Nuestro contempor¨¢neo
Hay una expectaci¨®n ya pr¨¢cticamente olvidada entre nosotros, que es la expectaci¨®n de ir al teatro con la misma impaciencia llena de promesas con que se espera ver una pel¨ªcula o asistir a un concierto, como se hojea por la calle un libro reci¨¦n adquirido o se mira la portada de un disco que empezaremos a o¨ªr nada m¨¢s llegar a casa. El teatro, como h¨¢bito social, ha sido demolido poco a poco en los ¨²ltimos quince o veinte a?os, y la franja de aficionados posibles que situar¨ªan sus gustos, para entendernos, entre Lina Morgan y la Fura del Baus han desertado en masa de los escenarios, desalentados por la casi inexistencia de un t¨¦rmino medio entre la chabacaner¨ªa pobretona y feroz y las -petulancias de una ultravanguardia nutrida con simult¨¢nea generosidad por el dinero de la Administraci¨®n y el papanatismo del p¨²blico m¨¢s selecto.Si uno aspira a ir al teatro sin que le cuenten chistes cuartelarios o sin que un individuo de cabeza rapada se le orine encima o le arroje a uno a la cara un filete crudo de h¨ªgado subvencionado por la Generalitat, las posibilidades son m¨¢s bien limitadas, de modo que cuando surge la antigua expectaci¨®n, el simple deseo de presenciar una funci¨®n teatral, parece que se recobra una forma perdida de entusiasmo, que podr¨ªa ser tan usual como el de los libros, el de la m¨²sica o el de las pel¨ªculas, pero que entre nosotros se va quedando cada vez m¨¢s en pura arqueolog¨ªa.
'Luces de bohemia'
El s¨¢bado pasado, por la noche, yo iba en un taxi hacia el teatro Bellas Artes con una expectaci¨®n impaciente, mirando el reloj con miedo a no llegar a tiempo. Iba a ver Luces de Bohemia, el montaje reci¨¦n estrenado de Jos¨¦ Tamayo, y me sent¨ªa exactamente como el aficionado que va a o¨ªr en una sala de conciertos una m¨²sica preferida que se sabe de memoria pero que s¨®lo ha escuchado hasta ahora en los discos: ilusionado, impaciente, pero tambi¨¦n algo receloso, temiendo que la realidad no est¨¦ a la altura desmedida de las expectativas, que el encuentro con lo muy esperado sea inferior a la intensidad de la anticipaci¨®n.
Eduardo Haro Tecglen ha escrito aqu¨ª, con toda la raz¨®n, que Luces de Bohemia es la obra maestra absoluta del teatro espa?ol. Pero tambi¨¦n es una de las obras maestras de nuestra literatura. Yo la descubr¨ª a los dieciocho o diecinueve a?os, en uno de aquellos vol¨²menes de tapas rojas de la Colecci¨®n Austral, aquellos libros de p¨¢ginas amarillentas y ¨¢speras que le¨ªamos uno tras otro en las bibliotecas p¨²blicas, inagotables, antiguos, con la letra muy peque?a, a veces con la sobrecubierta perdida, conteni¨¦ndolo pr¨¢cticamente todo, todos los saberes y las literaturas, Shakespeare y Enrique Jardiel Poncela, Cervantes y Julio Camba, Gast¨®n Leroux y don Santiago Ram¨®n y Cajal. Luces de Bohemia estremec¨ªa por su belleza y su furia, por su radicalismo que confirmaba el nuestro sin que lleg¨¢ramos a entenderlo del todo. Era teatro y al mismo tiempo no lo era, porque la itinerancia sincopada de su acci¨®n romp¨ªa todas las normas de lo que se consideraba aceptable o posible en un escenario. Era literatura, una literatura tan resplandeciente, tan sofisticada y procaz como la de La Celestina, pero siendo insuperable la maravilla de las palabras impresas parec¨ªa que reclamaban el ser dichas en voz alta, la materialidad de la presencia humana, del grito, de la carcajada o los disparos resonando en un callej¨®n. Con Luces de Bohemia, con los esperpentos de Martes de Carnaval y la biograf¨ªa entusiasta y arbitraria que le escribi¨® Ram¨®n G¨®mez de la Serna (casi cualquier cosa pod¨ªa leerse sin salir de aquella ilimitada Colecci¨®n Austral), Valle-Incl¨¢n se me convirti¨® en uno de los h¨¦roes y de los maestros de mi vida. En Granada, en el primer curso de la Facultad, vi al Teatro Universitario de Murcia representar la Farsa y licencia de la reina castiza bajo las b¨®vedas g¨®ticas del Hospital Real, y decid¨ª, deslumbrado y converso, con la rotundidad de los 20 a?os, como Saulo de Tarso tras caerse del caballo en el camino de Damasco, que ¨¦sos eran la literatura y el teatro que yo quer¨ªa hacer. No era cierta la distinci¨®n, tan predicada entonces, tan esterilizada para una vocaci¨®n en ciernes, entre la maestr¨ªa literaria y la eficacia pol¨ªtica, entre el gusto por la belleza y la precisi¨®n de las palabras y la urgencia de cambiar el mundo. En Valle-Incl¨¢n, el radicalismo pol¨ªtico y el de la expresi¨®n eran simult¨¢neos e inseparables: la mejor literatura era tambi¨¦n la m¨¢s irreverente y corrosiva, la m¨¢s panfletaria.
Nuestra mejor tradici¨®n
Tantos a?os leyendo Luces de Bohemia y s¨®lo la pude ver representada hace unos d¨ªas. Creo que eso dice mucho sobre nuestra vergonzosa penuria cultural. ?Alguien se imagina que en los teatros de Noruega Casa de mu?ecas s¨®lo se hubiera estrenado tres veces a lo largo de los ¨²ltimos 70 a?os, o que Bernard Shaw apenas se representara en los teatros de Inglaterra? Luces de Bohemia es nuestra mejor tradici¨®n y nuestra m¨¢s temeraria vanguardia, nuestro teatro ¨¦pico y nuestro expresionismo, el pasado magn¨ªfico que casi no llegamos a tener y el porvenir que el tiempo nunca agota, porque Valle-Incl¨¢n parece que escribi¨® para nosotros y para quienes vengan despu¨¦s que nosotros, y es al mismo tiempo nuestro predecesor y nuestro contempor¨¢neo. En el escenario del teatro Bellas Artes la efigie estrafalaria y barbuda de Carlos Ballesteros es cada tarde y cada noche el fantasma redivivo de Max Estrella y Alejandro Sawa y el de don Ram¨®n Mar¨ªa del Valle-Incl¨¢n. El esperpento tiene la misma urgencia de actualidad y trastorno que los aguafuertes de Goya, y la sordera de ¨¦ste resulta ser tan visionaria como la ceguera de Max Estrella. Nadie escuch¨® m¨¢s claros los gritos del dolor o de la barbarie que el sordo don Francisco de Goya. Nadie nos vio con m¨¢s exactitud en 1920 y en 1996 que el ciego Malaestrella. Por eso sus palabras de entonces siguen siendo tan justas, basta el peri¨®dico para confirmarlas, igual que las noticias sobre los patriotas encapuchados de Renter¨ªa o sobre el general Galindo en el Valle de los Ca¨ªdos confirman los aguafuertes de Goya: "El sentido tr¨¢gico de la vida espa?ola s¨®lo puede darse con una est¨¦tica sistem¨¢ticamente deformada".
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.