Lugano corona al mejor clasic¨®mano
El belga Johan Museeuw se aprovech¨® de las peleas internas de los rivales para ganar el Mundial
En ciclismo, no hay nada como Ser bueno. Si adem¨¢s se sabe estar en el sitio preciso en el momento adecuado, todo lo dem¨¢s sobra. La t¨¢ctica, el equipo, el tiempo y el recorrido. Los hay buenos en carreras por etapas. Est¨¢ Indur¨¢in, maestro de maestros en la cuesti¨®n. Est¨¢n los derrotados de ayer: Virenque, Leblanc, Jalabert, Riis, Z¨¹lle (que se cay¨® en un avituallamiento), Rominger, Olano (que abandon¨®)... Y los hay buenos en carreras de un d¨ªa, en las grandes cl¨¢sicas. Est¨¢ Johan Museeuw. El mejor de ellos. El belga que ayer cumpli¨® 31 a?os y al que le faltaba la cl¨¢sica m¨¢s importante. La que le permitir¨¢ vestir durante un a?o el maillot arco iris, el s¨ªmbolo de su poder. Y como una suerte de justicia del destino habr¨¢ que entender su claro y pulcro triunfo en el selectivo circuito de Lugano.Fue limpio y preciso como una operaci¨®n quir¨²rgica. De repente fue como si se sintiera transportado a la dura primavera belga, a los repechos y muros de su tierra flamenca. Con su clase y su fuerza, Museeuw convirti¨® una jungla en un quir¨®fano. Supo desbrozar su camino triunfal en el marem¨¢gnum en que hab¨ªa convertido la carrera la espesura t¨¢ctica de franceses, suizos, daneses e italianos; es decir, sus peleas internas, sus luchas de clanes: el fin del ciclismo por equipos. Logr¨®, con su sabidur¨ªa, llegar a su escenario ideal: encontrarse solo en el momento decisivo junto a un hombre m¨¢s d¨¦bil que ¨¦l, Mauro Gianetti.
S¨®lo hubo una selecci¨®n cohesionada, la espa?ola. Nunca fueron protagonistas de la carrera, pero los 13 de Pepe Grande, sin ning¨²n l¨ªder para quien conducir el pelot¨®n, estuvieron delante hasta que las fuerzas les dieron de s¨ª. El m¨¢s resistente -como siempre, Fernando Escart¨ªn- fue el que m¨¢s lejos lleg¨®. Nunca tuvo posibilidades de intentar ganar, pero termin¨® 14?. Los dem¨¢s pa¨ªses, las grandes potencias, fueron el caos que permitieron que luciera como casi nunca la inteligencia t¨¢ctica de los belgas. Sin apenas equipo, la selecci¨®n dirigida por Eddy Merckx se llev¨® la mejor parte: el triunfo de Museeuw y el cuarto puesto del hij¨ªsimo, Axel Merckx. Dura lecci¨®n a la prepotencia de los grandes que anunciaban que iban a comerse el mundo.
El sabio Giancarlo Ferretti, el que dirigiendo al MG ha elevado la fuga a la categor¨ªa de arte, parpade¨® cuando le dijeron que la Squadra Azzurra olvidaba el catenaccio y jugar¨ªa al ataque: todos a infiltrarse en las escapadas que se produjeran. "Me parece muy bonito", respondi¨®. "Pero, ?qu¨¦ pasar¨¢ si en la fuga buena no se meten los buenos italianos y nos toca trabajar para tirarla abajo favoreciendo a los rivales?". Profeta Ferretti.
El ambicioso Luc Leblanc, conociendo las ambiciones similares de Jalabert y Virenque, parpade¨® y dijo: "Muy bien, pero que no cuenten conmigo. No trabajar¨¦ para ellos". Lo mismo pensaban Jalabert y Virenque: no trabajar¨ªan para que ganara otro. Otro tanto se viv¨ªa en el campo suizo, s¨®lo que all¨ª, ya que jugaban en casa, llegaron a un compromiso similar al que dio nacimiento a la Confederaci¨®n Helv¨¦tica: ya que hab¨ªa cuatro tipos con aspiraciones, se dividir¨ªa la selecci¨®n en clanes. Dos hombres para Gianetti, dos para Rominger, dos para Z¨¹lle y dos para Dufaux. As¨ª, las t¨¢cticas de los fuertes: trabajo a destajo, pero para matarse entre ellos. As¨ª, la carrera. Viva la paradoja.
