... hasta que fu¨¦ demasiado tarde. ?Hay alguien que conozca un tema de investigaci¨®n b¨¢sica sin aplicaci¨®n posible? ?Hay alguna aplicaci¨®n pr¨¢ctica que no haya surgido de un conocimiento b¨¢sico anterior?. Los datos muestran que Espa?a ha aumentado su exportaci¨®n de alta tecnolog¨ªa en los ¨²ltimos a?os. ?No ser¨¢ esto debido a la inversi¨®n en investigaci¨®n hecha hace diez a?os?Quienes tomen las decisiones sobre la inversi¨®n en ciencia y tecnolog¨ªa han de ser generosos para permitir que su trabajo fructifique en otras manos pero es l¨®gico que quieran saber si el beneficio merece la pena. ?Cu¨¢l es el r¨¦dito? Para responder basta con recordar. Los m¨¢s viejos a¨²n fuimos vacunados contra la viruela, hoy no es preciso porque ya no existe esa enfermedad. El sida es pavoroso, pero es evidente que veremos pronto una vacuna o un tratamiento eficaz. Todo esto es hoy posible gracias al trabajo de nuestros maestros que dieron sus primeros pasos en la biolog¨ªa molecular y la inmunolog¨ªa y a la generosidad de los responsables p¨²blicos de entonces. Es dif¨ªcil poner precio a un a?o de vida pero si los gestores hubieran de hacerlo cuando se aproxime su hora final, de seguro que la valoraci¨®n ser¨ªa muy alta. La esperanza de vida de nuestra poblaci¨®n es el doble de la de nuestros bisabuelos. Quienes lean esto deben dar gracias a los investigadores de entonces cuyo trabajo sirve hoy para curar lo que antes no lo era. Faltan todav¨ªa personas con entusiasmo y generosidad.
Lo que no faltan, sin embargo, son agoreros de Fin de milenio cuyo pesimismo esterilizante les lleva a anunciar el final de la ciencia. "La gran era del descubrimiento cient¨ªfico ha terminado" dice J. Horgan en su libro rese?ado en El Pa¨ªs (4 de septiembre). Mr. Horgan no sabe nada de ciencia y s¨ª mucho de publicidad para su libro. Entre las muchas teor¨ªas que quedan a¨²n por, tan siquiera, esbozar figura la del cerebro. Es el reto cient¨ªfico por excelencia: conocer c¨®mo conocemos. Es una coincidencia parad¨®jica que Espa?a, un pa¨ªs tradicionalmente desinteresado por la ciencia, diera al mundo a Santiago Ram¨®n y Cajal, el padre de la neurociencia. Nuestros responsables p¨²blicos deber¨ªan leer, al menos, su libro Reglas y Consejos de la Investigaci¨®n Cient¨ªfica. Todos los argumentos posibles est¨¢n ah¨ª. Es triste comprobar que los problemas y sus causas siguen vigentes. L¨¦ase y act¨²ese con generosidad. Le haremos un gran favor a nuestros hijos.A. Ferr¨²s es director del Instituto Cajal. CSIC.
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