El t¨²nel donde empezo la ¨²ltima guerra
La batalla desatada por el pasadizo de Jerusal¨¦n est¨¢ cargada de arbitrariasinterpretaciones de la historia
C. G.,Tensi¨®n hay pero eso no desanima a esos turistas de todo el mundo que vienen a ver Jerusalen intrigados por esa fascinantey peligrosa combinaci¨®n de pol¨ªtica, religi¨®n, historia, guerras, fechas, precios bajos y teor¨ªas. Ayer hac¨ªa un d¨ªa estupendo en Jerusal¨¦n. En las calles se hablaba con m¨¢s inter¨¦s del clima benigno que de las ¨²ltimas noticias. La radio repet¨ªa detalles de las matanzas, pero ¨¦stas ocurrieron el viernes.Disfrutaban del clima y de la tranquilidad los turistas japoneses (gorra amarilla), los polacos (roja) y los brasile?os (naturalmente gorra verde) que se enrolaron en las visitas israel¨ªes que combinan el paisaje con la ideolog¨ªa sionista. Lo cual ya aporta un factor de desigualdad: no hay una sola empresa palestina como tal que tenga licencia para operar dentro de Jerusal¨¦n. No hay una compa?¨ªa que, por ejemplo, se llame Agencia de Turismo de Palestina. El Ministerio de Turismo de Israel se ha encargado de que las expediciones tur¨ªsticas comiencen en el Muro de las Lamentaciones, o sea, el polo magn¨¦tico y tr¨¢gico del juda¨ªsmo.
En el programa de las visitas viene m¨¢s tarde la V¨ªa Dolorosa y, tras una serie de advertencias acerca de la seguridad del lugar, la explanada del Domo de la Roca. All¨ª est¨¢n los ¨²nicos olivares que quedan dentro del viejo Jerusal¨¦n y ¨¦stos enfilan al caminante hacia la mezquita de Al Aqsa, el polo fundamental del islam.
"Yo quiero entrar en el t¨²nel", confes¨® con impaciencia un brasile?o que llevaba una camiseta tambi¨¦n verde que le quedaba chica. "?No es acaso aqu¨ª donde ha comenzado la ¨²ltima guerra?", pregunt¨® al azar ante un tr¨ªo de reporteros. ?stos le dijeron donde estaba la puerta, pero el gu¨ªa israel¨ª se lo llev¨® con el grupo.
Como todo es visible en Jerusal¨¦n, el objeto f¨ªsico, el s¨ªmbolo de la m¨¢s reciente lucha en Oriente Pr¨®ximo, lleva apropiadamente una gruesa capa de pintura gris. Es una puerta de hierro de dos metros de alto y 180 cent¨ªmetros de ancho. El cemento que ancla los goznes est¨¢ fresco. All¨ª est¨¢, muda e inexpugnable, la puerta de hoja doble con sus costillas de firmes barrotes. Cuando se abre la puerta, gracias al Gobierno de Benjam¨ªn Netanyahu, uno puede recorrer 500 metros bajo el suelo de la ciudad del globo que defiende sus pasiones y obsesiones y que justifica sus crueldades como ninguna. "La visita dura entre 50 y 55 minutos", dijo un joven soldado cuyo acento neoyorquino delataba su innegable origen de Brooklyn. Como todos sus camaradas, el soldado llevaba esas gafas de sol cuya oscuridad y dise?o acent¨²an la secreta vocaci¨®n por lo extraterrestre. "S¨ª", agreg¨®, "aqu¨ª comienza la cosa".
Resulta una declaraci¨®n impertinente si se tiene en cuenta el volumen de tratados arqueol¨®gicos que existe sobre el tema.
Las teor¨ªas m¨¢s antiguas est¨¢n encontrando r¨¢pidamente aceptaci¨®n. Una de ellas incluye un dato revelador. El historiador israel¨ª Dan Bahat, por ejemplo, advierte en su trabajo de investigaci¨®n que se titula Jerusal¨¦n subterr¨¢neo que despu¨¦s de los per¨ªodos de los persas, los asmoneos, los romanos, los bizantinos y la dinast¨ªa de los Umayad, llega el Medievo. Con ¨¦l, recuerda Bahat, llega el terremoto de 1033, el cataclismo que arras¨® con todo lo arqueol¨®gicamente relevante en Jerusal¨¦n.
Hoy, la puerta de hierro con su capa de pintura fresca es lo que invoca y agita uno de los tantos misterios de Jerusal¨¦n.
El t¨²nel corre contiguamente a la l¨ªnea de las existentes ruinas del Muro de las Lamentaciones. Ni atraviesa los predios de la mezquita, ni parte al Jerusal¨¦n jud¨ªo y ¨¢rabe en dos. Pero los palestinos no olvidan que hace algunos anos exist¨ªa un grupo dinamitero y extremista jud¨ªo que estaba empe?ado en hacer saltar la mezquita y los monumentos isl¨¢micos por los aires.
La guerra del t¨²nel, por lo tanto, est¨¢ cargada de arbitrarias interpretaciones de la Historia. Uno de los soldados israel¨ªes que se encargaba de explicar que "el t¨²nel est¨¢ cerrado hasta el domingo por la noche", no estaba dispuesto a decir si el cierre va a prolongarse por razones pol¨ªticas. ?Qu¨¦ es lo que este joven israel¨ª obligado a vivir con chaleco antibalas realmente piensa ante el panorama de una guerra?. Cuando se le pregunt¨® exactamente eso, el joven, baj¨® el vol¨²men de su walkman en una concesi¨®n roquera. "Mejor vete y no me preguntes m¨¢s", dijo. El j¨®ven estaba todo menos contento.
A menos de 10 metros de la trinchera israel¨ª que defiende la puerta del t¨²nel de marras, se sorb¨ªa un caf¨¦ arom¨¢tico Joseph Alarian, un enfermero armenio que dijo ser "un palestino ante todo". Alarian es cristiano y lo que est¨¢ empe?ado en demostrar es que tiene una indignaci¨®n monumental. "El t¨²nel es una provocaci¨®n. Los israel¨ªes se piensan que van a hacer lo que se les antoje. Se creen que son m¨¢s que Dios. No escuchan, no hablan. Lo ¨²nico que hacen es trampa".
Alarian, queda dicho, no es musulm¨¢n. Pero el hecho de que la apertura del t¨²nel desemoboque en un sector ¨¢rabe -en este caso cristiano -musulm¨¢n, justo bajo la escuela de ni?as que lleva el nombre de la Virgen Mar¨ªalo enfurece. "Olv¨ªdate de religiones", dice con ¨¦nfasis, "olv¨ªdate de eso". No es una cuesti¨®n de fe, repet¨ªa. "Lo que los israel¨ªes quieren es humillarnos, doblegarnos y jactarse de ello". El t¨²nel, insisti¨®, "representa una humillaci¨®n que t¨², como extranjero en esta tierra, no te la puedes imaginar. Los palestinos somos como los tigres".
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