Jerusal¨¦n vuelve a la normalidad
Cuando la polic¨ªa israel¨ª empieza a poner multas a los periodistas en vez de perseguir a palestinos, es que todo ha vuelto a la normalidad.-Oiga, pero es que he o¨ªdo que hay incidentes en Hebr¨®n.
-?Y a m¨ª qu¨¦ me cuenta? Se ha saltado un sem¨¢foro en rojo.
Jerusal¨¦n, ¨¢rabe y jud¨ªa, amaneci¨® ayer tranquila y se acost¨® sin un solo herido. La mejor noticia de estos ¨²ltimos d¨ªas de violencia.
?Y qu¨¦ puede ser m¨¢s normal que un turista en el casco antiguo de la ciudad? Es lo que pensaba Jack Wolf hasta toparse con las c¨¢maras de televisi¨®n de medio mundo. Sin saberlo, fue uno de los primeros turistas en visitar el t¨²nel de la discordia despu¨¦s de los ¨²ltimos enfrentamientos. Sus comentarios anodinos invierten el orden celestial: abajo el cielo, arriba el infierno.
Est¨¢ entusiasmado con su visita porque ha "aprendido mucho sobre la vida de los jud¨ªos en la ¨¦poca del segundo templo". Los disturbios le quedan muy lejos, en la CNN. "Nosotros no tenemos miedo a nada, somos norteamericanos". De Michigan y empleado de banca. Lleva el atuendo previsible: pantalones cortos, camisa a cuadros y gorra de b¨¦isbol.
Antes de salir a la V¨ªa Dolorosa, le precedieron ocho soldados israel¨ªes con porras y chalecos antibalas, por si acaso. Pero no pas¨® nada. Durante media hora, Jack estuvo escuchando atentamente las explicaciones de su gu¨ªa; Jeff, recorriendo el estrecho, claustrof¨®bico, y aburrido pasadizo.
Jeff, un jud¨ªo ortodoxo norteamericano, sabe c¨®mo dirigirse a su auditorio: la b¨®veda se parece al puente de Brooklyn y las fisuras en las piedras recuerdan el terremoto de Los ?ngeles.Vigilancia militar.
Fuera, se oye el ajetreo habitual del barrio musulm¨¢n. Las autoridades israel¨ªes parec¨ªan tan seguras de que no iban a producirse incidentes que ni siquiera desplegaron todas sus fuerzas en el casco antiguo como en los peores d¨ªas. Las angostas calles del Jerusal¨¦n ¨¢rabe no se cubrieron esta vez del verde caqui de los uniformes.
La discreta presencia de soldados en la parte jud¨ªa de la ciudad fue, sin embargo, la ¨²nica se?al de que la situaci¨®n sigue tensa. Apoyados en las barandillas de la plaza de Si¨®n, en la zona de comercios, miran a las turistas y de vez en cuando piden la documentaci¨®n al que tenga la tez algo m¨¢s morena que el israel¨ª medio.
Luce un sol de agosto. Las terrazas est¨¢n llenas, muchas de ellas han adoptado la forma de peque?as caba?as. Es la fiesta jud¨ªa de Sukot, la de los Tabern¨¢culos, cuando se debe recordar la fragilidad de la existencia, al comer en familia en estas peque?as construcciones de lona y cart¨®n.
Desde aqu¨ª, no se puede o¨ªr de nuevo la llamada de los taxistas palestinos en la puerta de Damasco ("Ramala, Ramala") por tres shekels. Hasta hace dos d¨ªas, era una zona de guerra.
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