10? vuelta. Kil¨®metro 155 (faltan 97). Pocos kil¨®metros despu¨¦s de que las asas de su bolsa de avituallamiento se enredaran en las ruedas de Z¨¹lle, provocando su ca¨ªda como un saco, Virenque y Gianetti deciden que es el momento de actuar. En el descenso del Comano -el primero de los dos repechos que hab¨ªa que subir en cada Vuelta-, Herv¨¦ (compa?ero de equipo de Virenque) lanza la china para salpicarse ¨¦l solo. La idea era buena, pero los resultados, catastr¨®ficos. A su rueda se van 11, entre ellos los muy peligrosos Gianetti (con sus dos hombres de confianza, Puttini y Camezind) y Museeuw; tambi¨¦n dos italianos, pero como tem¨ªa Ferretti, de los malos; otro franc¨¦s, un espa?ol (Cuesta), dos daneses (tambi¨¦n los malos) y un alem¨¢n. Inmediatamente, el pelot¨®n se bloquea: necesita evaluar el significado. Inmediatamente, tres minutos de ventaja. El Mundial empieza a decidirse. Comienza la locura.
Cuando atr¨¢s se den cuenta de que, como arena entre las manos, se les escapa la carrera, el miedo invade todas las voluntades. A nadie le interesaba la fuga, pero el convenio fue imposible. Se tuvo que pasar bien Ramontxu Gonz¨¢lez Arrieta de espectador. En la vuelta 11? vio a Jalabert como loco intentando formar un segundo grupo reducido y chocando con los intereses de Virenque; en la 12? fue el turno, tambi¨¦n a solas, de Leblanc, y tambi¨¦n de Rominger. Luego pareci¨® que la cosa se ordenaba. Delante, Camezind se mataba por Gianetti y s¨®lo ¨¦l manten¨ªa viva la fuga. Por detr¨¢s, la poderosa armada italiana (di¨¢logo de capitanes entre Bugno y Chiapucci: se nos escapan) se puso en funcionamiento. Bugno, Chiappucci, Rebellin, Pistore organizaban la caza. Virenque se infiltra con ellos. Italia tira de todos los favoritos descolocados contra una fuga en la que van dos de los suyos. Eso es ciclismo.
Cuando termina la vuelta 13? parece que Italia tiene raz¨®n y que el fin de los fugados est¨¢ cerca. Camezind revienta y la ventaja baja por debajo del minuto. De los 12 solo quedan cinco. Entonces, subiendo el Comano, Museeuw siente que su momento ha llegado. Faltan 32 kil¨®metros para la meta. Todo o nada. Museeuw ataca. S¨®lo Gianetti aguanta su rueda. El d¨²o colabora: uno de los dos ganar¨¢ al Mundial. Coincidiendo con la dispersi¨®n delantera, detr¨¢s, desesperaci¨®n. S¨®lo en esas circunstancias Andrea Tafi, el caballo loco italiano, sabe moverse. Ataca y se va solo. Italia se desorganiza, los dem¨¢s se quedan parados sin la escuadra que les guiaba: luchar¨¢n por el bronce. M¨¢s loco que nunca, Tafi se vac¨ªa en la persecuci¨®n imposible. Los dos de delante se juegan la victoria: Gianetti, que se sabe m¨¢s lento, tambi¨¦n se sabe impotente para dejar a Museeuw en la ¨²ltima Crespera al modo en que Coppi gan¨® el mundial de 1953. Se resigna a quedar segundo. Museeuw, sin equipo, no aprovech¨® las circunstancias: las forz¨® para que el viento soplara s¨®lo a su favor. Como los campeones. Por fin, algo de l¨®gica en la temporada loca: el mejor especialista gan¨® la mejor carrera el d¨ªa de su cumplea?os.
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