Ronaldo y mil m¨¢s
Los peritos en f¨²tbol miran a Ronaldo y se enfrentan a un complejo problema biol¨®gico: se trata de clasificar a un superclase. Habr¨ªa un modo de deshacerse r¨¢pidamente de ¨¦l: consiste en decir que este muchachito con cuerpo de mast¨ªn, mirada de cordero y dentadura de gazapo es una de esas mutaciones que surgen cuando los dioses deciden jugar a los dados. En consecuencia estar¨ªamos ante un futbolista irrepetible e incomparable. Habr¨ªa una segunda f¨®rmula de compromiso: enfrentarle a los arquetipos y forzar el silogismo'. No es Di St¨¦fano ni Cruyff ni Maradona ni el ¨¢ngel negro; luego necesariamente tiene que ser Pel¨¦.Si nos quedamos con esta ¨²ltima opci¨®n, hemos de convenir en que al menos lleva un cromosoma de Pel¨¦: el cromosoma de la p¨®lvora. Sin duda, este tipo est¨¢ hecho del mismo m¨²sculo detonante; es aquel inconfundible esqueleto de goma rodeado de la misma materia inflamable. Sus propiedades le delatan: el partido discurre en un mon¨®tono zumbido de meg¨¢fono; a saber, presi¨®n en todo el campo, cuidado con la distancia entre l¨ªneas, ojo a las faltas al borde del ¨¢rea, y por supuesto, disciplina, mucha disciplina. De pronto Ronaldo recibe la pelota; se enciende; deja un rastro, fssss, de chispas de colores; se divide en bengalas, culebrinas y buscapi¨¦s, y revienta en sucesivas explosiones: sonido corto de taconazo, sonido curvo de recorte, ruido s¨®lido de pared, ruido subterr¨¢neo de t¨²nel, y por fin, cuando pasa a toda velocidad, efecto Doppler. Dos segundos despu¨¦s, la gente est¨¢ aturdida y una carcasa redonda cae muerta, con un suave rasgueo, sobre el perfil de la red.
O acaso la explicaci¨®n sea mucho m¨¢s sencilla: a la vista de su velocidad, ?no ser¨¢ aquel Carl Lewis de primera hora que ha deste?ido a la sombra del Pan de Az¨²car?; o a la vista de su instinto para el regate, ?no ser¨¢ aquel Jerry Rice de humo a quien le pasaba el mel¨®n Joe Montana en la final de la Orange Bowl?; o, mejor a¨²n, con esa musculatura de peso medio y esa inspiraci¨®n diab¨®lica para la finta, ?no ser¨¢ Sugar Ray Robinson que ha vuelto, harto de bailar claqu¨¦, desde la cripta del Madison? O bien, ?no se habr¨¢ adelantado el siglo XXI?
A¨²n no es posible saber qui¨¦n es, pero reconforta pensar que al menos infunde sospechas. Algo nos dice que quiz¨¢ le vi¨¦ramos ganar el Mundial de Suecia, y dinamitar Wembley, y paralizar Maracan¨¢. Y quiz¨¢ marcar, de vuelta del futuro, el gol de nuestros sue?os.
Se llama Ronaldo, pero todos sospechamos que puede ser Pel¨¦.
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