Dos Galicias

Pocas veces se le presenta al p¨²blico espa?ol la ocasi¨®n de asistir al estreno mundial del disco de un renombrado grupo extranjero. Y eso es lo que est¨¢ ocurriendo en esta gira de los Chieftains. El mismo d¨ªa que la prensa norteamericana anunciaba la edici¨®n de Santiago, su particular peregrinaje musical por tierras de Galicia, los irlandeses tocaron en Madrid. Si por el mismo precio est¨¢ adem¨¢s Carlos N¨²?ez, la cosa va de nota.El de Vigo empez¨® con una hermosa interpretaci¨®n de Negra sombra. Tiene 24 a?os y ya es capaz de sorprender con su gaita a los mism¨ªsimos descendientes del mago Merl¨ªn. Continu¨® su recorrido a trav¨¦s del Atl¨¢ntico, entre las dos orillas, dice ¨¦l, tocando Nubes del otro lado. Conoce la dificultad de convocar a multitudes desde los planteamientos de la m¨²sica tradicional, pero de ni?o le impresionaron aquellas formaciones de gaiteros brit¨¢nicos que paseaban sus pieles de leopardo por Ortigueira, y esa energ¨ªa es la que imprime a sus actuaciones: m¨¢s cerca de Hendrix que de Liam O'Flynn.

Gaita irlandesa

Con Amanecer, una alborada, lleg¨® el se?or Moloney llevando a cuestas su gaita irlandesa. Carlos N¨²?ez tiene una teor¨ªa seg¨²n la cual la gaita escocesa ser¨ªa el fuego, la gallega, la tierra, y la irlandesa, el agua.De sus mentores, los Chieftains, N¨²?ez asimil¨® la necesidad de abrirse al mundo y hoy toca m¨²sica celta, hecha en Galicia, pero con suficientes atractivos para competir con los artistas irlandeses o escoceses m¨¢s populares. Paddy Moloney se refiri¨® a ¨¦l como el "s¨¦ptimo chieftain". Moloney es ese tipo p¨ªcaro y guas¨®n, m¨¢s viajado que el ba¨²l de la Piquer, que a cualquier ni?o le gustar¨ªa tener por abuelo. En 34 a?os, sus Chieftains se han convertido en unos cl¨¢sicos, aunque conserven aquel aspecto de oficinistas de Dubl¨ªn que, a la salida del trabajo, se encuentran en el pub para tocar algo de m¨²sica generosamente regada con cerveza.

Los Chieftains adoptaron una c¨®moda velocidad de crucero y su concierto discurri¨® entre piezas del disco anterior, Aires de esa Habana de la calle O'Reilly, en la que descubrieron un cancionero de origen irland¨¦s, apariciones de una pareja de bailarines de Long Island, una colaboraci¨®n vocal femenina extempor¨¢nea, un gui?o a los Rolling Stones y las habituales bromas de Paddy Molloney.

Al final, todos los m¨²sicos juntos pusieron de pie a la gente con un tema endiablado. Pocas veces la sala Sinf¨®nica del Auditorio Nacional habr¨¢ visto nada semejante.