Por alusiones
"Entrar al trapo" es un dicho popular que refleja como ninguno el interior de una herida abierta. Guarda relaci¨®n con otro de probada solemnidad, "Recoger el guante", pero no hay color: el primero es mucho m¨¢s rotundo, pringa por igual a las partes y, adem¨¢s, rezuma una encantadora mala leche. Con ¨¦se me quedo yo. El dicho, sin embargo, como tantas otras veces, se lava las manos y elude pronunciarse sobre el problema de fondo: a qui¨¦n asiste la raz¨®n. Todos a la olla, como los percebes.Por capricho, accidente o necesidad, las intrigas gen¨¦ticas han dispuesto que la mayor¨ªa de las personas pertenezcamos simult¨¢neamente a ambos bandos, lo que significa que hacemos agua por la quilla. Aun as¨ª, a mi entender, hay momentos en los que resultar¨ªa indigno no entrar al trapo; y m¨¢s si el punto en discordia est¨¢ relacionado con los atropellos y vejaciones que los autodenominados "animales racionales", am¨¦n, dispensan a los que no han obtenido el t¨ªtulo.
Ahora han actuado en Cercedilla (pueblo en fiestas), donde a iniciativa de una tal Sociedad de Casados, este a?o se ha a?adido una nueva modalidad de juerga: la suelta del cochinillo. Esta astuta ocurrencia consiste, precisamente, en soltar un cerdito en el ruedo, mientras una pareja de concursantes, atados por las mu?ecas, tratan de atraparlo entre el jolgorio y los aplausos de los espectadores.
Los carteles anunciantes inclu¨ªan tambi¨¦n un codicilo, escrito a mano y con rotulador, al que no puede negarse un gran valor descriptivo: "Sin engrasar". Dicho apunte, claro est¨¢, se refer¨ªa a los cerdos, no a los humanos concursantes, y alud¨ªa de refil¨®n a Miraflores de la Sierra, otro pueblo madrile?o que en febrero hab¨ªa presentado una oferta parecida, aunque con el cerdo embadurnado para dificultar su captura.
Las comparaciones son odiosas, ya se sabe, y dado que se trata de un duelo entre inteligencias, no es extra?o que los casados de Cercedilla hayan querido dejar clara su postura: a diferencia de otros, ellos no engrasan previamente a los cerdos.
Por su parte, un miembro de ¨¦sta sociedad, el se?or Isidro Hurtado, ha ofrecido algunos datos de inter¨¦s: "Los cerdos de Cercedilla no son cerdos caseros, son cruzados con jabal¨ªes, animales acostumbrados a los regates porque pastan en las dehesas donde hay toros y corren m¨¢s".
Entendido: se refiere usted, biol¨®gicamente hablando, a la rama m¨¢s golfante de la familia porcina; a los desharrapados, a esos que no conocen la urbanidad y que incluso podr¨ªan llevar un pendiente en la oreja. "Lo hacemos para que los j¨®venes conozcan las tradiciones de los animales en directo", a?adi¨® este caballero; y a continuaci¨®n: "Esto es como cuando aqu¨ª se criaban animales y hab¨ªa que cogerlos para cambiarlos de corral". '
?Aj¨¢!: pr¨¢cticas de laboratorio, cultura en la mano, historia viva, por as¨ª decir. Asumido queda, se?or; y un merecido aplauso tambi¨¦n a esa menci¨®n sobre las tradiciones que, como se sabe, son se?oritas de altura, criaturas celestiales, situadas por encima de la dignidad y la conciencia.Entretanto, y contagiado quiz¨¢ por la sublime calidad del ambiente, el alcalde Eugenio Romero (PSOE) tampoco ha querido perder la oportunidad de sumarse a la c¨¢tedra: "No se maltrata al animal", dijo. No, apuesto unos sextercios a que no, amigo; en todo caso, se les acojona, pero en plan divertido, que no es lo mismo.
Seguro que el cerdito, en el fondo, agradece el juego y se siente emocionalmente muy ligado a sus perseguidores. Da chillidos, jadea, se desga?ita, y de cuando en cuando hasta le falla el coraz¨®n, cierto; pero es de placer. Y que no se queje: los b¨ªpedos, seg¨²n nos recuerda el propio Eugenio Romero, "se cansan antes que los cuadr¨²pedos". Bien pensado, se?or alcalde; y bien se?alado, que hay suelto por ah¨ª mucho olvidadizo.
Alcaldes y casados. De los primeros ya sab¨ªamos algo, pero no as¨ª de los otros.
Qui¨¦n sabe: tal vez tengan raz¨®n los que afirman que el matrimonio, al igual que la pol¨ªtica, tambi¨¦n es capaz de menguar las mentes.
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